El voto oculto

Pablo Hiriart

Las encuestas que prevén una victoria aplastante de Claudia Sheinbaum el domingo, por más de 20 puntos, se van a equivocar.

Han sido de tal manera concurridas las movilizaciones en los grandes centros urbanos en favor de la candidata de la oposición, Xóchitl Gálvez, que no dan espacio a una desventaja como la pintan las encuestas publicadas por los medios de comunicación más acreditados.

Es muy amplia la franja del llamado ‘voto oculto’.

Por su condición de voto oculto, no se puede medir.

Lo que sí es factible medir es el porcentaje de los que dicen estar indecisos, que es de alrededor de 15 por ciento.https://d-21875788443965666437.ampproject.net/2405160547000/frame.html

Más los cambiantes, que van de entre 10 y 15 por ciento.

Las encuestas traen una sobrerrepresentación de la intención de voto en favor de Morena. Es usual.

¿De cuánto estamos hablando? No lo sabe nadie.

Hay, por lo menos, un 30 por ciento de electores (indecisos y cambiantes) más un porcentaje de sobrerrepresentación del partido gobernante, que van a definir la elección.

Es muy ancha esa banda como para concluir que Sheinbaum ‘ya ganó’. No hay tal.

La elección se va a resolver en las urnas, y las grandes casas encuestadoras saldrán a dar explicaciones con el prestigio abollado.

Mitofsky que dirige Roy Campos, y Buendía&Márquez que publica El Universal, le dan a Sheinbaum 25 y 20 puntos de ventaja sobre Xóchitl Gálvez, respectivamente. Se van a equivocar, téngalo por seguro.

Y no se equivocan porque necesariamente tengan compromisos con Morena, su candidata o haya algo turbio.

Suelen fallar y el domingo no será la excepción.

Hay un voto oculto, de cambiantes, de indecisos, y de quienes dicen que votarán por Sheinbaum por temor a perder apoyos económicos o para evitar posibles consecuencias desagradables en sus centros de trabajo.

Nunca habíamos visto una coerción del voto de manera tan procaz a tanta gente, como ocurre en esta elección presidencial.

Jamás lo habíamos vivido desde que entramos a un régimen de democracia plena, con las elecciones de 1991.

Pero a la hora de la verdad, en la soledad de la casilla, la respuesta del votante puede –subrayo, puede– ser diferente a la que dio al encuestador que tocó la puerta de su casa.

En el porcentaje que se atribuye a Sheinbaum ciertamente hay una franja de votantes convencidos, y otros que han caído en ese nicho como parte del fraude a la ley perpetrado por el presidente López Obrador.

La encuesta de Buendía&Márquez indica que “el balance de opinión de Gálvez Ruiz (opiniones positivas menos negativas) tiene un saldo negativo importante (-14), mientras que sus adversarios tienen números más favorables, en especial Sheinbaum Pardo” (+34).

El incremento de negativos de Xóchitl hasta llegar a un saldo negativo de -14 es obra de la acción ilegal de Andrés Manuel López Obrador.

No vayamos muy lejos en los días y semanas (hay cientos de ejemplos que dan fe de la campaña personal de AMLO contra Xóchitl y quienes la postulan), y veamos ayer. Dijo que “la oposición quisiera ver al país en llamas”.

Esa aseveración no está hecha por un comentarista, candidato o dirigente de partido. Es del presidente de la República.

Se trata de una advertencia aterradora de la fuente más oficial que hay en el país: “La oposición quisiera ver a México en llamas”.

Desde luego que hace mella y aumentan los negativos de la candidata de los pirómanos que quieren ver el incendio de la nación.

Los efectos de la ilegalidad de la actuación presidencial se reflejan en las encuestas. Hay un genuino temor, o terror, que el 2 de junio ganen los que el Presidente señala como unos ‘traidores a la patria’.

El Presidente es la máxima autoridad del país, y en consecuencia mucha gente, de buena fe, le cree. Lo dice el Presidente: la candidata de oposición es la marioneta de un empresario corrupto que pelea por sus privilegios, y la apoyan traidores a la patria que quieren ver a México en llamas.

Contra eso no hay defensa. Bueno, en teoría sí: la ley. Pero él ha dicho –y actuado en consecuencia– que su autoridad moral y política están por encima de cualquier ley.

Existe un último muro de resistencia al quiebre del Estado de derecho: el voto. El voto oculto.

Con información de El Financiero

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