Fidel Castro en México

Miguel Reyez Razo

Aquel diciembre de 1988 la calurosa Tuxpan vivía uno de sus grandes, inolvidables -históricos- días. Cuna del eminente pensador -teórico sin par de la política mexicana- Jesús Reyes Heroles era orgulloso terruño del periodista Miguel López Azuara prominente informador del diario Excélsior, cercanísimo al discutido Julio Scherer García. Este confió la línea editorial del periódico en “Los Migueles”. Uno, López Azuara. Miguel Ángel Grabados Chapa el segundo. Trío que se enriquecía con Vicente Leñero. Su ilusión -ambición- era una. Realizar, a diario, un gran periodismo. Calidad en la verdad. Finura en el juicio. Cultura a raudales. El Excélsior de aquel grupo provocó celo y envidia de diarios acartonados, polvorientos y medrosos. Dio a luz a reporteros jóvenes que seguían la huella de Scherer y sus leales. El 8 de Julio de 1976 muy juntos abandonaron -para siempre- sus oficinas de Paseo de la Reforma 18.

Mañana luminosa la de los primeros días de diciembre de 1988. Calor asfixiante, jirones de risas, fragmentos de conversaciones. Atmósfera de gran suceso. La muchedumbre lo espera. El gentío lo propicia. Poco a poco se construye la trascendencia. Los que se encuentran se saludan y coinciden:

“Es que de aquí salió la expedición de Fidel…

“En el “Granma”…

“Allá está la reproducción de aquel barco que zarpó con unos ochentaytantos…

“Que -dicen- el General Lázaro Cárdenas ayudó a comprar…

“Y también que consiguió terrenos y sitios para entrenamiento y preparación de los guerrilleros cubanos…

“Fidel Castro lo recibió como gran aliado en La Habana…

“Allá lo quieren bien al General Cárdenas. Quiso ir a defender esa revolución cuando la invasión a Playa Girón. Lo de Bahia de Cochinos…

“López Mateos le impidió salir de México…

“Mucha historia de la Revolución Cubana, del 26 de Julio está aquí. En México. En el Deefe y en Tuxpan.

Por aquí, por allá, acullá los guardaespaldas, los protectores, los responsables de la seguridad de Fidel Castro calculan distancias; las comprueban. Distinguen las rutas que cumplirá; se anticipan. Penetran, taladran casi el horizonte; lo despejan. Verifican árboles y muros. Vigilantes de diversa edad y complexión. Silenciosos miran sin expresión. SE desplazan sin aspavientos. Ágiles, hábiles, felinos casi. A su hora serán muro circular de varios bloques. Discretos, corregirán la apenas perceptible arruga en la fina guerrera del Comandante Castro Ruz. Tela cosida para obedecer los movimientos del hombre de elevada estatura y notable corpulencia.

Y comienza a hablar. Y se apiña la multitud. Se produce el silencio que abre la puerta al gran acontecimiento. Personas deseosas de escuchar al revolucionario que retó a Washington y estuvo en un tris de provocar “La Tercera Guerra Mundial…Una Guerra Nuclear” en la crisis de los cohetes soviéticos en Octubre de 1962. Theodore Sorensen -Consejero Especial del Presidente Kennedy narra que cuando el conflicto cesó “John y Bob Kennedy se abrazaron y dijeron: “Esta quincena desquitamos la paga”.

“Allá en Cuba -decía Fidel- examinamos mucho la conveniencia de venir a México. Nosotros tenemos una gran deuda con este país hermano. Observamos y seguimos con gran interés el proceso de la elección del Presidente de la República. Discutimos…

“Claro -soltó alguno. Fidel hubiera querido que Cuauhtémoc Cárdenas ganara las elecciones…

“Si le hubiera sido posible habría apoyado al hijo del General Cárdenas…

“Pero a fin de cuentas -remató Fidel Castro- asumimos que no tenemos ningún derecho a opinar y menos a criticar lo que en esta gran nación ocurra. Siempre estaremos lado a lado..

Aplausos. Ovación dilatada , cálida, afectuosa, agradecida. Aplauso premio. Manos a ritmo de corazón. Gestos conmovidos. Rictus conciliatorio. Convicción de lo vivido. Estuve ahí. Lo ví. Escuché a Fidel…

Ya estaba a su lado Don Fernando Gutiérrez Barrios, Flamante Secretario de Gobernación. No le dio tiempo de vaciar su oficina de gobernador de Veracruz. Platican los dos hombres. Aire de gran confianza los envuelve. Dejan de lado tieso protocolo. Los guardias del guerrero no se le despegan. Desde lejos, Don Fernando Gitiérrez Barrios me hace señas. Quiere que me acerque. Voy:

“Mira Fidel -le dice- este es Miguel Reyes Razo, un reportero…

Y Fidel Castro me da la mano. Nos sonreímos. Nos aprobamos. Cargo mi cuadro. Mi foto. Lista para que la firme. Los dos hombres reanudan su charla. Llegan otros que dejan atrás a los primeros. Se acerca Dante Delgado. Da apoyo al señor director de “El Dictamen”. Subimos a un autobús. Iremos a Xalapa.

Y otra vez me llama don Fernando Gutiérrez Barrios. Me confía algo. Yo aprovecho;

“Comandante -le digo. Tuve el privilegio de entrevistarlo en Enero de milnovecientoscincuentaunueve en el Palacio de los Deportes de La Habana. Entonces nos tomaron esta foto. Le ruego la firme…

Fidel Castro mora la foto. La vuelve a mirar. Se busca la pluma. Le doy la mía. Busca el ángulo y la firma.

No me la devuelve. La alza, la agita y grita;

“Mira Grabiel -dice a García Márquez que va al lado de Carlos Rafael Rodriguez , VicePresidente de Cuba- Mira Grabiel como éramos hace treinta años…Y los hemos vivido, para que tú lo escribas”.

Y me devuelve mi ya entonces treintaañera fotografía.

Que mi familia conserva

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