Bombazos y ejecuciones: se acabaron los abrazos

José Gil Olmos

Durante varias décadas los grupos del narcotráfico controlan partes del territorio nacional. Ahí no hay más gobierno que el suyo, soportado por las armas y el terror. En el arranque de esta administración la señal es que la violencia seguirá con bombazos y ejecuciones que ya tienen el tinte de terrorismo. Ante esto, las fuerzas armadas ya entraron en acción enfrentando a estos grupos mandando una señal de que la estrategia de “abrazos y no balazos” se terminó.

El escenario de violencia para el nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum es más que claro: el asesinato del sacerdote y defensor de los pueblos indígena de Chiapas, Marcelo Pérez; la explosión de los coches bombas en Jerécuaro y Acámbaro; la decapitación Alejandro Arcos,  presidente municipal de Chilpancingo; los enfrentamientos entre chapitos y la mayiza en Culiacán donde el Ejército ya hizo acto de presencia en un enfrentamiento con 19 muertos; e igualmente el enfrentamiento en Tecpan de Galeana entre el barco y el ejército con 16 muertos, son pinceladas de un panorama que habrá de enfrentar.

Durante seis años el gobierno de Andrés Manuel López Obrador siguió una estrategia que fracaso. En un afán de mostrar flexibilidad dio la orden a las fuerzas armadas y a la Guardia Nacional de no enfrentar a los grupos criminales a quienes tildó de buenas personas. Con el lema de “abrazos y no balazos” mostró una bandera blanca que de inmediato se mancho de sangre. 

El resultado de esta política de seguridad fue terrible: 51 mil desaparecidos y 200 mil homicidios, así como 350 mil personas desplazadas de sus comunidades huyendo del terror impuesto por los grupos criminales que no solo usan armas en ristre sino drones con bombas.

Mientras que el nuevo gobierno está concentrado en la aprobación de reformas constitucionales, la violencia generada por los grupos criminales no para, violencia vestida de terror en una guerra intestina por el control de territorio.

Este control de territorio es lo que el Ejército y la Guardia Nacional es el que tratarán de recuperar, pero no con abrazos sino con el uso de la fuerza armada, ante lo cual habrá de esperar una reacción igualmente violenta de parte de los grupos criminales.

En medio de estos dos grupos –el Ejército y los narcotraficantes—esta la población civil que queda atrapada en un campo de batalla en una condición de desamparo. 

Arcos Catalán, alcalde ejecutado en Chilpancingo. Foto: Especial 

Es aquí donde la labor de inteligencia anunciada por el secretario de seguridad, Omar Harfuch y las fuerzas armadas, será fundamental, no solo para disminuir la fuerza armadas de los grupos criminales, sino para recuperar territorio y proteger a la población.

El cambio de la estrategia de “abrazos y no balazos” de López Obrador por el de confrontación del gobierno de Sheinbaum es un giro fundamental en la concepción y entendimiento del combate al crimen organizado. 

Si bien es cierto que no se abandona la atención a las causas como es la marginación de buena parte de la población, el uso de las armas para combatirlos es el reconocimiento que los llamados a portarse bien fue una estrategia inicua implementada por López Obrador con una intención política de no responsabilizarse por las consecuencias y de no cargar con el estigma que se le dio a Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto, de terminar su administración con la carga de miles de muertos, desaparecidos y desaparecidos.

Por cierto… Si la inteligencia es la piedra angular de la nueva estrategia del gobierno para combatir el crimen organizado, en los atentados con coches bomba en Jerécuaro y Acámbaro algo fallo pues el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, reconoció que hubo señales previas a las acciones. Mientras tanto, la presidenta Claudia Sheinbaum rechazo lo que la opinión pública y la propia ciudadanía ya califican como terrorismo los carros bomba usados en Guanajuato. “No se puede catalogar como terrorismo”, afirmó la presidenta.

Con información de Proceso

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