León XIV pide en la inauguración de su papado superar los prejuicios por el “miedo al diferente”

Fran Ruiz Perea
León XIV comenzó oficialmente su mandato este domingo, con la misa de inicio del pontificado, celebrada a las diez de la mañana en la plaza de San Pedro ante 200,000 personas y delegaciones de 150 países. Entre ellos, los reyes de España y Bélgica; el vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance; el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, y la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez.
La misa de inauguración —hasta 1963 con Pablo VI llamada coronación— supone una declaración de intenciones de lo que será su papado. Si en su primer discurso al asomarse al balcón tras ser elegido, el pasado 8 de mayo, el término que más repitió el peruanoestadounidense Robert Prevost fue “paz”, esta mañana ha sido “unidad”, poner fin a la discordia, en el mundo y en la Iglesia.
León XIV pidió fraternidad y reconciliación para un mundo herido “por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo al diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la Tierra y margina a los más pobres”.
Contra la división de la Iglesia
León XIV hizo un llamado a la unidad en la Iglesia, que llegó muy dividida al cónclave tras los años de cambios y reformas de Francisco, que dieron como fruto la elección de un continuista de la obra del anterior papa, pese a los recelos del ala más conservadora.
En este sentido, hizo un guiño interno muy explícito a la minoría conservadora, al avalar una crítica recurrente contra el argentino Jorge Bergoglio por actuar de forma excesivamente autoritaria y sin consultar con nadie: “Pedro debe pastorear el rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás, haciéndose dueño de las personas que le han sido confiadas”.
Las primeras filas de la misa fueron reservadas para los representantes de los dos países del nuevo papa: su natal, Estados Unidos, con la presencia del vicepresidente JD Vance y el secretario de Estado, Marco Rubio; y el de su elección, Perú, donde fue misionero y obispo gran parte de su vida y desde el que llegó la presidenta Dina Boluarte.
En la plaza vaticana también se vivieron gestos de distensión, como un apretón de manos entre Vance y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, después del bochornoso regaño en febrero en la Casa Blanca, protagonizado tanto por el vicepresidente de EU como por el presidente Donald Trump, quien no acudió a la misa y muy distanciado del nuevo pontífice en cuestiones como la inmigración y el cambio climático.
“Elegido sin ningún mérito”
León XIV pronunció después su homilía en la que reconocía el alto peso de la misión que le fue encomendada el pasado 8 de mayo, tras el cónclave que le eligió sucesor de Francisco y cabeza de una iglesia con alrededor de 1,400 millones de fieles en todo el mundo.
“Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano”, confesó.
El nuevo papa planteó una Iglesia unida en la que su líder “nunca debe ceder a la tentación de ser un líder solitario” y que ejerza de “fermento para un mundo reconciliado”, máxime cuando, advirtió, el mundo vive “demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la Tierra y margina a los más pobres”.
Ante este contexto, su idea de “construir un mundo nuevo donde reine la paz” resonó con fuerza en la plaza.
Al final de la misa, el Papa hizo un breve saludo en el que recordó que en Gaza “ancianos y niños son reducidos al hambre”, y pidió “una paz justa y duradera” en “la martirizada Ucrania”.
Con información de La Crónica