¡Válgame, Chihuahua!
Juan Manuel Asai
Al frente del gobierno de Chihuahua está una aprendiz de bruja cuyos conjuros no controla y se le revierten.
Hay en el estado grande del país un juego, torpe y perverso, de venganzas entre tres gobernadores que parecen los tres chiflados dándose pastelazos fallidos. Duarte y Maru Campos, por un lado, y Javier Corral por el otro. Maru se asume como experta en las carambolas políticas, pero la verdad es que no le sale ninguna. Se enreda, tropieza y se hunde.
Maru tiene rato tratando de tomar venganza de Corral, pero la verdad es que su inexperiencia hace que Corral, que tiene amigos bien colocados, parezca una víctima que corre para mantenerse a salvo de las maquinaciones de Campos y de su gurú el exgobernador Duarte que, no se olvida, fue detenido en Florida como un regalo extraño de Donald Trump a López Obrador. A Duarte se le acusa de peculado agravado.
Todo mundo sabía que Duarte había huido a Estados Unidos donde tenía casas de seguridad, de modo que encontrarlo allá no sorprendió a nadie. Duarte era prisita en pleito contra Javier Corral del PAN. Maru Campos también es del PAN, pero se afirma por allá que es aliada de Duarte y enemiga declarada de Corral desde antes de su campaña para gobernadora, cuando era alcaldesa de Chihuahua.
Hubo muchos encontronazos, pero el más fuerte, según información local, fue la acusación de que Duarte le había dado a Campos casi 9 millones de pesos debajo de la mesa para comprar su lealtad. La nómina secreta de Duarte no resultó tan secreta y varios quedaron al descubierto. Hasta recibos firmados por Campos se encontraron. La versión que corre es que Maru juró que se vengaría, y en esas anda. Lo que tiene molestos a los chihuahuenses no son los pleitos entre figuras públicas, sino el mal gobierno.
Campos, se dice en el cotilleo, arremete contra el pasado para justificar torpezas e insuficiencias del presente, como malos servicios públicos, calles plagadas de baches, deficiencias en las redes de agua potable, transporte público de ínfima calidad, hospitales sin equipos ni medicinas, más las que se acumulen en los próximos días, sin contar las acusaciones de moches y sobornos por todos los rincones de la administración pública estatal.
El descontento popular con el gobierno de Campos quedó expuesto en la elección de junio pasado cuando su partido, el PAN, fue arrollado por Morena que le ganó casi 2 a 1. Fue un claro voto de castigo de los chihuahuenses al mal gobierno que padecen. Morena ganó también las senadurías en disputa.
La inseguridad merece una mención aparte, ya que muchas comunidades han decidido auto protegerse porque no quieren correr la misma mala suerte de otras por la acometida del crimen organizado. En Chihuahua hay pueblos fantasmas porque la gente abandona sus casas para buscar protección en otros lugares. La gobernadora trata de justificarse echándole la culpa a las autoridades federales, pero sin que ella haga su parte, ni en materia de seguridad, ni de salud, ni de educación. Su indolencia es un desastre que se agudiza. Quiere Guardia Nacional y al mismo tiempo la crítica y su pleito diario con López Obrador margina al estado de apoyos federales. Dice que ellos se defienden con resorteras y que por eso su gobierno no puede cumplir sus responsabilidades, Muchos lugares en la Sierra Tarahumara son tierra de nadie, mientras las autoridades del estado nada hacen para cambiar las cosas.
Si Maru puede vengarse de Corral o no puede es cosas de ellos, pero debe concentrarse en hacer un gobierno eficiente y transparente. Sus fobias personales estorban.
Con información de Crónica