El Presidente y sus juguetes
Juan Ignacio Zavala
Esta semana nos enteramos del primer vuelo de la aerolínea militar que puso a volar el presidente López Obrador. Como todo lo que hace este gobierno, el resultado del primer vuelo fue algo chusco. Un vuelo que iba a Tulum terminó aterrizando en otro lado. La información, como siempre, es confusa: unos dicen que se perdió; otros, que había malas condiciones climáticas y que por eso no aterrizó en el destino. Como sea, el resultado fue de comicidad involuntaria, algo a lo que nos tiene acostumbrados la llamada cuarta transformación.
Por un lado, es normal que algunos intenten descifrar qué razones llevan al Presidente a lanzar una aerolínea a competir con las aerolíneas privadas. Sabemos que el Presidente siente una nostalgia por el pasado nacionalista del país. Le gusta lo que pasaba, lo que había hace décadas. Trenes, aerolíneas, laboratorios, televisiones, energía, zapatos, todo nacional, todo hecho en México. Esa nostalgia presidencial nos ha salido cara. No es extraño que el Presidente se aventure con empresas. Para López Obrador cualquier cosa, obra, oficio o tarea que tenga cierta complejidad le parece de una sencillez básica y entonces procede a hacer algo con los militares para demostrar que, en realidad, la dificultad de tal o cual cosa es un engaño más de las fuerzas del mal disfrazadas de empresarios y de conservadores. Es el rey Midas petatiux. Todo lo hace chafa.
El afán de destrucción del Presidente va de la mano con el de tener. Tener cosas tangibles que demuestren que él trabajó, que hizo cosas, que el país se transformó y para eso tiene aviones, trenes, farmacias. Como si tuviera juguetes: el trenecito, el avioncito, la pista. Se sube al tren, se sube al avión, muy pronto se va enfermar para ir a comprar medicinas a la megafarmacia “más grande del mundo” –le encanta el superlativo para hablar de sí mismo y de sus obras: “El AIFA es de las obras más importantes del mundo”; “México es la primera potencia cultural del mundo”, y cosas por el estilo–.
Jordan Peterson, un intelectual de gran influencia en los jóvenes y que hay que leer con adecuada distancia, dice que “los hombres suelen estar interesados en cosas, y las mujeres, en personas. En los países escandinavos hay muchos ingenieros y muchas enfermeras, y es consecuencia de la libre elección…”. Nuestro Presidente viene a confirmar el dicho de Peterson.
Quizá con la llegada a la Presidencia de Claudia o de Xóchitl, el estilo cambie y tengamos a alguien con mayor calidad y trato humano que el que hasta ahora ha desplegado este nostálgico de los juguetes que tuvo de pequeño.