La soberanía vulnerada

Rafael Cardona

La igualdad soberana de los Estados es la base de la convivencia internacional. No importa el tamaño de una economía; tampoco la potencia militar de un país; tampoco su volumen de comercio ni sus condiciones geopolíticas. Los Estados, de acuerdo con la tradición jurídica y la Organización de las Naciones Unidas, son iguales en derechos.

Y en cuanto a su organización y régimen de gobierno, su seguridad fronteriza, su autodeterminación, su rumbo y su destino, son soberanos; es decir, no reciben órdenes ni consignas o imposiciones de ningún otro. No dependen, no se subsumen.

Pero por desgracia eso es una teoría. En la práctica, nada de eso sucede en las relaciones entre México y los Estados Unidos.

Hoy, por desgracia, la visa retirada a una ciudadana mexicana, quien por casualidad gobierna conyugalmente Baja California, se convierte en un asunto de Estado en el cual México muestra dos debilidades extremas.

Una de ellas el papel rogativo de la presidenta (con A) la doctora CSP, quien sin rubos confiesa su cotidiana condición desinformada sin una voz del norte para aliviar su desconocimiento de las cosas, y la otra la desigualdad en el trato migratorio: ellos nos imponen una visa de arduo trámite —filas y citas lejanas en la banqueta—, y nosotros los dejamos pasear por este país, quedarse el tiempo de su capricho, gentrificar nuestras ciudades y hacer cuanto en gana les venga, sin molestia alguna.

Nosotros ansiamos cruzar al imperio a ver si el bracerismo (sinécdoque migratoria) ayuda a sobrevivir y de paso auxilia a quienes aquí se quedan víctimas de la maltrecha economía nacional y apuntala en algol (60 mil millones de dólares anualmente), los problemas aquí sin solución: desempleo, falta de oportunidades, inseguridad. Y a los emigrantes la demagogia cuatroteísta les llama “Héroes” cuando son víctimas de las condiciones de su país.

México no tiene una explicación oficial (me gustaría escuchar los balbuceos de Relaciones Exteriores) –ahí en la fuente había un chorrito—o Gobernación en cuanto a la tolerancia absoluta en el tránsito de estadounidenses, gringos o gabachos.

Por eso, en estos días “la mañanera” se ha convertido en la escena descontrolada de la presidenta: si la información es poder, si el poder se exhibe sin información en una conferencia de medios, se desdibuja.

]POR SI LAS MOSCAS [

Dice Julio Berdegué quien quizá haya leído al Nobel Golding y su genial novela, “El señor de las moscas”:

“…Hemos pedido durante meses, sin respuesta, que se abra la planta de producción de moscas estériles en México, en el estado de Chiapas; seguimos esperando la respuesta de las autoridades, porque eso es esencial para poder combatir con efectividad esta plaga…”

Con un poco de lógica –con base en sus palabras posteriores–, deberíamos suponer a cuáles autoridades se refiere el señor Berdegué: a las de los Estados Unidos, a quienes ahora les compramos hasta las moscas libres –por fortuna– de aranceles.

“… Iniciamos –dice JB– en el mismo mes de noviembre del ´24 la dispersión aérea (pues sí, como él dice, los himenópteros vuelan) de estas moscas estériles.

“No quiero entrar en detalles, tomaría mucho tiempo, pero las moscas estériles son una especie de extinguidor que se usa para apagar este fuego (indimoder), interrumpen el ciclo reproductivo de la mosca…” y con ello desquician la transmisión del gusanito barrenador del ganado, quien como Marina del Pilar no tiene visa para entrar a Estados Unidos.

“…Desde noviembre del año pasado empezamos la dispersión con pocas moscas, ¿por qué?, porque los Estados Unidos son los únicos que tienen la fábrica de producción de moscas en Panamá. Y dispersamos todas las moscas que ellos nos facilitaron…”

De los “Panama Papers” a las Panamá flies.

Pero vaya subdesarrollo, este país, con todo y su cultura milenaria no puede producir ni siquiera una mosca “capona”? ¿Hasta para eso dependemos de los gringos?

Con información de La Crónica

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