La ultraderecha regresa, pero nunca se fue
Bernardo Barranco V.
El debate sobre el ascenso de la ultraderecha en el mundo y México es candente, incursiona en torno a dos visiones diferentes: ¿estamos ante un “regreso conservador radical” o la ultraderecha siempre ha estado ahí y ahora está legitimada por las democracias modernas? Es decir, la ultraderecha ha ganado carta de ciudadanía en la plaza pública y ya no es condenada como en el pasado. Aunque parezca contradictorio, sostener que la extrema derecha está regresando y al mismo tiempo que nunca se ha ido, es una afirmación contradictoria, pero es válida como hipótesis de trabajo.
La sociedad mexicana en general es conservadora, más de lo creemos, pese al avance de minorías pro derechos. Siguen siendo temas controversiales el aborto y la adopción de niños de parejas igualitarias, por ejemplo. Ahí la ultraderecha católica se desgarra las vestiduras. Dichas raíces radicales en México se remontan al movimiento social cristiano del siglo XIX que posteriormente enarbolaron de manera extrema los cristeros en la guerra 1926-29.
El conservadurismo radical, a nivel internacional, no surgió con Ronald Reagan, Margaret Thatcher, ni con Donald Trump. Comienza de nuevo, al final de la Segunda Guerra Mundial, después de la derrota del nazismo y el fascismo. Paulatinamente estas corrientes han venido cosechando éxitos, legitimidad, y también han sufrido reveses.
Las derechas radicales han venido aclimatándose a las nuevas circunstancias, han cambiado sin dejar de ser lo mismo. Las crisis económicas y sociales han sido su mejor caldo de cultivo. Se reconocen como patriotas de nuevo cuño, neonacionalistas, soberanistas, entre otros adjetivos.
El ascenso y diversidad actual de las ultraderechas en el mundo, incomodan los axiomas absolutos del fenómeno. No existen definiciones precisas universalmente aceptadas, concurren acuerdos elementales entre los académicos sobre los rasgos comunes entre los partidos que exclaman ciertos nacionalismos primarios, nativismos, diversas formas de racismo, xenofobia y religiosidad fundamentalista. Tienen vínculos con movimientos que practican enfoques violentos, abusivos y antidemocráticos.
Entre los altibajos que experimentó la extrema derecha en el período de posguerra, algunos historiadores han identificado tres “olas” durante las cuales la extrema derecha capitalizó.
Siguiendo el trabajo de Davide María De Luca, la primera ola es la “nostálgia”, que formaron los veteranos de los viejos regímenes fascistas inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial. Una añoranza ideológica de tiempos idos. En el caso mexicano, es la melancolía de un régimen de cristiandad y de una revancha católica frente a los liberales del siglo XIX y las leyes de Reforma.
La segunda ola se desarrolló a partir de finales de los años cincuenta, bajo la atmósfera de la guerra fría, se gestaron posturas anticomunistas, populistas y rechazos antisistemicos como la antipolítica. Pero sobre todo las ultraderechas centraron su retórica en el anticomunismo. En México surgen organizaciones urbanas como el Muro, Guía y el temible Yunque.
La tercera ola es la más contemporánea y podemos identificarla a través de sus éxitos electorales. Ahí están Fratelli d’Italia, de Giorgia Meloni; el Fidesz-Unión Cívica Húngara, de Viktor Orbán; Santiago Abascal con Vox, en España; el Frente Nacional, de Marine Le Pen, en Francia; el Partido Social Liberal de Jair Bolsonaro, de Brasil, y desde luego Donald Trump, en Estados Unidos. Hay matices y diferencias entre los radicalismos, en común rechazan obsesivamente el Foro de São Paulo. La ultraderecha ha adoptado la vía electoral para abrirse camino al poder. Sorprende que el ultraderechista y violento Eduardo Verástegui, quien no tiene ninguna posibilidad de alcanzar la presidencia como candidato independiente, alcance un número superior al 7 % en las encuestas presidenciales.
El paradigma ha sido el éxito de Frente Nacional en Francia en los años 1980. El partido de la derecha radical liderado por el ex militar, negacionista del Holocausto y antisemita Jean-Marie Le Pen, padre de Marine Le Pen. El Frente Nacional nació de la alianza de numerosos pequeños grupos de extrema derecha y uno de los factores de su notoriedad fue precisamente renovar su imagen de la nostalgia explícita por el fascismo.
A través de CitizenGo, organización española vinculada la Yunque mexicano, según las revelaciones de Wikileaks, la red se extiende a 60 países. Es poderosa y se dedica a la formación de cuadros, financiamiento y la construcción de partidos políticos radicales. Los españoles, deploran en México, una extrema derecha de clóset. Es una afirmación debatible, pues siempre han existido organizaciones extremas que utilizan la secrecía para para crecer en las penumbras del tejido social. La derecha más extrema existe, está incrustada desde hace décadas en los aparatos de gobierno, en los organismos empresariales, en universidades, en organismos de la sociedad civil, en medios de comunicación, en congregaciones religiosas, como los legionarios de Cristo, el Opus Dei y sobre todo en los Cruzados de Cristo Rey, el brazo sacerdotal del Yunque.
Todo indica, en la línea de tiempo, que Vox es hijastro del Yunque mexicano. Vox nace bajo el amparo de HasteOir y CitizenGo, organizaciones arropadas, financiadas y facturadas por el Yunque. La gran diferencia es que Vox ha logrado agrupar una base social amplia que le permitieron ser una potente fuerza electoral de España. Sin embargo en las últimas elecciones de 2023, han tropezado y perdido simpatizantes.
No podemos dejar de lado algunas de las agrupaciones de la sociedad civil convocadas por Claudio X González. Desde un inicio, la asociación “México Sí”, encabezada también por Gustavo A. Son organismos militantes de ultraderecha. Inicialmente se presentó como una oposición social contra la 4T integrada por 534 organizaciones y 50 mil 131 personas registradas. Con un logo parecido al usado años atrás por el dictador chileno Augusto Pinochet, aparecen numerosas organizaciones vinculadas al Yunque, como el Frente Nacional por la Familia, la Unión Nacional de Padres de Familia, la Red de Líderes Católicos, Fundación Carlos Abascal, Alianza de Maestros AC.
Impera la inquietud de que las ultraderechas amenacen la democracia moderna porque sus raíces son tóxicas, y enarbolan propuestas sociales autoritarias y excluyentes.