Educación: Herencia nefasta

Gilberto Guevara Niebla

La decisión más grave que el actual gobierno tomó en educación fue, sin duda, continuar con los programas de becas y asignaciones a los padres de familia, política que deja financieramente desprotegidas actividades decisivas para mejorar la calidad de los servicios educativos (como la formación de maestros). Nadie se opone a la asignación de becas, sobre todo cuando benefician a la población más pobre y desprotegida (cumpliendo estrictamente con el principio de equidad: dar más a los que menos tienen y dar menos a los que tienen mejor situación económica). Sin embargo, en este caso, la creación y distribución de becas fue concebida con criterios políticos y clientelares: no se cumple el criterio de equidad, hay becas que benefician tanto a los pobres como a quienes tienen nivel alto de vida. Tampoco las becas fueron vinculadas a mejoras en el aprendizaje o a la condición de permanencia en la escuela. Es fácilmente de demostrar que las becas “universales” tienen un efecto reproductor de las desigualdades sociales: de tal modo que la educación básica de México tiene un efecto reproductor de la injusticia.

El otro grave error es darle continuidad al programa de la Nueva Escuela Mexicana (plan de estudio único de educación básica) sin hacerle el más mínimo retoque. Las nuevas autoridades no evaluaron el programa antes de darle su visto bueno; es probable –me atrevo a decir– que ni lo leyeran (su mera lectura es un órdago), sobre todo no preguntaron a los operadores de dicho programa, los maestros, que han sufrido en carne propia las consecuencias nefastas de esta imposición autoritaria.

La decisión, desde luego, también fue política. Las nuevas autoridades federales no quieren modificar ni un ápice de la herencia de la anterior administración, la NEM fue uno de los programas más apreciado por el anterior presidente y está dirigido por un extraño personaje, Marx Arriaga, que fue arropado por la esposa del mandatario. Esto explica tal vez la cautela que ha mostrado tanto la presidenta Claudia Sheinbaum como el secretario de educación, Mario Delgado, ante esta herencia indeseable. Por otro lado, Delgado enfrenta una situación difícil al tener que compartir al poder de la secretaría con un personaje excéntrico que, en los hechos, por años, ha movido los hilos de la secretaría.

El señor Marx proyecta una personalidad frívola e inestable que se refleja en la volubilidad del plan de estudios y los libros de texto de la Nueva Escuela Mexicana. Entre las formulaciones originales de la NEM y la realidad actual, hay una gran distancia que se explica, por lo visto, por los problemas que se registraron en la práctica escolar y que los obligó a realizar cambios importantes sobre todo en la esfera de la didáctica.

Lo cual no ha disminuido el volumen del malestar magisterial. Los profesores siempre realizan su trabajo, sin importar las circunstancias que se les presentan y no se amilanan ante un modelo educativo cuyo aparato teórico les parece incomprensible y que los obliga a realizar tareas nuevas que nunca les han explicado suficientemente. Ante eso los educadores tienen que utilizar cualquier recurso que tienen a la mano.

“República educadora, humanista y científica”, es el lema que titula el capítulo de educación en el Plan Nacional de Desarrollo. ¿Porqué “república? La palabra diluye la responsabilidad de quienes está obligados por la Constitución a brindar la educación. Me refiero al Estado. Lo correcto hubiera sido: “Estado educador…etc.”. La primara disposición bajo ese rubro, es una frase, de tono axiomático y lapidario “Continúa la Nueva Escuela Mexicana”.

Enseguida, aparece otra disposición que va dirigida, evidentemente, a satisfacer una demanda del SNTE: “Desaparece la USICAMM (Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y Maestros). Nuevo sistema de contratación y promoción de maestros”. La razón de esta eliminación es política y tiene un carácter regresivo. La USICAMM heredó de legislaciones anteriores la tarea de regular el ingreso a las nuevas plazas de maestro mediante criterios académicos (que en la práctica eran laxos) y el objetivo que se busca, a la postre, es eliminar ese concurso de manera que se facilite el ingreso a esas plazas tal y como lo ha venido demandando el SNTE. Tal vez se legitime el procedimiento de reclutamientos masivos automáticos sin que medie exigencia alguna.

Otro elemento de la herencia nefasta que dejó el sexenio anterior y que no solo se aprobó, sino que, incluso, se decidió ampliarlo, es el programa La Escuela es Nuestra. Una vez más, este programa se inspiró en ideas políticas partidarias y no ha sido objeto de ninguna evaluación. Antes de que se creara este programa existía una agencia pública profesional, el Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (INIFED) integrado por arquitectos, ingenieros y expertos en la materia, que se encargaba de cuidar la infraestructura escolar. El presidente López Obrados decidió suprimir este organismo y crear un programa para dar a los padres de familia el dinero para que vigilaran y cuidaran la infraestructura de su escuela. La idea era fomentar el espíritu comunitario y estimular la economía local. El resultado que ha tenido dicho programa se ignora dada la política de las actuales autoridades de negar la evaluación y el rendimiento de cuentas, pero, aun así, se decidió ampliar el programa hasta la educación media superior.

Con información de La Crónica

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