“El Disimulo” de Rocha. El infierno culichi. El peculado de Inocente. El Santo Oficio legislativo y Enrique Inzunza

Álvaro Aragón Ayala

Es una carpeta de investigación que llegó a uno de los Juzgados Federales. Los involucrados son el Rector de la Universidad Tecnológica y Politécnica del Valle de El Carrizo, Inocente Domínguez Calderón, el director académico Jorge Sánchez Sandoval, y Marcia Gisela Valdez Ayala. El Juez de Control los citó para el día 12 de agosto que ya pasó. El Ministerio Público Federal los acusa del delito de peculado.

Resulta que, los tres funcionarios de la Universidad, cuyas declaraciones pueden vincular a otros implicados, fueron denunciados ante la Fiscalía General de la República por “esfumar” alrededor de 120 millones de pesos y de ser los responsables de “paralizar” la construcción del edificio de casa de estudios, que funciona con un grupito de alumnos y con un “número inflado” de maestros que cobran como activos y “aviadores”.

En la carpeta de investigación, materia del Juez Federal, se revela la desaparición de pagos de los salarios de trabajadores administrativos y académicos, el ingreso a la planta docente de familiares del Rector, el supuesto desvío de recursos para la edificación de la Universidad, convertida hoy en un “cascarón”, la aparente adquisición de equipo para la institución a una red de proveedores “fantasmas”, etcétera.

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En medio del terror, la psicosis, por la crisis de seguridad que raya en el infierno, que se registra en Culiacán y varios municipios colindantes, las familias se preguntan quien o quienes son los responsables de que el centro de Sinaloa se haya convertido una “zona de guerra” y que influyó o influyeron para que dos facciones de un cartel se levantaran prácticamente en armas y que busquen matarse unos a otros.

Culiacán y sus ciudades y poblados vecinos vivían una aparente tranquilidad bajo la tutela de la llamada “pax narca”. Vivir en el disimulo, aparentando que no había grupos delictivos o aceptando que dirimieran sus diferencias, aparte, fuera de la ley, sin desencadenar el miedo colectivo o masivo, permitía desarrollar los quehaceres diarios sin temor a ser víctima colateral de la violencia. Todo iba bien. Hasta se toleraba que el gobierno mentiroso presumiera que todo estaba tranquilo.

Pero esa aparente calma se rompió ¿Qué fue lo que sucedió? ¿A quien culpar del rompimiento de la “pax narca”? Culiacán es un infierno. El gobernador Rubén Rocha Moya salió a caminar por las riberas de un río y a tomarse la foto como si nada ocurriera. Sin embargo, no existe una estrategia de pacificación. Se destruyó la línea de interlocución, la vía para negociar para que regrese, cuando menos, la “pax narca” a la capital de Sinaloa.

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El gobernador Rubén Rocha Moya escribió la novela de ficción “El Disimulo, así nació el narco”, una obra rústica sin ninguna trascendencia literaria y académica, en cuya reseña se destaca que “el disimulo es una forma de ocultar o de fingir que la realidad es otra o inexistente; encubrir o permitir la transgresión de la ley, del precepto, a cambio de prebendas y sobornos”.

La historieta trata sobre un poblado ficticio ubicado en algún lugar de la sierra de Badiraguato, al que llamó Chepederas, comunidad que podría tener reminiscencias de su natal Batequitas. El libro cuenta cómo los habitantes de aquel lugar ven alterado su modo de vida ante la irrupción del cultivo y tráfico de droga, lo que genera al paso del tiempo una “ausencia de valores éticos”, que poco a poco instaura una cultura de la simulación y una “fantasía de un poder fundado en la crueldad, la corrupción, la negación de la vida”.

La muerte de un militar con signos tortura en una aparente vendetta de los primeros traficantes de los años 40 del siglo pasado, que Rubén Rocha fija en algún paraje de la sierra, guarda similitud con un episodio ocurrido en la vida real en aquella época cuando fue asesinado y colgado de un árbol el teniente coronel Alfonso Leyzaola, quien fue jefe de la Policía Judicial del estado y exalcalde de Culiacán.

Leyzaola tenía “secretos de Estado” que al tiempo resultaron ser las relaciones que los gobernadores militares de aquellos años establecieron con los primeros traficantes de droga de la época. El libro aborda, pues esa cultura de la simulación que se instaura a mediados del siglo pasado en Sinaloa como una forma que permite la transgresión de la ley simulando que no pasa nada. Todo a cambio de prebendas y sobornos que permitan la convivencia y el desarrollo del “negocio”.

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Como si se tratara de la guarida del Santo Oficio en la que la única realidad existente es la Universidad Autónoma de Sinaloa, y la innegable consigna inquisitorial de destruir a sus directivos y a su comunidad, los diputados locales de Morena, en medio del cruce de balas que mutó a Culiacán y municipios aledaños en un infierno, continúan, sin importar quienes puedan perder la vida por la galopante violencia, con su rollo enfermizo levantar una “encuesta externa” a la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Los enloquecidos legisladores, cuyos antecedentes son pésimos, convirtieron el Congreso del Estado en un bunker a prueba de balas, en cuyo interior la delincuencia no existe, tampoco la inseguridad, ni las familias que corren desesperadas a refugiarse a sus hogares para no quedar en medio de los enfrentamientos a balazos o ser víctima, a distancia, de un proyectil perdido. Viven encerrados en su mundo, movidos por el deseo de destruir a la UAS y exterminar a sus autoridades.

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Quien dejó la víbora chillando en Sinaloa, una estructura gubernamental en materia de seguridad pública que no sirve para nada, fue Enrique Inzunza Cázarez, aquel secretario general de Gobierno que presumía tener en un puño el control de la “seguridad” en Sinaloa, dominio que se extendió a la procuración de “justicia”, en donde aún truenan sus chicharrones, pues después del fracaso de la Fiscal Sara Bruna Quiñonez impuso ahí a Claudia Sánchez Kondo.

Enrique Inzunza ya salió de las catacumbas del Senado para convertirse en “orador clave”, el portavoz de Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum en la discusión legislativa para apuntalar la Reforma Legislativa, lo cual, según sus amigos, le ayudará en su carrera por la gubernatura o bien, le otorgará el puntaje necesario para sustituir a Rubén Rocha Moya en caso de que lo renuncien o decida dejar la gubernatura de Sinaloa. El plan es perfecto, dicen, pues parece que le funciona la anulación de los “enemigos del Estado”

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