México y Estados Unidos: prioridades divergentes en materia de seguridad

Jacques Coste

Las prioridades de México y Estados Unidos en materia de seguridad hoy están más lejos que en cualquier momento de la historia reciente. Los objetivos estratégicos de ambos países en esta materia no sólo son divergentes, sino que está en conflicto. Son incompatibles.

Para Estados Unidos, la prioridad principal en materia de seguridad es el combate al tráfico de fentanilo y otras drogas sintéticas. En 2022, se produjeron 107,941 muertes por sobredosis de drogas en ese país, lo que resultó en una tasa de 32.6 muertes por cada 100,000 habitantes. Para dimensionar el tamaño de la catástrofe, la tasa de muertes por esta causa se cuadruplicó de 8.2 en 2002 a 32.6 por cada 100,000 habitantes en 2022.

Además, los expertos coinciden en señalar que la principal causa de muerte para los estadounidenses de entre 18 y 45 años es la sobredosis, la mayoría de las veces ocasionada por el consumo excesivo de fentanilo.

Mientras tanto, nuestro país tiene muchas prioridades en materia de seguridad antes que cortar el tráfico de fentanilo. La principal de ellas es —o debería ser— recuperar el control territorial de las regiones.

Como he expuesto en otros textos , a grandes rasgos, hay dos tipos de grupos criminales hoy en México: por un lado, están las organizaciones criminales de carácter trasnacional con grandes negocios ilícitos (sobre todo, el tráfico de drogas) que operan más bajo una lógica empresarial y que recurren al uso de la violencia sólo cuando lo consideran indispensable para sus intereses; por otro lado, hay otras bandas de menor tamaño que se enfocan en el control de territorios y la extracción de economías locales.

Estas últimas son más impredecibles, violentas y volátiles. Por supuesto, también les interesa hacer negocios y enriquecerse, pero su objetivo principal no es vender drogas, sino controlar territorios.

Estas bandas operan como un microestado paralelo en las regiones que dominan. Son quienes regulan la vida económica y social, quienes dictan las reglas no escritas y se enriquecen por medio de extorsiones de distintos tipos.

Los videos desgarradores del linchamiento de Taxco y las imágenes brutales de la extorsión a transportistas en Acapulco son ejemplos de los regímenes criminales que este tipo de bandas impone en los territorios que domina, como es el caso de todo el estado de Guerrero hoy en día.

El principal interés de estas bandas que se enfocan en la extracción de economías locales no es manejar las rutas para distribuir drogas, sino el control territorial para obtener réditos a través de distintos esquemas de extorsión, impuestos informales y dominio sobre los mercados locales: desde la venta de pollo hasta el transporte público, pasando por los bares y la prostitución.

Combatir a los grupos criminales que se centran en el control territorial y la extracción de las economías locales debería ser la prioridad máxima del Estado mexicano debido a que estas organizaciones delictivas son un infierno para los ciudadanos que las padecen. Pero para Estados Unidos el tema urgente es el tráfico del fentanilo.

Más vale que Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez estén preparadas para este desafío. Las presiones estadounidenses para combatir el tráfico de fentanilo no harán más que crecer durante las campañas electorales. Peor aún, estas presiones podrían intensificarse aún más si Donald Trump gana las elecciones, pues el Partido Republicano culpa completamente a México por el problema estadounidense de adicciones y sobredosis.

En otras palabras: los objetivos de Estados Unidos y México en materia de seguridad no podrían ser más distintos en este momento. Algunos analistas de oposición argumentan que la cooperación con Washington en materia de seguridad podría ser la solución para nuestros problemas de violencia, mientras que algunos simpatizantes del oficialismo parecen creer que la “contención de la migración” apaciguará a Washington, mientras que la pacificación del país descansa en los programas sociales para “atender las causas sociales de la violencia”.

Ambos se equivocan. Desviar esfuerzos mexicanos para cortar el tráfico del fentanilo o seguir usando los pocos recursos que tenemos para reprimir migrantes hará poco por solucionar el problema de control territorial que tenemos.

Por un lado, seguir las directrices de Washington en el combate al tráfico de fentanilo implica decapitar cárteles importantes, lo cual podría derivar en la proliferación de grupos más violentos y desorganizados. Por el otro, dedicar los esfuerzos de los cuerpos de seguridad para contener la migración redundará en más violaciones a derechos humanos de las personas migrantes y desviará la atención gubernamental de la prioridad máxima: la recuperación del territorio.

Estados Unidos no nos salvará de ésta. Si acaso, seguir sus directrices nos hundirá aún más en la violencia, el horror, la extorsión y la muerte. ¿Cómo recuperar el control del territorio y, al mismo tiempo, manejar y resistir las presiones de Washington para combatir el fentanilo? La pregunta es una bomba de tiempo y, por el bien de México, más vale que la siguiente presidenta del país la sepa responder. Desafortunadamente, no veo a las candidatas pensando en eso.

Con información de Expansión

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