Pandemia: las peores decisiones
Ricardo Becerra
Una mirada hacia el pasado reciente. Una reconstrucción de hechos y de eventos. La revisión de lo publicado durante los últimos cuatro años en México, nos pone frente a una historia inaudita, no solo una catástrofe venida de un lejano mercado de China, sino una sucesión de decisiones que abrieron paso a esa misma catástrofe. Hablo, claro está, de la pandemia y su gestión.
Creo que no existe un asunto más definitorio, uno que nos permita evaluar mejor la naturaleza de este gobierno y de la coalición que lo sostiene. Si en alguna circunstancia se ha revelado la índole -lo que son capaces de hacer (y no hacer)- es lo ocurrido durante el transcurso de áquellos meses en los que un patógeno desconocido abrumó a nuestra población en todo el territorio nacional. Veamos.
Enero y febrero de 2020 fueron meses en los que no cesaron las alarmas internacionales, una tras otra, hasta la declaratoria de emergencia mundial el 11 de marzo de 2020 por parte de la OMS.
¿Cuáles fueron las principales decisiones del gobierno de López Obrador, precisamente en ese tiempo? Para empezar, tirar por la borda a las reglas con las que se atendía la salud de los mexicanos y experimentar con una confusa sorpresa: el INSABI, marco distinto y mal comunicado a quienes tenían el derecho a la salud. No solo eso, en ese mismo lapso se desmanteló el sistema de compras de medicamentos, insumos y vacunas, justo cuando había que ir por ellas con urgencia al mercado mundial y, por si fuera poco, iniciaba el año con recortes presupuestales en el sistema público que permaneció -así disminuido- hasta la mitad del año.
Había una prioridad en la cabeza del presidente López Obrador, transmitida por su vocero: subestimar, disminuir la gravedad de la epidemia. Esa terquedad tapiza todas las decisiones posteriores y explica la permanencia de errores a pesar de evidencias y de la realidad misma. Por ejemplo, insistir en la hipótesis de que estábamos metidos en epidemia de una sola ola cuando en mayo y junio eran frecuentes los re-contagios en México: la cosa no se acababa visitando un solo pico. O esta otra, la idea de mantener un sistema de vigilancia que no fue concebido para seguir una rápida propagación: no debimos esperar que los infectados llegaran a las clínicas, sino ir por ellos, donde estuvieran y realizar todas las pruebas posibles.
No es necesario recordar las necias resistencias al uso del cubrebocas o los mensajes anticientíficos que propaló el gobierno. Es preciso subrayar algo menos conocido: quienes murieron en un hospital, murieron solos, a falta de protocolos, lejos de sus familiares y por si fuera poco, no hubo directrices pertinentes para el manejo de los cadáveres.
Se ha querido ofrecer la versión según la cual, la altísima mortalidad mexicana por Covid es un reflejo de la obesidad, hipertensión y otros males extendidos entre la población mexicana, pero los análisis más rigurosos muestran que el factor determinante asociado a la muerte por Covid-19 en México, fue la pobreza a la que no se protegió: la mayor parte de las actas de defunción provienen de viviendas ubicadas en los municipios urbanos más pobres del país, Chimalhuacán, Chalco, Tlahúac, Ecatepec, Tecámac, Iztapalapa, Ixtapaluca o Xochimilco.
Todos estos datos provienen de una incisiva investigación que realizó la Comisión Independiente de Investigación sobre la Pandemia de Covid-19 en México, que será presentada hoy mismo por el doctor Jaime Sepúlveda, disponible, lista para la discusión pública, recurso de la memoria histórica que ya exigía la dimensión de una tragedia como la que se esboza aquí.
Como ha escrito el doctor Francisco Moreno: la historia de la pandemia en México es una larga lista de errores cometidos en distintos grados, pero casi nada se compara a esta otra decisión, la negativa expresa de aplicar vacunas a los médicos y al personal sanitario del sector privado que se encontraba al frente arriesgando su vida, combatiendo al bicho, en el momento de mayor contagio y muerte, justo al cruce de 2020 y 2021. ¿Por qué hicieron eso? No por ignorancia, no por negligencia, sino por algo parecido a la infamia, algo directamente criminal. Lo peor en la pandemia.
Con información de Crónica