Espionaje militar de Estados Unidos a México: entre la desconfianza y la desinformación
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Jorge Carrasco Araizaga
A la presidenta Claudia Sheinbaum le fallaron sus asesores de seguridad nacional, los desestimó o quiso engañar, de forma deliberada, a la opinión pública. En cualquier caso, quedó mal parada.
El jueves, al mismo tiempo en que desdeñaba la presencia de equipos militares estadunidenses en torno al espacio mexicano, en el Senado de Estados Unidos se realizaba una audiencia con los jefes de los comandos Norte y Sur en la que se confirmó lo que se deba por hecho: el Pentágono se encuentra en plena campaña de operaciones de espionaje sobre México.
“No nos alarma, están volando en su territorio”, dijo la presidenta en un intento de minimizar los reportes periodísticos que en semanas recientes han dado cuenta de la presencia de naves aéreas y buques de las fuerzas armadas de Estados Unidos en las inmediaciones de México.
En Washington, simultáneamente, la desmentía el comandante en jefe del Comando Norte, el general Gregory M. Guillot, en una audiencia pública ante el Comité de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Senadores.
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“Recientemente nos han permitido incrementar nuestros (vuelos) de inteligencia y reconocimiento”, declaró el general Guillot en su exposición destinada a revisar los planes de trabajo de ambas divisiones militares del ejército estadunidense en el continente americano en el contexto de las prioridades de seguridad de la administración Trump, entre ellas el combate a las organizaciones de la delincuencia organizada transnacional.
—¿Con el permiso de México? —le preguntó el presidente del Comité, el senador republicano y veterano de la Fuerza Aérea estadunidense, Roger Wicker.
—No, por el Departamento (de Defensa), pero compartimos inteligencia con México para mostrarles lo que vemos y hemos incrementado la cooperación con México para abordar la violencia de los cárteles en términos de enviar más tropas.
El general Guillot no especificó en ese momento a qué tropas se refería, pero cuando el senador Wicker le preguntó qué necesitaba para ser más efectivo contra los cárteles, el jefe del Comando Norte fue muy claro: “Más vuelos de reconocimiento y más asistencia para trabajar con las fuerzas militares de México”. En particular, mencionó a las Tier-1, que son las Fuerzas Especiales del Cuerpo de Infantería de Marina.
Se trata del cuerpo creado en el gobierno de Felipe Calderón y que ha estado a cargo de las operaciones que han llevado a las detenciones de los excapos Arturo Beltrán Leyva, Antonio Cárdenas Guillén, Miguel Ángel Treviño, las dos de Joaquín el Chapo Guzmán, y de Rafael Caro Quintero, en julio de 2022, en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Pese al intento de la presidenta por restarle importancia a las incursiones del Pentágono, los secretarios de la Defensa Nacional, el general Ricardo Trevilla, y el de la Marina, Armada de México, el almirante Raymundo Pedro Morales Ángeles, que han estado en comunicación con el general Guillot, han tenido que reconocer públicamente la presencia de las naves del Ejército de los Estados Unidos, aunque han querido mitigar sus efectos.
Dos días antes del mentís a la presidenta, el martes 11, el general Trevilla admitió que ante la presencia de aviones militares estadunidenses “en el espacio aéreo internacional”, en los límites del espacio mexicano, no descartaba que se estuviera recabando información del país.
Una semana antes, el día 4, la Marina emitió una comunicación en su cuenta oficial de X para decir que la presencia de navíos en la costa de Baja California tenía lugar “en donde existe libre navegación internacional”, aunque dijo que ha ocurrido en otras ocasiones.
Un reporte de la cadena estadunidense CNN había dado cuenta de 18 incursiones de este tipo en la península de Baja California entre el 28 de enero y el 6 de febrero; es decir, casi dos por día, lo cual indica la intensidad de la operación. (https://cnnespanol.cnn.com/2025/02/12/eeuu/como-son-aviones-espia-informacion-carteles-droga-mexicanos-orix)
Apenas un día después de esas incursiones, los secretarios de la Defensa y de la Marina conversaron con el jefe del Comando Norte, de acuerdo con información de la Marina.
El almirante Morales Ángeles y el general Trevilla Trejo debieron reportar ese encuentro a su comandanta en jefa, la presidenta Sheinbaum. De forma que resulta difícil que la principal responsable de la seguridad nacional no supiera lo que estaba pasando, aunque en esos días ella optó por la retórica de la inviolabilidad de la soberanía nacional.
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Lo que sí es que el gabinete de seguridad nacional debió haberla advertido que el jueves, al tiempo que ella daría su conferencia de prensa, en el Senado de Estados Unidos estaba calendarizada esa reunión en la que se hablaría de la relación con México.
Las secretarías de la Defensa Nacional, de Marina y de Relaciones Exteriores, a través de los agregados militares y el embajador en Washington sabían, o debieron saber, que uno de los temas a revisar era la actuación del Comando Norte en el marco de la emergencia nacional que el presidente Donald Trump ha declarado en la frontera con México y de su decisión de considerar como terroristas a las organizaciones del narcotráfico.
Contrario al diálogo que existe entre los militares de México y Estados Unidos, las relaciones entre los funcionarios civiles de ambos países están marcadas por la desconfianza. Del lado estadunidense, el reproche hacia los funcionarios mexicanos es la defensa que el actual gobierno hace de la política liberal del expresidente López Obrador en materia de seguridad, en particular la de dejar hacer y dejar pasar.
El caso del recién designado jefe de la DEA resume la desconfianza. Terry Cole, uno de los halcones que Trump ha designado para la relación con los funcionarios civiles de México, vivió directamente un capítulo de ese liberalismo de López Obrador.
Como jefe de la DEA en México, a Cole le tocó el primer Culiacanazo, como se conoce el levantamiento armado de la guardia de Ovidio Guzmán, registrado en 2019, cuando éste había sido detenido por el Ejército mexicano. Ante el estado de guerra que vivió ese día la capital de Sinaloa, el presidente López Obrador ordenó a los militares liberar al hijo del Chapo, aunque fue reaprehendido en 2023, lo que dejó en vulnerabilidad a los militares que participaron en el operativo y a quienes les proveyeron información.
Ni en el Departamento de Estado ni en el Departamento de Justicia ven con buenos ojos que la mitad del gabinete de la presidenta Sheinbaum esté integrado por colaboradores de su antecesor, cuya gestión quedó ensombrecida por la expansión de la narcopolítica.
Con información de Proceso