“No ando muy bien de la cabeza”: los “vacíos craneales” de Rubén Rocha
Álvaro Aragón Ayala
Nadie le pidió la confesión, sin embargo, confesó. El gobernador Rubén Rocha Moya reveló que “no ando muy bien de la cabeza”, lo cual, unido a otras declaraciones en torno a su salud, lo colocan al borde de la locura senil, al Alzheimer o alguna otra enfermedad mental que lo induce, como si se tratara de un verdadero sociópata, a destruir todo lo que toca o a contaminar sus entornos con los tufos de su violencia verbal, política y judicial.
En la primera Semanera del mes de diciembre del 2023, Rubén Rocha, quien le pega ya a los 75 años de edad, confesó que su mayor éxito en la vida sería terminar vivo en su función de gobernar, desatando una serie de especulaciones en torno a su estado de salud debido a sus “vacíos craneales”, el hilván perpetuo de dislates y los trastornos de despersonalización/desrealización en los que constantemente cabalga para criminalizar por criminalizar a quienes el llama sus opositores o “enemigos del Estado”.
Este lunes, más enloquecido que nunca, quizá porque logró que el acosador sexual, ya conocido en Morena Nacional como “el erótico electoral” por haber sido exhibido masturbándose en un video sin marca registrada, se tomara varias fotos “quemando” a la candidata presidencial Claudia Sheinbaum Pardo, amaneció repartiendo acusaciones, curándose en salud y exonerando de toda culpa a sus hijos cachados en escandalosos casos de corrupción –cartelrocharuiz.com -.
En el clímax de su locura, dijo que el Partido del Trabajo le quiso vender la candidatura a diputado, luego sacó una encuesta con la que, napoleónicamente, pretende apoderarse del escenario político-electoral, adjudicándose demencialmente altos porcentajes de aceptación social y casi borrando del mapa a los partidos PRI, PAN, PRD y PAS, datos que se cayeron, porque el mismo, ahí, en la Semanera confesó que “resulta que no creas que no ando muy bien de la cabeza”.
Enfermo de poder, víctima del “Síndrome Hubris”, trastorno que se caracteriza por generar un ego desmedido y desprecio por las opiniones y necesidades de los demás, Rubén Rocha Moya volvió a atacar de manera demencial a los directivos de la Universidad Autónoma de Sinaloa, encolerizado porque no le han cedido el control de la institución y porque los jueces locales no han podido meter a la cárcel a las autoridades uaseñas y porque los abogados descubrieron que el gobernador fabrica demandas penales que lo exhiben como un perverso.
Rubén Rocha Moya padece diabetes y el virus del Covid-19 lo atacó tres veces. En su árbol genealógico figura Pablo, uno de sus hermanos, con graves problemas de Alzheimer. En sus conferencias y entrevistas banqueteras tiene arranques violentos y recurre constantemente a la descalificación, el insulto y la criminalización de sus opositores, reflejando los rasgos de un sociópata dispuesto a matar para cumplir sus caprichos.
David Owen, médico, quien en los años setenta fue ministro de Exteriores del Reino Unido, publicó un libro en el que repasa las enfermedades de los principales jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años (En el poder y en la enfermedad, Siruela). Su conclusión es que pocos líderes consiguen la aprobación de la salud perfecta.
En un artículo publicado en el 2009 en la revista Brain, junto a Jonathan Davidson, profesor del departamento de Psiquiatría y de las Ciencias del Comportamiento en la Duke University, en Dirham (EE.UU.), Owen llegó a la conclusión de que la mitad de los presidentes estadounidenses entre 1776 y 1974 ha padecido trastornos psiquiátricos. Los más comunes: depresión, ansiedad, trastorno bipolar y dependencia del alcohol. En uno de cada tres casos, estos problemas “fueron evidentes a lo largo del ejercicio de su mandato”. Algún ejemplo: Theodore Roosevelt (trastorno bipolar), Wilson y Hoover (trastorno depresivo grave), Nixon (abuso de alcohol) ¿Es entonces el oficio de gobernar malo para la salud?
Rubén Rocha ya confesó: “no ando muy bien de la cabeza”, dijo. Falta entonces que un psiquiatra especifique cuál es su trastorno metal. Si es esquizofrenia, principios de Alzheimer, encefalitis, demencia, enfermedad de Creutzfeldt-Jakob o que determine si la sociedad sinaloense tiene o no como gobernador a un sociópata. El caso es que no está bien del cerebro ¿Quién de los sinaloenses no se ha percatado en las Semaneras de que al gobernador se le olvida de lo que está hablando?