El llamado Grupo Atlacomulco y las elecciones mexiquenses

Bernardo Barranco V.

Para explicar la cultura política del Estado de México es necesario comprender la actuación y encumbramiento del llamado Grupo Atlacomulco. Para dilucidar la elección para gobernador de 2023 es imperativo desentrañar los intereses y posicionamientos del llamado Grupo Atlacomulco. A pesar de que todos los integrantes de la élite política niegan su existencia, los mexiquenses la sienten y perciben su gravitación. Aun bajo el manto de misterio, el Grupo Atlacomulco es el factor de poder en el Edomex.

Como todo mito, el surgimiento del grupo está envuelto por presagios y vaticinios. La narrativa no oficial refiere que en 1940 doña Francisca Castro Montiel, vidente del pueblo, reunió a los notables del municipio para profetizarles que “seis gobernadores saldrán de este pueblo. Y sólo uno llegará a la Presidencia de la República”.

No necesitamos adentrarnos en ciencias ocultas para discurrir que el modelo del llamado Grupo Atlacomulco es la continuidad del viejo PRI que prevaleció durante siete décadas en el país; desplegando un patrón autoritario, vertical y corrupto. Es un rancio tramado, casi dinosáurico de lealtades, es un sistema de poder más cercano al PRI del siglo XX que a los cambios que el país ha experimentado en materia democrática. El motor del grupo se basa en la compleja red de negocios construidos desde el poder. La política en la entidad se centraliza en Toluca, centro de la gran potestad mexiquense, alimentada por prácticas y principios que creíamos fosilizados y que Peña Nieto, en su mandato, nos la quiso vender como una nueva generación de políticos: “el nuevo PRI”. Buena parte de los gobernadores neopriistas están en la cárcel por corrupción y abuso de poder.

Francisco Cruz ha documentado ampliamente la historia y los secretos del llamado Grupo Atlacomulco en diferentes libros. Por cierto, dicho autor elaboró un ensayo en el libro El regreso al infierno electoral, donde aborda los orígenes más remotos de las élites mexiquenses. Es complementado, en el mismo volumen, por Fabrizio Mejía, quien expone negocios turbios en la actualidad del grupo.

Aunque todos niegan la existencia de dicho grupo, la realidad y la historia reciente la corroboran. Las cabezas visibles han sido los gobernadores, desde Isidro Fabela hasta Peña Nieto, pasando por Alfredo del Mazo González, Emilio Chuayffet, César Camacho, Arturo Montiel, Ignacio Pichardo Pagaza, Mario Ramón Beteta, Jorge Jiménez Cantú y desde luego el actual gobernador Alfredo del Mazo Maza, heredero de una dinastía política digna de una república bananera. Precisamente César Camacho reconoció la expresión que se refiere a un modo mexiquense de hacer política, en el que la regla de oro es la autoridad del gobernador. Así lo planteó:

“A veces la mención del Grupo Atlacomulco trae consigo un dejo de conspiración, de secretismo, de protección de intereses inconfesables o turbios. No hay tal grupo. Lo que hay es un estilo mexiquense de hacer política, no porque no haya conflictos o diferencias, sino porque las dirimimos de una manera diferente. ¿Cómo?, los políticos nos ceñimos a las reglas legales, escritas y no escritas con el mismo escrúpulo. Los resultados positivos son los que nos dan la razón, son los que nos dicen que haber adoptado este estilo de hacer política es bueno para todos.”

Siguiendo la filosofía del profesor Carlos Hank González (1927-2001), ícono y verdadero arquitecto del Grupo Atlacomulco, hay una tenue línea entre la política y los negocios, entre empresarios y los actores políticos, entre el poder y el dinero. El Grupo Atlacomulco es una escuela de hacer fortunas con la política; el uso de la potestad política para beneficios económicos, así como el uso de la riqueza económica para beneficios políticos. Dicho ejercicio sólo es posible desde la complicidad y una férrea disciplina en torno al gobernador en turno. El verdadero pivote del poder y del enriquecimiento irregular de esta élite. Digámoslo de otra manera: el Grupo Atlacomulco es más que una camarilla de políticos priistas; es una vasta red de intereses.

El sistema político mexiquense funciona a la perfección cuando convierte a los ciudadanos en súbditos. En muchos casos con prebendas. El Grupo Atlacomulco no es como muchos piensan, un pequeño grupo de élite política. Por el contrario, tiene diversos grados concéntricos que empieza por la alta burocracia, tipo bonapartista, que somete a los demás órdenes de gobierno, principalmente al sistema legal. Los intereses del Ejecutivo se protegen, garantizando así impunidad a las prácticas de autoritarismo, abuso de poder y corrupción.

El siguiente círculo son las asociaciones gremiales como los maestros, sectores empresariales y de manera notable los medios de comunicación mediante la presión de asignaciones y gratificaciones económicas abiertas o subterráneas. Siguen los órganos autónomos en materia de trasparencia, derechos humanos. De manera notable, las instancias electorales son sometidas, sea el IEEM o los magistrados electorales.

La fórmula es dinero, dinero y más dinero. Acatamiento y disciplina. La receta alcanza a los dirigentes de los partidos políticos de oposición. En efecto, muchos partidos de oposición son alcanzados por esta forma de hacer política, convirtiéndose en comparsas.

No confundamos la debacle federal del PRI con la fortaleza del mismo partido en el Edomex. El PRI nacional está fracturado. Alito Moreno es un factor de descrédito. Es medianamente aceptado por las élites mexiquenses porque es primo hermano en materia de corrupción. El PRI en el Estado de México sabe que se juega su última carta en esta elección que tiene un sabor apocalíptico. Morena es quizá el partido más poderoso que ha enfrentado. Sin embargo, su probada maquinaria de gobierno es la más poderosa estructura electoral que existe en el país. A la buena o a la mala, sabe actuar con eficaz pragmatismo. La elección se antoja cerrada, pese a que Morena, después de las precampañas, lleva una cómoda ventaja. ¿Llegará el PRI mexiquense a 100 años en el poder? El PRI en la elección del Edomex se juega la extinción o la eternidad. 

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