La salud global en un mundo en llamas

Samuel Ponce de León Rosales.
Los cambios que sacuden al gobierno de Estados Unidos de Norteamérica (EUA) son motivo de incertidumbre y preocupación, una preocupación tan justificada como inevitable. Las consecuencias económicas y geopolíticas serán motivo de enormes turbulencias que muy probablemente solo continuarán intensificándose por los próximos cuatro años, el mundo enfrentara enormes dificultades. Por ahora los líderes políticos se apresuran a trazar estrategias buscando amortiguar el impacto financiero como el problema central. Sin embargo, paralelamente una crisis más profunda y desgarradora se desata en silencio: la desarticulación de los programas de salud pública global.
Esto ocurre en un mundo inmerso en cambios climáticos crecientes y a punto de ser irreductibles. Todo converge para que la crisis se extienda y profundice. El mundo está en llamas.
La separación (no inmediata de facto) de los EUA de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la suspensión del financiamiento para investigación no solo en los EUA sino en muchos países donde se llevan a cabo los proyectos (presupuestos congelados en los institutos nacionales de salud, NIH), la suspensión de actividades de vigilancia y programas de control de enfermedades en los Centros para la Prevención y Control de las Enfermedades (CDC) y los programas de ayuda USAID y PEPFAR aumentarán los riesgos a nivel regional y global con efectos multiplicadores en la salud humana y la del planeta.
Detener, retrasar o desarticular los programas financiados por el gobierno americano, que han funcionado durante años en lugares donde no existen otras alternativas tendrán consecuencias internas en EUA, pero lo peor tendrá que esperarse en el nivel global.
Un claro ejemplo de la gravedad de la situación es lo que ocurre actualmente con el sarampión en Norteamérica. Desde hace un par de meses, EUA tiene varios brotes de esta enfermedad en diferentes jurisdicciones; el más importante es el de Texas, que lleva numerosos casos (centenares) y una defunción en poblaciones donde las coberturas de vacunación contra esta infección son muy bajas. El brote se ha extendido a los estados vecinos dentro de la unión americana, pero también ha trascendido las fronteras y afecta ya nuestro país con casos en comunidades del norte de Chihuahua que tienen estrecha relación con sus poblaciones en EUA. Texas se ha distinguido por tener los más altos niveles de rechazo a la vacunación entre la población, y las autoridades locales y estatales no han hecho suficiente para contrarrestarlo; peor aún, actualmente desde el Gobierno Federal, el responsable de conducir los destinos de la salud de aquél país sugiere enfrentar los brotes actuales con remedios que se usaban empíricamente el siglo pasado como la Vitamina A y el aceite de hígado de bacalao, y consistentemente cuestiona la utilidad y seguridad de las vacunas que se han usado por más de 50 años con innegables resultados sobre su beneficio.
Los programas globales de atención a enfermedades crónicas y transmisibles están en pausa. En general las infecciones prevenibles por vacunación sufrirán un grave retroceso que se sobrepone a la ya crítica situación que ha resultado en coberturas de vacunación globales en franco déficit ocasionadas por la pandemia. De esta manera aquellos programas de vacunación sostenidos por USAID dejan el campo abierto al sarampión, la tosferina, la difteria, pero además también a la poliomielitis, que una vez más resurgirá y alejará la posibilidad de su erradicación. A comienzos de este año, seis países de Asia y África han reportado casos de esta enfermedad. Pakistán sigue siendo un país con transmisión endémica del virus silvestre, mientras que la Iniciativa Global para la Erradicación de la Polio busca compensar la amenaza de falta de recursos tras el retiro de EUA como su principal financiador desde que fue creada en 1985.
La tuberculosis y el paludismo también resurgirán como problemas reemergentes al interrumpirse los proyectos de prevención, diagnóstico y tratamientos. El SIDA que durante los últimos 20 años se ha mantenido como una epidemia estable gracias a las contribuciones de los EUA, y junto con tuberculosis y diabetes dificultará mucho más las intervenciones efectivas y los casos crecerán nuevamente en EUA y el mundo. Veremos un aumento en la incidencia global en conjunto de SIDA y tuberculosis, además del resurgimiento de la sífilis y otras enfermedades de transmisión sexual.
La vigilancia de la circulación de virus respiratorios (influenza, COVID), así como el estudio de su capacidad de causar enfermedad se han realizado hasta ahora también principalmente con el trabajo de diversos centros y laboratorios con financiamiento de EUA. La interrupción de este apoyo dejará un vacío de conocimientos de graves consecuencias.
La humanidad había logrado hacer frente a todos estos males (sarampión, poliomielitis, tosferina, tuberculosis, difteria, paludismo, SIDA, sífilis, Mpox, ébola, etc.) con alguna eficacia durante los últimos setenta años, gracias a la participación de la comunidad global con el soporte de los programas norteamericanos. Esta colaboración y los soportes ya no existen y todo se transforma en bombas de tiempo con un reloj acelerado por el calentamiento global.
Es necesario entender con claridad que se requiere con urgencia una estrategia global construida por cada nación para reconstruir los proyectos de investigación, vigilancia y asistencia, que son cruciales contender con la complejidad epidemiológica que hoy estamos encarando. Se debe reclamar a la OMS que tiene que liderar esta preparación. Pero incluso sin esperar el liderazgo de la OMS cada país ya debe de atender esta nueva realidad.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, vastas regiones del mundo han dependido de los programas que EUA tejió entre el altruismo y sus propios intereses. Pero hoy, el presidente Trump ha roto ese delicado equilibrio con decisiones que no involucran el bien común y la atención de la salud global.
En este escenario urge que nuevos liderazgos emerjan para salvar lo que aún queda y recomponer los programas prioritarios. Finalmente es responsabilidad de cada país hacerlo.
Médico, especialista en enfermedades infecciosas. Coordinador del Programa Universitario de Investigación sobre Riesgos Epidemiológicos y Emergentes (PUIREE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM. sponce@unam.mx)
Con información de Aristegui Noticias