Orden internacional en transición: la ampliación de los BRICS
Olga Pellicer
El último decenio del siglo XX se caracterizó por el dominio de los Estados Unidos en la escena mundial. El fin de la Guerra Fría dejó a ese país como un triunfador de tal calibre que analistas de las relaciones internacionales consideraron que se había llegado al “fin de la Historia”.
Tal supremacía se debilitó rápidamente a partir de la Gran Recesión de los años 2008-2009, una de cuyas consecuencias fue hacer evidente el gran adelanto que había experimentado China. Su fuerte presencia económica en regiones anteriormente dominadas por Estados Unidos; su veloz crecimiento económico que la convirtió en el productor de manufacturas más importante del mundo; su dominio de tecnologías de punta y la modernización y crecimiento de su sector militar la convirtieron en el gran rival de los Estados Unidos, en franca disputa por la hegemonía mundial.
A la sombra de esa disputa, los países más desarrollados del llamado Sur Global comenzaron a estructurar sus propósitos y reclamos para participar de manera más activa en el orden geopolítico que se está configurando. El término de un mundo multipolar empezó a generalizarse, sin demasiada precisión sobre qué significado tenía y cómo se expresaba en nuevas relaciones de poder.
La guerra de Ucrania contribuyó a galvanizar los propósitos y reclamos de los países de desarrollo intermedio. A pesar de la condena casi unánime a Rusia en la Asamblea General de la ONU por las violaciones al derecho internacional que representó la invasión de Ucrania, pronto se manifestaron las diferencias existentes entre el bloque de la OTAN encabezado por Estados Unidos y el sentir de otros países que por diversos motivos ven con enorme preocupación los efectos de una guerra prolongada.
El llamado para un alto al fuego y la búsqueda de negociaciones para alcanzar la paz aglutinó a diversas personalidades y líderes políticos. El Papa Francisco envió un representante personal a dialogar para eso fines a Kiev y Moscú; el presidente de Sudáfrica organizo una delegación de seis países africanos para encontrarse separadamente con el presidente Zelensky y el presidente Putin a fin de buscar “una solución pacífica al conflicto devastador”. Asimismo, enviados especiales de China y Brasil han llevado conversaciones en diversas partes del mundo presentando propuestas concreta que pavimenten el camino para iniciar negociaciones.
Mención especial merece el caso de Arabia Saudita cuyo papel como mediador encargado de tender puentes para que permitan dialogar y trazar hojas de ruta que abran la puerta a intercambios de opiniones y propuestas favorables a solucionar conflictos ha adquirido gran notoriedad. Es vista, conjuntamente con otros países como Turquía, una pieza valiosa para mover piezas en el nuevo ajedrez de la geopolítica mundial.
En resumen, ha ido tomando forma una reconfiguración de las relaciones de poder internacional en la que hay una presencia cada vez más estructurada de países de desarrollo intermedio. Sus puntos de vista, reclamos y propuestas constituyen un dique de proporciones diversas y resultados todavía imprevisible que, sin embargo, ejerce ya un contrapeso innegable a la dominación del bloque occidental encabezado por la OTAN y Estados Unidos.
El contexto anterior es el telón de fondo en que ha ocurrido la ampliación de los BRICS calificada por el conocido analista latinoamericano de las relaciones internacionales, Andrés Serbín, como “Un giro copernicano en el sistema internacional” (26-08-2023).
En su versión inicial, en el 2009, los BRICS (Brasil. India, Rusia y China) fueron identificados como los cuatro países cuya dimensión territorial, población, crecimiento económico y atracción de inversión extranjera los convertiría en los países de mayor peso económico mundial para 2050.
Las expectativas y múltiples reflexiones que acompañaron el nacimiento de los BRICS, a quienes se unió Sudáfrica en el 2010, disminuyeron en los años siguientes por los problemas tan diverso que ocurrieron al interior de sus miembros. Brasil perdió su imagen de gran promesa económica después de la crisis que resultó, entre otros motivos, por los gastos excesivos efectuados durante las olimpiadas. Rusia entró a un periodo de tensiones y aislamiento de los países occidentales después de la invasión de Crimea en el 2014; China fue el motor que mantuvo vivo el objetivo de cooperación, desarrollo económico e independencia de las estructuras económicas dominadas por Occidente. A ello contribuyó con la creación del Banco de Desarrollo y las propuestas para la desdolarización de las relaciones económicas internacionales a través de un sistema financiero que utilice monedas de cambio diversas. Aunque dicho propósito aún no se logra, el objetivo sigue teniendo un lugar importante en su agenda.
La ampliación tiene objetivos y ocurre en situaciones políticas muy distintas a las existentes cuando se crearon los BRICS. Vienen a fortalecer un proceso, que ya estaba en marcha, dirigido a contener el dominio de Estados Unidos.
En su nueva versión, desde enero del del 2024 se incorporan a la organización seis nuevos miembros: dos países de África, Egipto y Etiopía: uno de América Latina, Argentina; el conjunto de los países del golfo Pérsico: Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos e Irán. En términos de capacidad energética, recursos financieros y valor estratégico los últimos tienen un gran significado.
Termino con un apunte rápido sobre dos aspectos de la nueva organización que mayormente llaman la atención. El primero es el grado en que China ha adquirido mayor hegemonía, aunque en términos distintos a lo que representa la de Estados Unidos. Para la primera cuentan los aspectos económicos y no se toman en cuenta aspectos centrales de la narrativa del segundo como la democracia y los derechos humanos.
De otra parte, llama la atención la pluralidad de los miembros y de sus causas. Por ejemplo, las intenciones de Brasil, Argentina o la India no son entrar en conflicto directo con Estados Unidos, con quien comparten intereses importantes muy conocidos. Su anhelo tiene que ver con obtener mayor reconocimiento y relevancia en las instituciones y encuentros internacionales. Su preocupación por la desigualdad y los efectos negativos de los modelos económicos occidentales son reclamos centrales del Sur Global que ellos expresan bien.
El mundo en transición avanza, así, hacia esquemas más diversos, flexibles y contestatarios de los que habíamos conocido. ¿Cómo puede participar México en tales esquemas?.