El regreso del sarampión y la deuda con la verdad

Alejandro Jiménez
En 1996, México fue declarado libre de sarampión endémico. Dos décadas después, esa medalla sanitaria está en riesgo de oxidarse. En lo que va de 2025, nuestro país ha registrado más de 360 casos confirmados de esta enfermedad que alguna vez dimos por superada.
Estados Unidos, que solía ser modelo de control epidemiológico, ya supera los 700 casos este año, con epicentro en Texas y propagación a estados como Kansas y Ohio. El sarampión ha vuelto, pero no solo como virus: ha regresado como síntoma de un mal mayor.
Lo que enfrentamos no es solo un brote de sarampión. Es una epidemia de desinformación, desconfianza y negligencia. La vacuna triple viral (MMR), segura y eficaz desde hace más de 50 años, está siendo rechazada por sectores de la población que caen en el espejismo de los rumores, teorías conspirativas y desvaríos pseudocientíficos. El resultado: niños sin protección, comunidades expuestas y una salud pública en jaque.
En México, la alerta se encendió primero en Chihuahua, y ya lamentamos la primera muerte por sarampión en más de dos décadas. En Estados Unidos, la situación es aún más grave: Texas, uno de los estados con más exenciones legales a la vacunación escolar, concentra más de 500 casos y dos muertes.
El detalle paradójico: el secretario de Salud estadounidense, Robert F. Kennedy Jr., conocido por sus posturas anti vacunas, ha tenido que cambiar de tono y ahora insta a la población a vacunarse. Un reconocimiento tardío, pero necesario.
Los virus no respetan fronteras, pero sí aprovechan fisuras. Y la principal fisura hoy es el debilitamiento de la confianza pública en la ciencia y en las instituciones. Esto no ocurre por generación espontánea. Es resultado de años de discursos irresponsables, algoritmos que premian la desinformación y autoridades que no siempre han sabido comunicar con claridad ni con empatía.
Aquí no hay margen para equilibrios falsos. No se puede tratar a la verdad científica como una opinión más. La libertad de expresión no incluye el derecho a desinformar sobre salud pública sin consecuencias. Si queremos evitar que otras enfermedades prevenibles —como la poliomielitis o la difteria— sigan el camino del sarampión, hay que actuar con firmeza y con pedagogía.
Es momento de que los gobiernos, los medios y los educadores asuman un compromiso más fuerte con la alfabetización sanitaria. De que la vacuna vuelva a ocupar el lugar que merece: símbolo de progreso colectivo, no de sospecha individual.
El rebrote de sarampión no es solo una alarma médica. Es un llamado a defender la verdad, aunque incomode. Porque lo que está en juego no es solo la salud del cuerpo, sino la del pacto social que lo protege.
Con información de El Sol de México