AMLO frente a Maquiavelo
José Antonio Crespo
López Obrador siempre se ha presentado como un antimaquiavelista; dice que los fines no justifican los medios, que por encima del dinero y el poder están la moral, los valores, los principios, la genuina preocupación por los demás, etcétera. Pero en los hechos es un fiel seguidor de los consejos que daba Maquiavelo a los políticos que quieren acceder, preservar e incrementar el poder político. ¿Qué diría el florentino sobre la personalidad y el estilo personal de hacer política de AMLO?
Por curiosidad, intenté el método que usaba Francisco Madero para comunicarse con espíritus del pasado, y el que utiliza hoy AMLO para conversar con don Benito Juárez, para llamar al gran filósofo florentino. Y cuál fue mi sorpresa que se presentó. Desde luego, le pregunté qué pensaba de AMLO, y me respondió que reúne muy bien las características que él había concebido en el político eficaz; uno que, sabiendo que la moral y la política no se llevan nada bien, está dispuesto a hacer a un lado sus valores y principios morales, pues de lo contrario sus posibilidades de triunfar son mínimas. Un político que está dispuesto a mentir, robar, traicionar, y en ciertas condiciones, cosas peores, tiene mejores oportunidades de ascender. El político honesto tiene mucho más dificultades para escalar en el poder. Probablemente se quedará en el camino muy pronto por las trampas y zancadillas que otros, sin escrúpulo alguno, le meterán.
Pero AMLO también ha seguido el consejo de Maquiavelo de presentarse ante las masas como un hombre honesto, justo, sincero, austero, altruista e incluso religioso. Eso lo recomendaba el florentino pues muchos de quienes lo oyen lo creerán (en parte, aclara el escritor, porque quieren creerle). En eso consiste la eficacia política, lo que no significa que eso se traduzca en un buen gobierno. Suele ocurrir, incluso, que un buen demagogo sea, por eso mismo, un pésimo gobernante. Maquiavelo lo vio en la historia anterior a su época, y seguro lo ha visto también en la que ocurrió tras su muerte. Los demagogos entusiasman, a las masas pero suelen terminar arruinando a sus sociedades.
También me comentó Maquiavelo que muchos han confundido ser un buen comunicador con ser un buen engañador; el primero es capaz de persuadir a quien no piensa igual que él de que tiene la razón, a través de argumentos racionales y convincentes. En cambio el demagogo logra engañar a quienes se identifican con él, les despierta distintas emociones (rencor, odio, resentimiento pero también esperanza), y les hace creer lo que sea, pero difícilmente tiene argumentos para convencer a quienes le han perdido la confianza o piensan distinto a él. Es justo lo que vemos hoy con AMLO, quien incluso afirma que no pretende convencer a sus adversarios (pues no tiene con qué, mientras que sus feligreses no necesitan pruebas ni argumentos; le creen con fe ciega). Esa es la diferencia que apunta el florentino.
Me recordó también cómo la fortuna suele jugar un papel importante en la política; al margen de la habilidad o destreza del político en función, pueden ocurrir sucesos fuera de su control que lo impulsarán o lo arruinarán, según el caso. Respecto de AMLO, los astros se le alinearon en 2018, a diferencia de 2006 y 2012, tanto por el hartazgo masivo con el PRI y el PAN, como con el pleito entre Anaya y Peña Nieto que le tendieron al tabasqueño un tapete rojo para su espectacular triunfo. Desde luego, él puso su parte ofreciendo una utopía y poniendo de frente a gente moderada, para hacer creer que él también lo sería.
Finalmente, Maquiavelo me recordó que precisamente por el carácter de la política y los políticos más exitosos, su ambición de poder y ausencia de valores, lo que más conviene a los demás ciudadanos es la democracia, para limitar y prevenir en lo posible el abuso de quienes gobiernan. Es que Maquiavelo, además de ser un consejero de los políticos, fue un demócrata cuando pensaba en el interés los ciudadanos y no en el de los príncipes.
Con información de El Universal