¿Votar o no votar?

Ernesto Hernández Norzagaray

En este país alguna vez, no hace mucho tiempo, los mexicanos estuvimos en el dilema de votar o no votar en una elección constitucional.

La razón de ese dilema es que los resultados ya se conocían desde antes de ir a las urnas para sufragar por el partido y el candidato de la preferencia de cada uno de los mexicanos.

Esto llevó a que muchos nacionales decidieran tomar distancia y cultivaron la expresión derrotista: “para qué voto, si ya sé quién va a ganar”.

Es decir, los incentivos para la participación ciudadana eran mínimos y eso tuvo un triple efecto: la gente empezó a retirarse de las urnas, decidió votar por la oposición testimonial o en blanco, como alguna vez lo sugirió José Saramago, en una de sus novelas y que felizmente el tema de la legitimidad democrática se convirtiera en parte esencial de la agenda de las reformas del proceso de cambio en la llamada transición vía elecciones.

Esto permitió paulatinamente que se hicieran cambios profundos en la legislación electoral y que la gente asistiera a las urnas, con lo que se construyó la legitimidad democrática.

Un valor indispensable en toda democracia que se precie de serlo porque en eso radica la fortaleza de una sociedad, que los gobernantes estén debidamente legitimados, no sólo, en las urnas, sino que la oposición si lo llegara a poner en duda tenga los recursos de inconformidad para hacer valer ese derecho de cuestionar un triunfo y ya serían las autoridades electorales las que decidan con la Ley en la mano si el triunfo de su adversario es o no legítimo.

Bueno, eso, tan básico, fue la contribución de la generación social y política de la transición democrática y que hoy, lamentablemente, vuelve a estar en duda porque más allá de la discusión de si en democracia los jueces, magistrados y ministros deben ser votados, es si los resultados, no están previamente determinados por una mano negra para beneficiar a un partido o un conglomerado de partidos.

Cierto, las elecciones que tendremos el 1 de junio son constitucionales porque los cambios que se han hecho a la Carta Magna y la Ley reglamentaria son legales y hasta podríamos decir que legítimos porque así lo decidió la representación política, aunque hay una discusión sobre los medios utilizados para alcanzar esas mayorías calificadas y es que en política, siempre, la forma es fondo. 

Entonces, la convocatoria de elecciones está hecha y puesta en operación tanto la electoral a través de las instituciones constitucionales, la política que permite que los aspirantes y actores políticos puedan hacer campaña o promocionar la elección y, muy probablemente, vendrán los operativos del día de la jornada electoral para llevar a votar a la gente y de esa forma, intentar legitimar el proceso de elección de jueces, magistrados y ministros. 

Que dicho de paso hay un serio cuestionamiento sobre lo que se va a votar por su alto grado de dificultad incluso para los miembros de la propia autoridad electoral, cómo lo evidencio la propia Presidenta cuando Arturo Zaldívar y Ernestina Godoy, asesor y consejera jurídica, respectivamente, en una conferencia mañanera cuando pidió una explicación menos técnica y más a ras de suelo, por las características complejas de la papeleta electoral y, en última instancia, el cómputo de los votos y los medios de impugnación de los resultados.

A diferencia de las elecciones constitucionales para elegir cargos de representación política en donde los ciudadanos lo tienen claro por la sencillez del procedimiento para apoyar un partido, coalición o candidato, en este caso, lo distingue la complejidad y el desconocimiento público de quienes aspiran alcanzar uno de los cargos de la oferta que estará en la papeleta.

Y eso, justamente, es la gran debilidad de esta elección que no garantiza claridad y certeza, y lleva a suponer que oscila entre el acarreo de votantes a través de los llamados Siervos de la Nación, cómo se hacía con los operadores vecinales en los tiempos del PRI, que tanto sirvió para la mofa y la caricatura política, por esa fauna de tapados, carruseles, ratones locos… que nos hicieron ejemplo de lo que no debe permitirse en democracia.

O sea, estaríamos dando un paso atrás, a los tiempos de los resultados previamente diseñados para que los que resulten electos estén al servicio del poder político en el ámbito federal y jurisdiccional.

En definitiva, volvemos a la cuestión esencial de los incentivos que favorecen la participación ciudadana: No existen por la media del desconocimiento, a no que ser que provenga de ser beneficiario de algún programa social, que sería y será siempre clientelismo en su máxima expresión.

El viejo lastre, la llamada realpolitik de las democracias latinoamericanas que inclinan la balanza en favor de quien otorga regalos y dádivas a cambio de votos.

Pero, aun así, habiendo una cantera de más de 30 millones de este tipo de beneficiarios de la hacienda pública, las preguntas que muchos nos hacemos es: ¿asistirán a las urnas los 61 millones, o más, que participaron en las elecciones de 2024; los 36 millones que sufragaron por Claudia Sheinbaum para Presidenta; los más de 27 millones que lo hicieron por diputados y senadores de la 4T; los 18 millones que votaron en la consulta de revocación de mandato o los 8 millones de la consulta para juzgar a los expresidentes tomando en consideración que la lista nominal de electores es de aproximadamente 100 millones de mexicanos?

Y es que la participación importa, si se logra superar lo votado por Claudia Sheinbaum y todas las candidaturas presidenciables sería la máxima legitimación de esta elección; si logra estar entre la votación de la 4T al Congreso de la Unión y la Presidencia de la República tendría legitimidad porque, al menos, uno de cada tres registrados en la lista nominal se activaría, pero, si está por debajo de los 18 millones que se manifestaron en las consultas de revocación de mandato y el juzgamiento de los expresidentes sería la confirmación de un fracaso largamente anunciado.

Y ya se plantearía, seguramente, dar la vuelta a la tuerca.

¿Pero qué necesidad?

Con información de Sin Embargo

También te podría gustar...