Fin histórico del PRI; con Beatriz muere el viejo partido Jurásico
Carlos Ramírez
A mediados de 1985, el ensayista Gabriel Zaid escribió un texto en la revista Vuelta de Octavio Paz para ensayar los “escenarios sobre el fin del PRI”. Y en la misma edición, el propio Paz señalaba que el PRI había cumplido su misión y que tendría que hacerse a un lado para la exploración de caminos democráticos.
Con la lentitud de un paquidermo, el PRI está tardando 38 años en encarar el fin histórico de su existencia. La participación del tricolor en el Frente Amplio de México representa el agotamiento final del viejo PRI como mezcla oximorónica de las ideas populistas y reaccionarias.
Como se presentan las cosas, el PRI se encuentra en la actualidad en la antesala de su disolvencia como partido histórico de la Revolución Mexicana, aunque fue el presidente Carlos Salinas de Gortari el que enterró a ese PRI en 1992, con la complicidad de Luis Donaldo Colosio, al desaparecer de sus documentos básicos el concepto de “Revolución Mexicana” y meter con calzador la tesis –por decirlo de algún modo— de “liberalismo social” que no fue otra cosa que el neoliberalismo brutal de mercado.
La maniobra del actual presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, para sacar por la fuerza a la precandidata priista Beatriz Paredes Rangel –la última pieza jurásica del PRI– de la contienda por la candidatura opositora, tuvo el único objetivo de hacer un lado al priismo y subordinarlo a los intereses ideológicos del PAN de Marko Cortés y del bloque derechista-ultraderechista de Claudio X. González y con este paso borrar toda la fuerza política del tricolor en cualquier tipo de competencia electoral.
El PRI terminó de ser aplastado en la política por Morena en las elecciones de gobernador del Estado de México y aparece en el cogobierno con el PAN y el membrete del PRD ultraderechizado por los Chuchos, Ortega y Zambrano, como comparsas de la nueva correlación neoconservadora que está construyéndose para confrontar la continuidad de Morena por seis años más.
Ante la certeza de que Paredes no podría desbancar a Xóchitl, el dilema del PRI se presentó en dos opciones en encuestas y votación interna primaria: sacar 20% o menos y con ello mandar al PRI al sótano de cualquier tipo de negociación de posiciones electorales para el 2024 y las posteriores o apostarle a un 35% o más que le daría más ventajas en el reparto del poder. En la segunda opción, el problema era que el PRI populista estaría en posibilidad de reconstruir el partido, pero con el costo político de que este PRI reoxigenado no encajaría en el bloque derechista PAN-X.
La actual dirigencia priista nunca se imaginó que Paredes iría acumulando tendencias electorales y de apoyo de los viejos priistas que siguen en las bases esperando el regreso del populismo del nacionalismo revolucionario, sobre todo porque esas corrientes sobrevivientes no se aparecieron en las votaciones locales de gobernador. Sin embargo, la figura de Paredes –con todo y sus contradicciones y pasivos de sumisión– reactivó quizá la última oportunidad del viejo PRI para tratar de reconstruir una corriente con capacidad para regresar a las viejas decisiones populistas.
El pacto de la actual dirigencia del PRI con el PAN y el Señor X. había sido muy claramente establecido: una alianza partidista neoderechista condicionada a la candidatura de una figura panista garantizadamente conservadora, Santiago Creel Miranda o ahora Xóchitl Gálvez Ruiz, a partir del hecho de que el PAN y el bloque del Señor X. representan la corriente neoconservadora que está dominando el espectro político nacional, pero se les apareció la populista Paredes.
La reacción del presidente nacional del PRI para anunciar y operar la declinación de Paredes –a pesar de su resistencia– no es más que el cumplimiento de la nueva correlación de fuerzas ideológicas que está convirtiendo al PRI en un partido en disolvencia como el PRD cardenista. En adelante, el PRI será una comparsa menor en la alianza PRIAN que definirá las candidaturas legislativas y de gobernadores para el 2024, lo que representaría el anuncio inocultable de que el PRI ya no representa ninguna fuerza determinante de tipo político en México y pasaría a la condición de un partido de la chiquillería con objetivos sólo de mantener porcentajes que garanticen dinero público para su funcionamiento minoritario.
Lo que parece quedar claro es que este escenario sobre el fin del PRI fue interrumpido por la precandidatura de Paredes, pero el PAN y el Señor X. ya dieron un manotazo en la mesa de acuerdos con el PRI.
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