Guerra sin término a la vista. ¿Cómo buscar la paz?
Olga Pellicer
La situación en Ucrania se encuentra congelada desde el punto de vista de la contienda militar. Se esperaba una contraofensiva que permitiría dividir a las fuerzas rusas, de suerte que permitiera a los ucranianos avanzar recuperando terreno en la parte sur del país. Sin embargo, de acuerdo con diversos observadores (The Economist, 04/08/2023) el avance ha sido limitado. De hecho, sólo se ha logrado recuperar un 20% del total de 40 mil kilómetros cuadrados que han sido ocupados por Rusia. (Además de los 40 mil que ocupó con la toma de Crimea en 2014.) Hoy por hoy Rusia ocupa un 18% del territorio de Ucrania.
Para la mayoría de observadores el conflicto no tiene solución a corto plazo. Por el contrario, se espera una guerra prolongada que podría alargarse más allá del 2024. Las implicaciones de semejante situación son muy costosas en términos de vidas humanas, desplazamientos de población ucraniana hacia el exterior, inestabilidad internacional y desembolsos financieros por parte de los miembros de la OTAN, en particular Estados Unidos.
Una de las consecuencias más visibles del desajuste internacional son los problemas alimentarios en países importadores de granos. La decisión por parte de Putin de dar por terminado el acuerdo que permitía a Ucrania exportar cantidades importantes de granos a través de puertos que Rusia controla han dado un duro golpe a diversos países africanos y contribuido a la inflación mundial de productos alimenticios.
La prolongación de la guerra supone el mantenimiento del envío de armamentos cada vez más sofisticados, así como entrenamiento de batallones que sepan utilizarlos y fijación de estrategia y formas de combate con las que los militares ucranianos no están familiarizados. Se requiere, al parecer, de un espacio de “prueba y error” lo cual es difícil cuando el tiempo corre y se desea aprovechar el verano y comienzos del otoño para acelerar la contraofensiva.
En términos de desembolsos financieros, se calcula que la guerra ha costado, hasta hoy, 40 billones de dólares a Estados Unidos. El mantenimiento de ese nivel de gastos no es bien visto por diversos sectores al interior de Estados Unidos y otros países de la OTAN. Los grupos republicanos en Estados Unidos se encuentran cada vez más renuentes a extender un cheque en blanco para los apoyos a Ucrania. Se advierte con alarma la fuerza de las voces al interior de ese partido que cambiarían definitivamente la política de envío de armamento y entrenamiento que se ha seguido hasta ahora.
Un tema aparte, pero no intrascendente para gran número de países, es la desafortunada decisión de Biden de enviar bombas de racimo para que sean utilizadas por Ucrania. Se trata de armamento prohibido en la Convención Internacional sobre Municiones en Racimo que estableció en 2010 la prohibición de producir, emplear, almacenar o transferir dichas bombas. La Convención ha siso suscrita por 111 países, entre ellos México. No lo ha sido por parte de Estados Unidos, Rusia y Ucrania, entre otros. Se considera un instrumento valioso del derecho humanitario para proteger la vida de civiles inocentes en conflictos armados.
Aunque el tema de armas nucleares se deja de lado en la mayoría de reflexiones sobre la guerra de Ucrania, el peligro de una decisión repentina de Putin para usarlas ahí está, a ello cabe añadir la posibilidad de un desastre de contaminación radioactiva si se llevan a cabo acciones militares en las cercanías o al interior de la planta nuclear para usos pacíficos de Zaporiyia.
En ese ambiente de enorme incertidumbres y peligros llama la atención la reunión de alto nivel convocada por Arabia Saudita, a petición del presidente Zelenski, para conversar sobre el futuro de la cooperación con Ucrania que tuvo lugar los días 6 y 7 de agosto.
A ella fueron invitados, tanto cooperantes decididos de la OTAN, como países con posiciones indecisas y ambivalentes, entre los que se encuentran Egipto, India, Brasil, Sudáfrica y China.
No se tiene información detallada sobre la invitación que se hizo a México y la forma en que respondió. Sólo un breve comunicado emitido por la Secretaría de Relaciones nos informa de la solidaridad de México con el propósito de buscar la negociación para la paz. Se sabe que AMLO se ha opuesto a aplicar sanciones a Rusia, que evita referirse a la invasión por parte de ese país y que ha propuesto un plan para negociar la paz, desafortunadamente sin ir acompañarlo de la actividad diplomática necesaria para darle alguna viabilidad.
Es poco probable que de la reunión de Arabia Saudita resulte algo más que la reiteración por parte de Zelenski de sus argumentos para convencer a los mencionados países indecisos de cambiar su posición. Dichos argumentos, basados en su convicción que defender a Ucrania es defender la democracia en el mundo, no tienen fuerza suficiente para modificar a quienes lo ven desde otra perspectiva.
Para numerosos países del llamado Sur Global el destino de la guerra en Ucrania está relacionado con una reconfiguración de las relaciones de poder internacionales en la que ellos tienen algo que decir y de la que, desde luego, no se pude excluir a China. No es pues un asunto que sólo concierne a los países de la OTAN y la seguridad en Occidente.
Lo anterior no significa que sea trivial tener ese encuentro. Permite tomar conciencia de las implicaciones de una guerra prolongada y las condiciones para que ésta se mantenga. Las dudas sobre su financiamiento por parte de grupos republicanos en Estado Unidos es un importante factor a tomar en consideración.
La guerra ha traído a la superficie cuestiones, como el uso de armamentos que han sido condenados por razones humanitarias, lo cual resta valor moral a quienes las usan, sean la OTAN, Ucrania o Rusia.
La enorme incertidumbre sobre los tiempos que llevaría ganar en el terreno militar a Ucrania, o desmoronar internamente el régimen de Putin, invitan a establecer con urgencia un grupo de trabajo, bajo los auspicios de la ONU, que inicie conversaciones sobre los puntos inevitables que se deben negociar. Es una tarea difícil y de largo plazo que contribuiría a tener mayor claridad sobre hasta dónde se puede pactar la paz y poner fin a una guerra de consecuencias tan devastadoras.