EU: la madre de todas las batallas

Carlos Ramírez

Aunque la situación política geopolítica y bélica en la zona estratégica de Euro Asia es fundamental para la construcción del nuevo equilibrio mundial, Estados Unidos tiene ante sí una batalla aún más importante: el próximo 8 de noviembre se celebrarán las elecciones para renovar la totalidad de la Cámara de Representantes, un tercio del Senado y 36 gobernadores, con resultados que modificarán el equilibrio político y de poder en la todavía primera potencia del mundo.

En el pasado, el proceso electoral de mitad del primer período presidencial envía mensajes al presidente en funciones sobre la viabilidad de sus propuestas y de muchas maneras responde a un reposicionamiento de los americanos en relación con sus problemas domésticos y no geopolíticos. Asimismo, la elección intermedia permite fortalecer la capacidad de gestión del presidente en turno para decidir si aspira dos años después a un segundo período presidencial, también perfila las nuevas figuras en el escenario político nacional y ayuda a los electores a clarificar la calificación del Gobierno en turno.

Las elecciones de este año serán determinantes para Estados Unidos porque se estaría perfilando un nuevo escenario político para permitir u obstaculizar el regreso del expresidente Donald Trump primero la candidatura presidencial del 2024 y luego a la Casa Blanca, mientras la figura política del presidente Biden se desgasta más por el debate sobre su capacidad menguada de lucidez que por resultados concretos de su gestión.

Biden arribó a la presidencia de Estados Unidos a los 78 años, uno más de los que tenía Reagan cuando terminó sus dos periodos de gobierno, y tendría la posibilidad de reelegirse en 2024 con 82 años. Y si bien las cosas no deben analizarse en términos solo de los años acumulados, Biden ha tenido que enfrentar la explosión mediática de errores que tendrían que ver con el deterioro de su capacidad de atención mental e inclusive con enfoques médicos basados en los indicios de demencia, aunque el aparato de poder de la Casa Blanca ha permitido la estructuración de decisiones estratégicas que han sido aprobadas por el presidente en política militar, geopolítica y política económica.

La historia del presidente Biden lo muestra como un político tardío: debió haber sido el candidato presidencial en 2016, pero los compromisos políticos del presidente Obama con el expresidente Bill Clinton le dieron la candidatura presidencial entonces a Hillary Clinton. Y si bien su condición de mujer le ayudó bastante para un posicionamiento electoral, errores estratégicos que no entendieron el efecto mediático de Trump la condujeron a la derrota.

En el 2020, estudios estratégicos sobre la personalidad de quien podría encarar y derrotar la reelección del presidente Trump dejaron a Biden como la única figura competitiva. Toda la campaña electoral del 2019 se orientó a destruir la personalidad, credibilidad y figura de Trump, aunque al final Estados Unidos quedó dividido en dos partes.

En los dos años de gobierno de Biden, el expresidente Donald Trump ha logrado mantenerse en la coyuntura político-presidencial, mantiene índices de aprobación superiores a los del presidente en funciones y ha tomado el control de los grupos estratégicos del Partido Republicano. Los errores políticos De Trump han sido magnificados y procesados de manera judicial, pero sin que existan en el escenario de corto plazo indicios que redujeran su base social. Por lo pronto, Trump es una figura altamente competitiva para las elecciones presidenciales de 2024, mientras Biden, la vicepresidenta Kamala Harris y los muchos precandidatos demócratas no tienen claridad en cuanto a una cohesión partidista que pudiera darles alguna ventaja electoral-

Estados Unidos se juega el escenario de tres nuevos equilibrios en tres instancias determinantes de poder: la Cámara de Representantes, el Senado y las gubernaturas, y las tendencias electorales están muy equilibradas porque un día se ven los demócratas manteniendo la mayoría y otro los republicanos aparecen dando sorpresas para quitarle el control del legislativo a los republicanos de Trump. Como pocas veces se ha visto con otros expresidentes, Trump se ha convertido en un pivote político-electoral para impulsar candidaturas legislativas y de gobernadores que respondan a sus intereses y cuyos resultados podrían darle una ventaja competitiva en el 2024.

Las cinco semanas que faltan para las elecciones intermedias de noviembre próximo serán más determinantes para Biden que para Trump y sus republicanos, porque la pérdida de la mayoría en el Capitolio bloquearía la funcionalidad de la Casa Blanca ante decisiones fundamentales que inclusive podrían tomarse antes de las elecciones en materia de geopolítica e internamente están luchando de manera desesperada por disminuir la inflación por su potencial destructivo en simpatías hacia los demócratas.

Como ningún otro presidente en el pasado, Biden enfrentaran las elecciones intermedias con crecientes problemas Internos de corto plazo, con una burocracia administrativa ajena a las relaciones con los votantes y con una disputa creciente con la reina demócrata Nancy Pelosi que cada día sigue borrando de manera inexorable el poder político y la figura del presidente estadounidense.

Aunque las líneas estratégicas americanas mantienen su tendencia de manera independiente del perfil político circunstancial del titular del Poder Ejecutivo una derrota de Biden y sus demócratas podría debilitar el papel fundamental de la Casa Blanca en el conflicto de Ucrania, en las confrontaciones con China, en la amenaza coreana, en el mayor alejamiento de Iberoamérica, en el relanzamiento de la OTAN y en la economía mundial.

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