México roto: el campo de exterminio en el Rancho Izaguirre

Tania Larios
La indignación no basta. El horror que se destapó en el Rancho Izaguirre, en el municipio de Teuchitlán, Jalisco, es un recordatorio brutal de la tragedia que atraviesa México. Un hallazgo estremecedor, producto de la incansable lucha de las madres buscadoras, quienes, impulsadas por la esperanza y la valentía, llegaron ahí tras una denuncia anónima sobre un “centro de exterminio” del crimen organizado: era un campo de horror, una escena que evidencia, de manera desgarradora, la grave situación de violencia que enfrenta nuestro país.
El predio había sido cateado por la Guardia Nacional en septiembre de 2024, y aunque se encontraron dos personas privadas de libertad y un cadáver cubierto con plástico, nunca se llegó a la magnitud de lo que realmente sucedía ahí.
El hallazgo de 200 pares de zapatos, ropa, maletas, cartas de despedida, y restos humanos —fragmentos de cráneo, dentaduras, molares— dan cuenta de la magnitud del crimen que se perpetraba en ese lugar.
El testimonio de una víctima que pasó tres años ahí, confirma lo peor: durante su secuestro, alrededor de 1,500 personas fueron asesinadas y calcinadas. Tan solo en tres años, aunque los testimonios todavía no arrojan claridad sobre si este lugar operaba desde 2018 o 2012.
Las personas recluidas eran obligadas a pelear por comida, los niños sometidos a experimentos médicos, las vidas utilizadas como mercancía en el tráfico de órganos, en suma, la degradación absoluta de un sistema que ha permitido que el crimen se infiltre de tal forma que los seres humanos son utilizados para los intereses más oscuros.
Aquellos que mostraban signos de debilidad, eran arrojados desnudos a un corral con cerdos hambrientos, mientras los torturadores disfrutaban del espectáculo. Los cuerpos, después de ser desechados como despojos humanos, eran incinerados en hornos clandestinos, borrando cualquier rastro de las víctimas.

El Rancho Izaguirre es un símbolo de la crueldad sin límites con la que actúan las organizaciones criminales, una manifestación del total colapso de un sistema que necesita ser reconstruido.
¿Cuántos centros de exterminio como el de Izaguirre están aún en operación en México?
Según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas, 124,000 personas han desaparecido desde 1952, pero la mayor parte de estas desapariciones, 54,000, se han registrado en los últimos seis años. Y 6,700 de estas desapariciones ocurrieron en los últimos cuatro meses.
En el último sexenio, los colectivos de búsqueda, como Guerreros Buscadores de Jalisco, han logrado visibilizar esta tragedia, generando una presión fundamental para que el gobierno se involucre, y como resultado, el número de fosas clandestinas encontradas se duplicó. En menos de cinco años, se hallaron 2,863 fosas, casi el mismo número que en las dos administraciones anteriores.
Este asunto no puede ser solo otro titular más, no puede ser otra historia de horror que se desvanezca entre los miles de crímenes que nos acosan a diario. Cada par de zapatos, cada maleta, cada carta de despedida es un recordatorio brutal y un grito desgarrador de auxilio de un México roto.
Es urgente que el Estado se haga responsable, que se tomen medidas inmediatas para liberar a las víctimas de secuestros y reclutamientos forzados, y que se castigue con todo el peso de la ley a quienes estén involucrados con estos crímenes. Las víctimas merecen justicia, las familias merecen consuelo, y México merece tener futuro.
Este país, que ha sido testigo de demasiadas tragedias, debe finalmente levantar la voz y decir basta.
Con información de La Silla Rota