Inversión extranjera, un voto de confianza por parte del empresariado
Luis Ruiz
Aunque para muchos, esa relación aún sigue sin cuajar, pues aún hay temas que mantienen el nerviosismo, como las protestas por parte de trabajadores del Poder Judicial que han demostrado inconformidad con las leyes secundarias que plantea la reciente reforma judicial, la presidenta Claudia Sheinbaum y su gabinete están demostrando que no hay tiempo que perder si de restaurar la confianza con el sector privado se trata.
Acompañada de figuras como Marcelo Ebrard que, una vez más está demostrando la diplomacia y maestría que tiene para colocarse como un mediador o punto de encuentro entre distintas partes -como lo hizo antes al posicionarse como un actor clave en la relación de México con el exterior y lo hace ahora a favor de la economía, y la democratización del comercio y desarrollo productivo-, las conversaciones recientes en los encuentros con el empresariado son muestra del objetivo que tiene la actual presidenta. Los cuales, ya dieron sus primeros resultados con anuncios de inversión para los próximos años.
De entrada, cabe decir que la cifra no es para menos. Este anuncio se dio por más de 20,000 millones de dólares, distribuidos en diferentes sectores entre los que destaca el energético, considerando como uno de los más polémicos en los últimos años.
Pero más allá de los números, esto refleja la confianza y solidez con la que los empresarios ven a México en la actualidad y las oportunidades que observan para el desarrollo de sus negocios en el corto y mediano plazo.
En términos simples y frente a todo pronóstico, por aquello de que aún hay quien tiene sus reservas de la autonomía con la que actúa la presidenta Sheinbaum, lo acontecido en el CEO Dialogue, encuentro que sostuvo la mandataria con CEOs de compañías nacionales y provenientes de Estados Unidos, representa un buen comienzo para su administración.
Esto se vuelve más relevante si consideramos que hasta hace unas semanas existía duda de la capacidad que tendría la actual administración para que México lograra mejorar su relación internacional.
Principalmente con países como Estados Unidos, que han puesto en duda la certeza jurídica que el país pudiera ofrecer al sector empresarial luego de la reforma al Poder Judicial. Lo anterior, al nivel de considerar éste como un uno de los principales desafíos de frente a la negociación que habrá en la revisión del funcionamiento del T-MEC, que sucederá en 2026. Y ni hablar de la manera en que el expresidente Andrés Manuel López Obrador decidió hacer personal su relación y sus diferencias con el embajador de Estados Unidos en México, acto que también debilitó de alguna manera la relación con este país.
Pero hoy el mensaje es la confianza y el optimismo. Resultado de lo que, hasta ahora, a 17 días de haber rendido protesta como presidenta, Claudia Sheinbaum se ha encargado de transmitir en sus múltiples discursos para visibilizar a México como un país con proyectos que propician el desarrollo para múltiples sectores.
Y es que es innegable el hecho de que México, por distintos motivos como su ubicación geográfica, mano de obra, nivel de innovación, infraestructura con la que cuenta y los recursos que ofrece tiene potencial para poder desarrollar relación comercial con cualquier nación.
Potencial que, al mismo tiempo, puede verse debilitado por un mal clima generado por mensajes erróneos que pudieran dar la impresión de tener un gobierno autoritario o poco dispuesto a colaborar con privados, o un país inseguro en múltiples sentidos. Elementos que, la actual presidenta ha decidido tomar como una prioridad y busca revertir para no dejar espacio a la desconfianza.
Una vez dado este primer paso, el reto se centra en cómo esa inversión se canaliza a manera de que cumpla el propósito empresarial, al tiempo que atiende otras de las prioridades del actual gobierno: generar bienestar social y asegurar un ordenamiento que priorice -y en algunos proyectos haga prevalecer- la participación del estado sobre la iniciativa privada. Pues, sabemos que ese es uno de los no negociables del gobierno, pues se considera que esto ayudará a garantizar la sostenibilidad materia económica sin descuidar la ambiental y social. Elementos que, muy seguramente, podrían llevar a conversaciones y negociaciones ásperas como las que, en la administración pasada, terminaron por relocalizar de un estado a otro una planta de producción.
Instalado el optimismo, en esto que pinta para ser una nueva etapa en la relación público-privada, como una buena señal por un lado vemos ya la propuesta de grandes compañías interesadas y por el otro el compromiso firme de dejar las reglas del juego claras.
Con información de Expansión Política