¿Pacientes o clientes? La deshumanización de la medicina

La medicina, que alguna vez fue considerada una vocación humanista y solidaria, ha sido arrastrada en los últimos tiempos hacia una lógica comercial que la aleja de su razón de ser: aliviar el sufrimiento humano. Hoy, en muchas partes del mundo, el paciente ha dejado de ser un enfermo que necesita ayuda para convertirse en un cliente, en una fuente de ingresos.
Históricamente, el médico era una figura cercana, respetada no sólo por su conocimiento sino también por su compromiso con la comunidad. En la Antigüedad y la Edad Media, el médico convivía con sus pacientes, conocía sus condiciones de vida y ofrecía muchas veces sus servicios sin esperar una retribución inmediata o proporcional al esfuerzo invertido. La medicina era considerada un arte y una vocación antes que una profesión lucrativa.
Sin embargo, con el avance del capitalismo industrial, la proliferación de seguros médicos, la expansión de la industria farmacéutica y la creación de grandes corporaciones hospitalarias, la medicina comenzó a verse como un campo económico altamente rentable. Esta transformación se aceleró a partir del siglo XX, cuando en muchos países los sistemas de salud pública fueron debilitados o abandonados en favor de modelos privatizados; un claro ejemplo lo vemos en nuestros vecinos del norte. El resultado: un paciente reducido a un número de póliza y una relación médico-paciente marcada por la prisa y la mercantilización.
Hoy no es raro encontrar prácticas éticamente cuestionables. La existencia de convenios entre médicos, laboratorios y hospitales para compartir ganancias, por ejemplo, es una muestra de la degradación moral que puede alcanzar la medicina cuando se convierte en negocio. Algunos laboratorios ofrecen incentivos económicos por recetar ciertos medicamentos, mientras que clínicas y laboratorios privados establecen esquemas de comisión por cada estudio, procedimiento o intervención que se indique.
¿Qué impulsa a un médico a abandonar su vocación humanista para transformarse en un comerciante del dolor humano? Las causas son múltiples y complejas. Por un lado, la formación médica moderna, en muchos casos, ha dejado de lado la ética y la filosofía para centrarse exclusivamente en lo técnico y lo rentable. Por otro, los sistemas de salud actuales, altamente burocratizados, exigen productividad y números. Por otra parte tenemos el entorno social donde vive el medico, la competencia entre “compañeros” la presión de mantener consultorios costosos y la tentación de una vida económicamente acomodada también juegan su papel.
Este fenómeno es especialmente doloroso en países con altos niveles de pobreza y desigualdad. ¿Dónde quedó el juramento hipocrático de no hacer daño, de curar sin dañar, de anteponer la salud del paciente a cualquier otro interés? Pues simplemente abandonado en algún cajón de la oxidada moral del galeno.
El médico comerciante es un síntoma de una sociedad que ha permitido que el dinero lo gobierne todo. Cuando el médico mide el valor del paciente según su capacidad de pago, abandona su función social y ética. Se convierte en un proveedor de servicios, como si vendiera automóviles o seguros, olvidando que su principal deber es aliviar el sufrimiento, restaurar la salud y acompañar al ser humano en los momentos más difíciles de su vida.
¿Se puede corregir esta tendencia? No será fácil, pero hay caminos posibles. Uno de ellos es el fortalecimiento de la medicina pública y universal, donde los incentivos no estén asociados al lucro sino al desempeño académico y ético. Un buen ejemplo lo tenemos en la medicina publica de los países escandinavos Otro, mas ilusorio que posible, es la formación de médicos con una profunda base humanista, que comprendan que su labor es un servicio y no una actividad mercantil. Como sueño es bueno, como expectativa es irreal.
Asimismo, se deben revisar las tarifas médicas bajo criterios académicos, de equidad y capacidad resolutiva. De ninguna manera es aceptable que un médico cobre sumas desmesuradas solo por mero mercantilismo. El prestigio del médico no debería medirse por lo que cobra, sino por su competencia y vocación de servicio.
La medicina no puede seguir en manos de comerciantes disfrazados de médicos. Urge reflexionar y actuar antes de que el consultorio termine pareciéndose más al mostrador de un negocio que a un refugio para el dolor.
Con información de Etcétera