A falta de talento… expropiación

Gabriel Reyes Orona

Contando con arcas públicas formadas a lo largo de décadas, el presidente decidió emprender lo que él llamó un proceso de transformación, cuyo claro objetivo es regresar al pasado, en el que prevaleció un gobierno paternalista que no tuvo efectivo rival electoral. Esto es, el subsidio fue el eje de la acción pública, a sabiendas de que se trata de un camino corto que se paga muy caro a la larga. El que lo toma capitaliza los beneficios, a sabiendas de que sus sucesores cosecharán el desastre. Sin titubeo alguno, fue el derrotero que marcó para su gestión el de Tepetitán.

La furibunda, pero decidida, impreparación del Ejecutivo Federal determinó que todo su equipo se volcara en favor del sensacionalismo, haciendo a un lado la preservación de condiciones que mantuvieran el rumbo hacia el desarrollo.

Hoy no se busca ofrecer a los mexicanos avances significativos que nos acerquen a los países que integran el primer mundo, se desprecia la tecnología y se apuesta a desmedidas obras de infraestructura, aunque, desde su planeación, acusen evidente inviabilidad. El aeropuerto y la Línea 13 del Metro, denominado Tren Maya, no llegarán lejos, apenas hasta donde los enormes subsidios y transferencias permitan que operen. Con el tiempo, el primero será una gran terminal de carga, excedida e ineficiente, y las vías del segundo serán tragadas por la selva.

La absurda dilapidación del erario federal alcanza proporciones delictivas, por lo que resulta vital el mantener el poder, sin embargo, no estará al alcance de la siguiente administración financiar los delirantes espejismos, ya que fue todo un lustro dedicado a crear boquetes al presupuesto, y no alcanzará a cubrirse, siquiera, el voraz consumo de recursos que ocasiona el asistencialismo. El tabasqueño no sólo lo sabe, sino que ha diseñado los programas de forma que nadie más los pueda pagar, y no falte quien añore las dádivas. Piensa que la desatención de los programas enaltecerá su imagen, por eso, ha sentado las bases para que ello suceda.

Hay quienes piensan que podría sucumbir ante la tentación de la reelección, pero él mismo cerró esa posibilidad, sabe perfectamente que es cuestión de tiempo para que todo se desmorone, y ni en sueños pagará los platos rotos. Él apostó a un solo sexenio, dado que busca, antes que cualquier otra cosa, pasar a la historia. Su avanzada edad, su maltrecho estado de salud, pero, sobre todo, su hoy advertida incapacidad para mantener el engaño por más tiempo, lo hace ansiar el retiro.

Su gran preocupación, claro, es que la maldición del último año lo alcance. Teme que suceda algo que lo hunda, y que le robe un lugar de privilegio en los libros de texto. Por eso, a diferencia de los años anteriores, estará atento a lo que le diga su cortesano gabinete. La primera muestra es la expropiación, que, a destiempo, llevó al cabo de una planta de producción de hidrógeno . Bartlett lo engañó desde el primer día, no sólo respecto a su supuesta capacidad para dirigir y administrar una empresa, sino en cuanto a que se acomodaría al proyecto de la 4T. El desfalco en la CFE es colosal; la destrucción de valor irreversible, y el retroceso en el sector de proporciones históricas.

Tuvo que dedicarse a rescatar la derruida estructura de transmisión y distribución, pero, en su lugar, se puso a inventar proyectos en los que sus cercanos llenaran las alforjas.

Lo que sucede en Pemex es a tal grado aberrante, que no se sabe si pudiera ser el libreto de una tragicomedia, o simplemente la bitácora de un manicomio, en el que nadie sabe quiénes son los pacientes, ni quién se encuentra a cargo. El problema es mucho mayor a lo que se ha podido saber, han blindado el más grande atraco a las finanzas públicas de la historia reciente. Aunque hay que decir que en el hoyo negro denominado Dos Bocas, pura lengua Tabasco, cooperó, de manera decidida, la secretaria de Energía, a quien más vale hacerse de fuero. Lo que sucede en altamar, con el conocimiento, tolerancia y hasta complicidad del consejo de administración, podría ser el mayor escándalo de corrupción de lo que va del siglo XXI.

La frase preocupante que emplea el de Macuspana es: ya no queda tiempo. De forma que llegó la hora para medidas desesperadas como lo es la expropiación, la censura, el decomiso, la confiscación y otras figuras que están en el inconsciente de todo autócrata. Dice que no hay cortapisa a la libertad de expresión, cuando pasó de negar la venta de papel, a exhibir a quien opina en su contra en la picota que instauró en el salón de la Tesorería.

Será el más pobre sexenio en crecimiento promedio del PIB, pero eso no será todo, aún no comienza el proceso de acercamiento de costas en el comercio internacional, cuando ya comenzó a arrebatar violentamente instalaciones que su equipo no pudo desarrollar. Poco se sabe, pero todo comenzó con el típico proceso autoritario de venta forzada, el cual desembocó con un decreto expropiatorio.

Reprobable medida, que será debatida en tribunales, pero es sólo el comienzo, ya que es claro que ahora la caterva de ineptos que le acompañan se quejará de todo aquello que, a su no ilustrado parecer, le impidió brillar. Harán fila, para tomar una medida abrupta y atrabiliaria que les dará el fugaz brillo del oropel que la arbitrariedad compra.

Ahora, más que nunca, les estorbará el Poder Judicial, ya que, aunque tardíamente, han advertido que la tibia connivencia con la que actuaran bajo el mando del ministro en fuga, Arturo Zaldívar, sólo les trajo desprestigio. Claro, podrán seguir escarbando, después de haber tocado fondo, pero también existe la posibilidad de que salga a relucir la dignidad, y hagan uso de las potestades que, por alguna razón, algún presidente le obsequió, aunque lo hubiera hecho para que la usaran en protección de lo éste hubiere decidido.

Hay integrantes de cortes que son beneficiarios de una larga tradición de congruencia, solidez y seriedad, por lo que se hacen de una reputación envidiable al momento de ser togados, sí, la heredan simplemente, pero hay otros, a quienes les toca aportar a esa brega, y lejos de ser pasivos beneficiarios, les toca ser activos protectores de los derechos fundamentales.

Después de varias décadas, en la que todo tipo de ujieres de presidentes pudieron gozar de una inmerecida distinción sobre el resto de los mortales, hoy, a quienes fueron llamados a una descansada posición antes de ser opulentamente retirados, les tocó vivir un momento de definición, entregan la plaza u honran una encomienda constitucional. Los más, llegaron ahí envueltos en una falaz transformación, siendo la quinta falange creada para destruir a la SCJN, pero no es el caso de todos. No habrá tiempo para medias tintas, serán ministros o no. El vergonzoso paraje en el que se encuentra Zaldívar aún tiene espacio para unos más.

El talento de administrar un gobierno no se gana en protestas callejeras, ni despepitando insultos y denostaciones desde la curul o la tribuna. Tampoco suplantando a la inexistente izquierda en México. Lo han dejado bien claro quienes se han hecho del gobierno.

El trabajo por ‘deslegislar’ barbaridades tomará más de un sexenio. Reintegrar lo robado de las arcas públicas décadas. Pero los nueve meses siguientes serán los más relevantes que haya vivido la SCJN desde la guerra civil que llamamos la revolución mexicana.

No hay que esperar a que africanicen los puestos judiciales, si la Corte decide mantener los impresentables plazos que toma para decidir asuntos, o, si los sigue amontonando para resolver sobre “resúmenes” de agravios, habrá fallado. Pasarán quienes integran su pleno, a ser parte de la infame clase política que nos colocó en vías del subdesarrollo, pero, sobre todo, quienes dieron cabida a un caótico paso del estado de derecho al estado de desecho.

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