Una fiscalía sin fiscal: Gertz recibe a la DEA ¡en pijama!

La ausencia del fiscal Alejandro Gertz Manero es un asunto que lacera el ánimo en las altas esferas del poder cuatroteísta. Y no crea usted que es por la mortificación que pudiera causar la de por sí agria circunstancia de que la Fiscalía General de la República (FGR) funcione sin fiscal.

Y vaya que pareciera una circunstancia grave siendo y de urgente atención para cualquier gobernante el ocuparse de que no camine descabezada, como la gallina ciega, la entidad pública encargada de perseguir el delito en un país con más de 30 mil homicidios por año, más de cien mil desaparecidos, y donde en general el crimen es el actor dominante en amplias zonas del espacio público, de Sonora a Yucatán.

Pero no es eso lo que más molesta en Palacio. Lo que ya no aguantan es la chacota sobre el tema. Las redes son despiadadas, lo mismo los influencers, pero no superan los chascarrillos que se hacen en la propia estructura del fiscal.

Las bromas van del mal gusto a la tragedia: que si hace unos días Gertz mandó a su abuelito a preguntar por el curso de los asuntos en la dependencia ―por aquello de la longevidad de la familia―, que si la Fiscalía ha integrado un equipo de médiums para pedir las instrucciones diarias a don Alejandro en sesiones espiritistas; que si el jefe no andaba enfermo, sino siguiendo pesquisas con testigos caídos… 

Por eso, cuando nos dijeron que Gertz Manero había recibido a los agentes de la DEA   en pijama, pensamos que era parte de ese apéndice temático que desarrollan esos “malos mexicanos” que, para colmo, son los muchachos de su propio equipo. Pero no, nos explicaron con toda seriedad. Fue cierto.

BATA, PIJAMA Y PANTUFLAS

Y es que ya por octubre y noviembre del año pasado, cuando la ausencia del abogado Gertz se volvió más palpable, de hecho cotidiana, y por tanto ostensible, comenzó a generar toda clase de especulaciones en la dependencia. Y ocurrió un episodio extraño.

Funcionarios de la agencia antidrogas de los Estados Unidos (Drug Enforcement Agency, DEA, por sus siglas en inglés), acudieron a la dependencia con la premura de un asunto urgente, inaplazable, y altamente confidencial, que de hecho debía tratarse únicamente con el fiscal Gertz, personalmente. La embajada tuvo que llamar para confirmar la premura del tema.

Entonces los funcionarios más cercanos a Gertz deliberaron en un coloquio inmediato, y al final decidieron llevar los solicitantes a la “verdadera” oficina de Gertz Manero: un domicilio a tres cuadras de la casa del fiscal, en Santa Fe.

Gertz llegó poco después que los agentes de la DEA. Lo llevó su chofer, quien condujo al veterano abogado ante los sorprendidos funcionarios estadounidenses. El fiscal se hallaba en bata, pijama y pantuflas. Pero escuchó con toda amabilidad a sus visitantes, con su mejor donaire posible, aunque no pudo fijar su atención demasiado en la urgente diligencia. Al cabo despachó a los visitantes con una vaga promesa de una respuesta más consistente, “a la brevedad”. 

Luego de eso, todo empeoró. En las sesiones de Zoom con el equipo de la dependencia para tomar decisiones, Gertz prácticamente no hablaba, apenas asentía, y su semblante era inexpresivo, salvo por las repentinas expresiones de dolor.

MALA CICATRIZACIÓN

Fue la etapa en la que Juan Ramos, titular de la Fiscalía Especializada de Control Competencial, incluso prometió ascensos, en corto, a sus más cercanos. Luego vino el asunto de la operación y la ventilación del hecho de que Gertz no era ya, en realidad, el encargado de los asuntos de la fiscalía.

En diciembre ya todos sabían de la operación en la columna vertebral y en enero se hizo pública.

El fiscal, dicen, sigue en su casa, y despacha de vez en vez en la oficina próxima a su domicilio. Todo se complicó después de que la operación en la columna derivó en una mala cicatrización. El dolor lo tiene postrado y en los pocos momentos que le da tregua, va a la oficina, pero sólo quiere paz.

Su más cercanos asistentes a veces se preocupan de más ante la indiferencia de Gertz ante las cosas del mundo. El fiscal sólo recobra un poco de brillo en sus ojos cuando le recuerdan su agenda de venganzas políticas. En general padece una severa indiferencia por el mundo.

Pero está claro que alguien que atiende los asuntos públicos en bata, pijama y pantuflas, tiene serias dificultades para seguir siendo el fiscal general. Incluso por protocolo. Redacción EMEEQUIS

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