Así vive AMLO su retiro

Roberto Rock

Se han cumplido seis meses de que el expresidente Andrés Manuel López Obrador salió de Palacio Nacional para radicar, según lo anunció, en su finca de PalenqueChiapas. Lo que hoy sabemos de él tiene hasta ahora tres vertientes: 

Su presencia pública, como ofreció, se ha reducido al mínimo; incluso, su paradero real es desconocido. No acompañó a su hijo Gonzalo “Bobby” López Beltrán en la celebración de su boda, a inicios de febrero, celebrada en Cancún en el resort “Vidanta” propiedad del magnate Daniel Chávez, aliado de la familia.  En días previos sin embargo, López Obrador habría sido el anfitrión de la boda civil, en la propia finca, festejo a la que asistieron no más de una veintena de invitados.

Amigos y políticos cercanos al exmandatario han enviado mensajes o, a través de terceros, han tocado a las puertas de la finca, siendo atendidos por lo que parece un solitario trabajador, acaso el único habitante regular del inmueble. La respuesta formal a estas gestiones ha sido la misma: “El licenciado le agradece su mensaje; nos dice que él lo buscará más adelante”.

Aumentan los indicios de que López Obrador no reside en Palenque, sino en otra ciudad, incluso en otro país, con Cuba como el más mencionado (el apego de AMLO por La Habana viene de lejos), pero no confirmado.  No hay tampoco, por ahora, testimonios de reuniones confidenciales con políticos. 

Otra vertiente es un próximo libro de López Obrador, que se sumaría a la docena bajo su nombre, tres durante su gestión presidencial; el último, “Gracias” (2024). En estos últimos casos la norma fue una cercana interacción del exmandatario con colaboradores que elaboraban segmentos importantes, como una suerte de “escritores fantasmas”. Uno de los más evidentes, su exvocero, Jesús Ramírez, que introdujo estadísticas falsas y opiniones producto de sus propios delirios. Hubo una obsesión de López Obrador para mantener contacto con el proceso de producción. Nada de eso parece ocurrir ahora.

Jesús Ramírez
Jesús Ramírez exvocero en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador / Foto: Mario Jasso / Cuartoscuro.com

“Me retiro, me voy, no seré ni caudillo, ni líder moral, ni jefe máximo”, dijo López Obrador en su conferencia del 27 de septiembre. Y en la última, el 30 de ese mes, intentó dibujar con un puñado de gráficas de power point, un legado pleno de “récords históricos”.  No obstante, en esos mismos momentos la economía ya se había estancado, las “inversiones extranjeras” eran producto de fusiones o reinversiones, y la deuda pública se disparaba a niveles, esos sí, históricos. 

Este es otro AMLO en el retiro que apenas se sigue perfilando: el del gasto en programas sociales cada vez más difíciles de sostener. Con obras insignia -Tren Maya, Dos BocasTren Transístmico–  que quizá nunca sean rentables; Pemex quebrado, y el sector salud en abandono. Todo ello presentaba ya enormes dificultades antes del arranque del gobierno de la presidenta Sheinbaum. Todo eso sigue siendo parte de una herencia no debidamente juzgada.   

Entrada de la Refinería de Dos Bocas
La construcción de la Refinería Olmeca, en Dos Bocas, Tabasco, formaba parte del plan del presidente López Obrador para lograr la autosuficiencia energética. / Foto: Edgar Negrete / Cuartoscuroc.om

Apuntes: El debate -que perdió de entrada el gobierno- sobre eventuales bloqueos de plataformas de redes sociales, a la luz de la nueva ley de telecomunicaciones, está siendo miope en al menos dos aspectos:  Una ambigüedad en el texto que hace pensar en regímenes autoritarios como China, Rusia o Turquía que obligan a esas plataformas a eliminar contenidos críticos a la autoridad. Y no entender que desde que Elon Musk, dueño de X (ex Twitter) y Mark Zuckerberg (propietario de Meta-Facebook e Instagram) se postraron ante Donald Trump, se han multiplicado las evidencias de que esas redes manipulan sus algoritmos en favor de posiciones de ultraderecha y hacen negocio con la desinformación, cobrando y pagando – según sea el caso- por contenidos virales, aun cuando sean falsos o inciten al odio o al miedo. Si las redes -con un poderoso cabildeo político- descartaron sus códigos de autorregulación, ¿quién las modera? 

Con información de El Sol de México

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