Feliciano Castro: “el chapulín”. La deshonra de Vizcarra, la “expulsión” de Rocha y Aguilar y los ataques a la UAS

Izaac Jaziel Trasviña Osorio  

Feliciano Castro Meléndrez es protagonista de uno de los casos más paradójicos de la política estatal. Desertor perredista forjado en la “grilla” vandálica universitaria, salió del clóset, con ropaje de Morena, para, con un discurso porril, golpear por consigna a la Universidad Autónoma de Sinaloa. Desnudado por su pasado y presente, por su propia historia, el diputado de Morena encarna su esencia bárbara y carnal. Es un político “chapulín”, falto de ética y de escrúpulos.    

El agresivo regreso al Alma Mater por la vía de las calumnias y difamaciones contra la UAS y su rector Jesús Madueña Molina, retrata tal cual a Feliciano: en retrospectiva, se ve a aquel “dulce” muchacho de compañías lascivas con voz de timbre de mujer, de la Casa de Estudios de la UAS, en Culiacán; en sus estudios de “Ciencia Política” y de profesor agitador, siempre a la caza de provecho personal en la Facultad de Filosofía y Letras. 

El historial político de Feliciano Castro es deshonroso: fue un “grillo” uaseño que le gustaba adoctrinar a los alumnos para usarlos en las causas de la “izquierda”. Para controlar a los estudiantes les organizaba fenomenales bacanales; es exacto el recuerdo al lado del gobernador priista Juan S. Millán, en su posición de dueño del PRD-Sinaloa, que lo agració para que fuera diputado pluri. Del 2010 al 2017 mudó al equipo de Mario López Valdez (Malova).  

Al diputado de Morena lo identifica su paso por la presidencia del Comité Ejecutivo Estatal del PRD en Sinaloa, del 1999 al 2001, parte de la época en el que el partido amarillo era propiedad del gobernador priista Juan S. Millán Lizárraga. La “cercanía” con el poder le permitió al perredista construir su casa con una “donación” generosa que la clase política de aquella época estimó en un millón 600 mil pesos. 

Apoyado por Juan Millán y siempre al mejor postor, como diputado y coordinador del grupo parlamentario del PRD en el Congreso Local del 2004 al 2007, se convirtió en el “dulce aliado” de la gestión del priista Jesús Aguilar Padilla. Es recordado por sus largos discursos “filosóficos”. El blanco preferido del diputado perredista lo fue el PAN. Desde las entrañas del perredé fue el contrapeso y el arma de ataque del PRI para mantener a raya al PAN.   

En el 2010 cambió de bando y abandonó a Aguilar Padilla y se fue con el candidato de Juan Millán: Malova. Feliciano Castro se convirtió en una de las armas de ataque contra Jesús Vizcarra Calderón en la campaña por la gubernatura. Jesús Vizcarra era el candidato de Jesús Aguilar Padilla y de Rubén Rocha Moya. El triunfo de Mario López Valdez y el clima político “enrarecido” obligó Aguilar y Rocha a buscar “asilo político” en la ciudad de México.   

En el 2011 fue premiado por sus ataques a Jesús Vizcarra Calderón con el nombramiento de Director de la Oficina de Enlace del Gobierno del Estado de Sinaloa con los pueblos de la Presa Picachos, a los que intentó engañar con su clásica perorata “justiciera”. Los de la Picachos se rebelaron contra Malova. El conflicto subió de tono con el asesinato del líder comunero Octavio Atilano Román Serrano. En el cierre de la administración malovista Feliciano Castró terminó como asesor de Rectoría de la Universidad Tecnológica de Escuinapa.  

En el 2018 el perredista retornó al equipo al equipo político contrario de Malova ¡regresó con Rubén Rocha que busca ese año la candidatura al Senado de la República por Morena, con dos aliados: ¡Jesús Aguilar y Jesús Vizcarra Calderón! Se mete de nuevo a lo que más sabe hacer: agitar, embravecer las aguas contra los candidatos opositores, cobrando anticipadamente la factura: Rocha acomoda como candidata de Morena al alter ego o factótum femenino de Feliciano Castro: Graciela Domínguez Nava que hoy despacha como titular de la Secretaría de Educación Pública y Cultura. 

Del 2018 hasta el 2020, Feliciano Castro, como “representante” en Sinaloa del Senador Rubén Rocha Moya, orientó el trabajo legislativo de Graciela Domínguez como presidenta de la Junta de Coordinación Política y coordinadora parlamentaria de Morena en la 63° Legislatura. La diputada criticó, demonizó, al entonces gobernador Quirino Ordaz Coppel y la titular de la Auditoría Superior del Estado, Emma Guadalupe Félix Rivera.  

La legisladora “bañó” a Quirino Ordaz con acusaciones encuadradas en los delitos de alta corrupción -peculados, desvíos de recursos, ejercicio indebido de la función pública, abuso de autoridad, etc.-. A la mandamás de la ASE la señaló de “ignorar los actos de corrupción” de alcaldes y del gobernador en funciones y de ser “parcial, deficiente y superficial”. Paradójicamente, como “líder” de los diputados de Morena y de la JuCoPO de la 64° Legislatura, Feliciano Castro guarda sepulcral silencio, encubre al ex gobernador y cuida a Emma Guadalupe Félix.  

Así sin ética, con sus cartas credenciales marcadas por el “chapulineo” político, Feliciano Castro Meléndrez, arropado en una falsa aureola de honestidad y rectitud, se vuelca contra la UAS con el asunto de los salarios “elevados”, intentando desacreditar al rector Jesús Madueña Molina, pero enloquece cuando se difunde una revelación: tiene ingresos, por tres vías, que suman un total de 261 mil pesos mensuales. Gana más que el presidente Andrés Manuel López Obrador y que el gobernador Rubén Rocha Moya. 

Por su falta de decencia política, por su carencia de escrúpulos, por su discurso difamatorio, por ser un político “chapulín”, por haber servido a los regímenes priistas, etc., porque calumnió a Jesús Vizcarra, etc., Feliciano Castro es el menos indicado para atacar a la UAS y querer desacreditar al Rector y a algunas figuras políticas. La piel camaleónica del diputado presidente de la JuCoPO está impregnada por una historia negra de corrupción. 

Universitarios/Praxis Polític

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