El miedo y la violencia electoral
Caleb Ordóñez
¿Qué es el miedo? Es una respuesta fundamental del cuerpo humano ante percepciones de peligro o amenaza, desencadenando una serie de reacciones fisiológicas que preparan al organismo para enfrentar o huir de la situación adversa.
Cuando el cerebro detecta una amenaza activa el sistema de respuesta al estrés, liberando hormonas como la adrenalina y el cortisol. Estas hormonas aumentan la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la respiración, mientras que dirigen el flujo sanguíneo hacia los músculos para aumentar la fuerza y la velocidad de reacción.
Al mismo tiempo, el cuerpo puede experimentar sudoración, temblores y dilatación de las pupilas, preparándose para una acción rápida. Además, el miedo puede desencadenar respuestas emocionales como la ansiedad y el pánico, afectando la capacidad de pensar con claridad y tomar decisiones racionales. Estas reacciones son evolutivas y han sido moldeadas a lo largo de millones de años para garantizar la supervivencia de los individuos frente a amenazas potenciales.
Sin embargo, en la sociedad moderna, el miedo también puede ser desencadenado por estímulos psicológicos, como el miedo a la violencia o la incertidumbre que crea un futuro desconocido, lo que puede generar un impacto significativo en la salud física y mental de las personas.
Y así está la gran mayoría de los mexicanos, enfrentando el recrudecimiento de la violencia en todo el país.
El temor no solo reina entre los ciudadanos “de a pie”, sino que incluso los candidatos políticos -sin importar el partido- sufren este flagelo diariamente pues, aparentemente, es sencillo asesinar a cualquiera de ellos, en este clima desconcertante.
Los focos rojos se han encendido hasta lo sumo. Las alarmas no pueden ser acalladas.
En total han sido asesinadas 51 personas durante este proceso electoral, de las cuales 26 eran aspirantes y 24 estaban relacionadas con el proceso electoral, aunque no buscaban un cargo.
Pero son cientos los casos -documentados o no- de intimidación, amenazas, ataques y secuestros. La firma Integralia Consultores contabilizó 182 incidentes de violencia política, asociados a 238 víctimas, es decir, 1.3 víctimas cada día.
Guerrero, Veracruz, Michoacán y Chiapas encabezan la lista de los estados con más víctimas. Pero el ataque fatal contra la candidata de Morena, Gisela Gaytán, en Celaya, Guanajuato, muestra que la violencia electoral está disparada y no tiene control.
Democracia temblando
Y antes de que arranque la totalidad de las candidaturas locales, es importante preguntar, ¿cuántos candidatos reciben actualmente protección del gobierno? Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad, no tiene idea. Tampoco sabe el INE, ni los gobiernos de los Estados.
El incremento de ataques a políticos ha superado el 200% mensualmente, desde enero. Apenas en febrero ya había más víctimas de candidatos que en todo el proceso electoral del 2018.
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La incertidumbre es la peor situación en la que puede vivir una débil democracia como la nuestra en tiempos electorales. México debe reconocer que vive en una profunda crisis de seguridad, donde cada uno de los candidatos está bajo la mira, en que la amenaza constante podría tenerlos aterrados; condicionados a cuidar sus promesas y cada una de sus palabras. Intimidados, con la bota en el cuello.
Nos hemos dado cuenta que a quienes matan no les interesa la bandera, el color, la ideología política o la filiación partidista. Ellos están buscando demostrar que son quienes mandan, en un país que no logra despertar de la larga pesadilla social.
Antes llamaban “el gran elector” a quienes ostentaban los poderes fácticos, aquellos sectores fuera del Gobierno que influían directamente sobre el electorado, ya fueran los medios de comunicación, la iglesia o las mega empresas, etc., los que podían ejercer cierta presión sobre las personas. Pero hoy, en esta cruenta narcocultura, aunque duela, debemos aceptar que el mayor actor que determina nuestros comicios es el crimen organizado, que tiene amordazada a la incipiente democracia mexicana.
Eso retrata el triste fracaso social. ¿Alguien tiene alguna idea de cómo detenerlos? No es necesario abrir el debate. Lastimosamente, todos sabemos la respuesta: los que deberían de asegurarnos libertad son los que sufren más miedo e intimidación.
Con información de Expansión