Navidad y la prolongación de la guerra en Ucrania
Carlos Martínez Assad
La Navidad se adelantó en Ucrania cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, obsequió al presidente Volodímir Zelenski en su visita a la Casa Blanca, el 21 de diciembre de 2022, un paquete armamentístico por mil 850 millones de dólares. Incluyó los preciados misiles Patriot, que el mandatario estadunidense considera ante todo defensivos y, por si ese regalo no fuera suficiente, Nancy Pelosi ofreció de parte del Congreso 45 mil millones de dólares del presupuesto del año 2023 para que Ucrania siga haciendo la guerra.
Según el presidente de Rusia, Vladimir Putin, no es problema, porque calificó a los Patriot como un sistema muy viejo, que no funciona como el nuevo sistema ruso S-300. Y en respuesta a Biden expresó sarcásticamente que lo que él llamó su antídoto tiene también para Putin exclusivamente fines defensivos.
Pero sabemos que los fines expuestos por ambos no son completamente ciertos.
Insistió que Estados Unidos busca dividir a los rusos prolongando el conflicto, pero “las raíces entre los pueblos de Rusia son más fuertes que quienes intentan dividirnos”. Además, anunció que, junto con sus nuevos y avanzados misiles supersónicos crucero Zion, el ejército se incrementará con 1 millón 500 mil soldados. Y se conoció la nada popular propuesta del ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, de aumentar hasta 30 años la edad para que los rusos puedan ser reclutados. El riesgo es el alza de la deserción y el aumento del número de rusos que están abandonando su país.
No hay engaño posible en este alargamiento de la guerra en la que los actores centrales, como en los mejores años de la Guerra Fría, son Estados Unidos y Rusia, aunque el campo de batalla esté en Ucrania. Con expresiones de gran complacencia en sus rostros, tanto del anfitrión como del invitado, Biden expresó: “Jamás vi a la OTAN o a la Unión Europea tan unidas”. Justo la tendencia que Rusia percibió desde que inició la invasión. Y para insistir en ese apoyo estadunidense a Ucrania, Zelenski, en el camino de regreso a su país, se detuvo en el aeropuerto polaco de Rzeszow-Jasionka (el que cuenta con mayor protección, con un fuerte contingente de Estados Unidos), para encontrarse con su homólogo Andrzej Duda y revisar la agenda bilateral.
La injerencia estadunidense es más que evidente cuando el Pentágono es el que está asesorando y nutriendo de armas a los ucranianos, cada vez más confiados debido a los fuertes apoyos logrados por las simpatías desplegadas por un jefe de Estado convertido en una celebridad que destaca por su presencia en los medios y hasta en los festivales musicales y cinematográficos, además de estar activo en las redes y usar Tik Tok. Aunque cualquier estratega puede percatarse de que no es suficiente. La guerra ha cambiado mucho sus formas, y ahora el presidente de un país en guerra puede viajar en visita de Estado y ser recibido con todo el protocolo como en tiempos de paz. Asimismo, los contrincantes afortunadamente llegan a acuerdos para continuar surtiendo de sus productos a Europa y otros países.
Lo fundamental que queda de la visita de Zelenski es que ha aceptado jugar el papel de alfil de Estados Unidos, interesado como está en que su adversario histórico sea vencido. Lo que Putin ha llamado una guerra indirecta de Estados Unidos. El cálculo, pese a todo, no ha sido certero si con todo el armamento enviado por su parte y por los países de la Unión Europea lo único que han logrado es la prolongación de la guerra. Sus implicaciones sociales son las más fuertes, con millones de personas fuera de sus casas y del país, sumándose al contingente de refugiados en el mundo. Y algo impensable es que después de la Segunda Guerra Mundial este será el invierno más frío por calefacción insuficiente debido a la disminución del gas procedente de Rusia, debido a su reacción contra las medidas impuestas por Estados Unidos, afectando principalmente a los más desprotegidos, entre ellos millones de migrantes.
Y no hay que olvidar que los inviernos han favorecido a Rusia en las diferentes contiendas en las que ha participado en su larga historia, y aunque sus opositores conocen su geografía, la han desestimado y no la han considerado un arma más del ejército ruso, sin recordar que ha permitido liquidar a ejércitos tan poderosos como el de Napoleón.
Pero ¿por qué se ha llegado a un aparente equilibrio? Es una pregunta que no resulta fácil de responder por el desconocimiento que priva en el exterior, confiado a las únicas cadenas de información con los sesgos oficiales. Biden incita a Ucrania a “vencer en el campo de batalla”, para lo cual promete seguir armando a su ejército con lo que sea necesario. Y al mismo tiempo Zelenski afirma que no hay condiciones para las negociaciones con Rusia cuando él es quien llama a imponerle sanciones porque es un “Estado terrorista”.
El crudo invierno europeo marcará el límite al que puede llegar la población que sufrirá todas las consecuencias si los gobiernos continúan acompañando las sanciones impuestas por Estados Unidos a Rusia que, por su parte, juega con el suministro y acaba de incrementar el precio del gas, con graves consecuencias en varios países europeos. El escenario más dramático continúa dibujándose con el anuncio de Rusia de instalar bases navales en Berdiánsk y Mariúpol, insistiendo en salvar la integridad del territorio ruso, incluyendo las regiones recientemente anexadas de Zaporiyia y Donetsk, entre las causas que desencadenaron la guerra actual. Zelenski, a su vez, afirma que no aceptará la pérdida del territorio de Ucrania. Todo lo cual indica que la situación actual, más que un equilibrio es un punto muerto al que se ha llegado sin que se vislumbre la salida.
En el Año Nuevo de 2023 no parece que la fiesta iniciada con la Navidad, pese a todo el apoyo armamentístico estadunidense, pueda continuar en los territorios en guerra.