El mal y la banalidad del mal

Anamari Gomís
Me acuerdo de una portada de la revista Time titulada “Evil: Does it Exist-Or Do Bad Things Just Happen”. Lo traduzco como: ¿Lo maligno existe o simplemente las cosas malas suceden? No recuerdo bien el artículo anunciado en la portada de la revista, pero Meta AI me comparte una parte. Lance Morrow, el autor, no llega a ninguna conclusión pero inicia a partir de de tres propuestas:
Dios es todopoderoso
Dios es absoluta bondad
Cosas terribles ocurren.
Morrow cita varias fuentes y dice que las dos primeras propuestas se pueden integrar, pero no la tercera. Las hechos brutales ocurren por sí solos: un terremoto, un avionazo, un tsunami, una bala perdida, una enfermedad y también, por una función de las culturas, es de los dioses cuidar y castigar.
¿El mal proviene de una fuerza autónoma o reside en el comportamiento de los seres humanos y sus complejidades y, ulteriormente, en la buena o mala suerte? Mi nieto de tres años de edad, que ve películas de dibujos animados donde aparecen personajes buenos y malos, se disfraza a diario de algunos de sus predilectos, pero no únicamente de los heroicos sino que también le gusta vestirse de uno que otro villano. El otro día me dijo que él era un poco malo. La verdad es que todos lo somos. La misma literatura, como escribió Georges Bataille, en La literatura y el mal , no es inocente. Los cuentos infantiles del pasado, como los del francés George Perrault (1628-1703), “La caperucita roja”, “Barba Azul, “El gato con botas” “Piel de asno” etcétera; los de los hermanos alemanes Grimm, quienes popularizaron relatos orales como “La cenicienta”, “Hansel y Gretel,” “Rapunzel,” “La bella durmiente”, entre otros, durante la primera mitad del siglo XIX ; o los del danés Hans Christian Andersen (1805-1875) que escribió “El Patito feo”, “Pulgarcita”, “El soldadito de plomo”, “La reina de las nieves” y muchos más tratan de la maldad y de la bondad de los seres humanos o de los animales humanizados. Aparecen brujas malvadas y bellas jóvenes ingenuas y buenas que al final se casan con príncipes o son princesas de nacimiento, pero han sido arrojadas a una vida de dificultades y trabajos que aceptan sin chistar.
Todas esas historias enseñan algo sobre el mundo y sus peligros. Y no, tampoco son inocentes. Muestran la codicia de algunos como la madrastra de Cenicienta, el narcisismo infinito como el de la bruja de Blanca Nieves o los caminos dificultosos que debe seguir el héroe para rescatar a alguien, aunque solo sea a sí mismo.
En la vida, sin embargo, más allá de las “cosas malas que pasan”, de la mala o la buena suerte existe la maldad en oposición al bien. Sin duda hay grados de malevolencia. En la infancia, de entes tiernos pasamos a egoístas furiosos que muerden o pegan a otros niños. Nadie es perita en dulce y lo aprendemos muy pronto. Un día aterroricé a una amiga más chica que yo con música de Stravinsky y contándole cuentos de miedo. Debo haber tenido 10 u 11 años, así que me sabía algunos. Disfruté enormemente mi acto maligno. ¿Fue sádico de mi parte? No creo, aunque era una pre adolescente probaba mis poderes. Luego me sentí mal, porque la otra niña se asustó en serio.
¿Pero qué es lo maligno? Cultural y religiosamente hubo castigos y y brutalidades. Los aztecas practicaban un ritual religioso que implicaba la extracción del corazón de gente viva. Los dioses pedían la energía vital de los seres vivos y así ellos mantenían el equilibrio del universo, aseguraban las cosechas y la fertilidad. El sacrificio humano era un crimen, que fue abolido por los españoles después de la caída de Tenochtitlán en 1521.
El tribunal eclesiástico de la Santa Inquisición se creó en el siglo XIII para investigar y castigar a los herejes. El Papa Gregorio IX estableció la Inquisición en 1233. Proteger la ortodoxia católica resultaba fundamental para la Iglesia. Los sospechosos eran interrogados y torturados, se trataba de juicios secretos sin defensa. Y los castigos significaban la prisión, la mutilación y la hoguera.
A pesar de que El Corán enseña que no debe haber ninguna coacción contra los infieles, hay musulmanes que creen que el Islam debe ser la religión dominante y, como sabemos, se han organizado células asesinas en Medio Oriente. El 7 de octubre de 2023 el ataque de Hamas en un Kibbutz de Israel y en un festival musical fue la maldad pura. Los interminables bombardeos de Netanyahu han dejada destrozada a la Franja de Gaza, han atacado a Hezbolá en el Líbano, afectando a muchas otras personas, en fin, es una desgracia para la región todo lo que sucede.
El campo de exterminio en Jalisco y el encontrado en Tamaulipas no nos enfrentan nada más con lo maligno sino que, por otro lado, se nos impone la banalidad del mal de la que escribió la filósofa alemana judía Hanna Arendt. ¿Cuántos lugares más habrá como esos predios, donde se adiestra a jóvenes secuestrados y, si no pueden con el duro entrenamiento, los matan o, si se quieren escapar, también. Arendt escribe que el mal no siempre es el resultado de intenciones malignas sino que muchas veces ocurre por decisiones cotidianas, banales y rutinarias. Ese concepto lo desarrolló la filósofa al cubrir el juicio a un oficial nazi, Adolf Eichmann en Jerusalén, en 1961, por parte de la revista New Yorker. Eichmann, comprendió Hanna Arendt, era un hombre común y corriente que había llevado a cabo órdenes y se convirtió en uno de los principales organizadores del Holocausto. Él se encargó de la coordinación de los campos de exterminio nazi desde su puesto en la oficina Central de Seguridad del Reich en Berlín. Se encuentran, por un lado, los ejecutantes de los asesinatos de montones de personas y, por otro, los que disponían desde sus oficinas que se llevaran a cabo dicho crímenes. Para Hanna Arendt esta banalización del mal es absolutamente peligrosa y letal. Sin embargo, no sé si los narcos maten y torturen por gusto o porque los obligan los capos mayores. Lo que sí me parece banal de la malignidad del narco es el silencio de las autoridades del gobierno, su desdén por las madres buscadoras, su incapacidad de acción, heredada por un gobierno acaso cómplice o simplemente omiso.
¿Habrá una solución?
Con información de La Crónica