Ciudad de México: la ciudad que esconde a sus desaparecidos

María De Vecchi Gerli

Desde hace años, el Paseo de la Reforma se ha convertido en una “ruta de la memoria”. Con Antimonumentos para recordar y exigir justicia por casos de violaciones a derechos humanos ocurridas en nuestro país a lo largo de las décadas, caminando por esta avenida central de Ciudad de México recordamos a los mineros de Pasta de Conchos, a las niñas y niños que murieron en la guardería ABC, a las 72 personas migrantes que fueron masacradas en San Fernando Tamaulipas, entre otros. La presencia de estos recordatorios se ha hecho desde la sociedad civil, con la participación de las familias de las víctimas, de colectivos que luchan por la verdad y la justicia y por la no repetición de los hechos. Desde abril de 2015, cuando se instaló el +43 para recordar a los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, las marcas memoriales han ido multiplicándose en la ciudad.

En este contexto y con la digna rabia de haber traspasado la ominosa cifra de cien mil personas desaparecidas, familiares y colectivos en búsqueda aprovecharon el momento en que se retiró el árbol en la Glorieta de la Palma para instaurar, en esta ruta de la memoria, un espacio dedicado a la vida de las personas desaparecidas.

Así, el 8 de mayo de 2022, familiares de personas desaparecidas se dieron cita en la glorieta para renombrarla como la Glorieta de las y los desaparecidos. Dos días antes de la undécima marcha de la dignidad, en la que madres de todo el país se dan cita en Ciudad de México el día de las madres para gritar que no hay nada que celebrar en este país y pasan sus días exigiendo el regreso de sus seres queridos desaparecidos, familiares de las víctimas marcaron este espacio como un lugar dedicado a la espera, al amor por cada uno y cada una de ellas, a la incansable lucha por su regreso.

El espacio -rodeado de recordatorios de otras víctimas y otras luchas a solo cuadras de la Ángela de la Independencia, en donde las madres se reúnen cada año a compartir sus historias- resultaba ideal para arropar esta exigencia, para recordarnos a quienes vivimos en esta ciudad y a quienes vienen de visita que estamos sumergidas en una crisis de desapariciones. Las personas que fueron desaparecidas en la época de violencia de Estado en los años sesenta a ochenta siguen sin ser presentadas, y quienes les buscan continúan exigiendo juicio y castigo. La impunidad de esas desapariciones, advirtieron, sería un cheque en blanco para que más desapariciones fueran cometidas. Y así fue, nos encontramos en un presente con 110,969 personas desaparecidas según cifras oficiales.

Esta cifra no es solo un número, Es historias, nombres, vidas, y merece un espacio en nuestra cotidianidad. Un espacio que irrumpa, que nos recuerde que esas personas nos faltan a todes. Que no estamos todes hasta que elles vuelvan.

Hace apenas una semana, familiares de Ricardo Lagunes y Antonio Díaz, defensores de la tierra y el territorio desaparecidos en Michoacán el 15 de enero, pusieron sus nombres y fotos en la glorieta acompañades por otras personas familiares que han hecho de esa glorieta un lugar de encuentro, de denuncia, de memoria.

Sin embargo, a pesar de la insistencia de quienes se dan cita los domingos para llevar los rostros de sus seres queridos desaparecidos, para exigir que regresen con vida, para exigir justicia, la jefa de Gobierno de la ciudad, Claudia Sheinbaum, se ha negado a hacer de este, un lugar de memoria. Han cercado la glorieta, han borrado los nombres y los rostros de las y los desaparecidos, se han negado al diálogo, y a poner este espacio al servicio de la memoria, en el centro de un país que parece seguir caminando, aunque le faltan más de cien mil personas.

Mientras tanto, el ahuehuete que se instaló al ganar la consulta pública en la que votaron doscientas mil personas en una ciudad de casi 9 millones de habitantes, está seco, triste, sin hojas, atrás de un cerco de vallas. Por el contrario, la memoria, el amor de quienes buscan a las y los desaparecidos, sigue floreciendo a contracorriente de un Estado que parece querer mirar hacia otro lado. Contra las vallas. está la memoria, la terca memoria. Quienes llevan la lucha por sus seres queridos cada domingo a la glorieta han reiterado que ese árbol, o cualquiera que se instale ahí, podría ser símbolo de la vida de quienes nos faltan. Acompañemos esa exigencia. Hagamos de la memoria vida y de la ciudad, un espacio que abrace las exigencias de justicia.

* María De Vecchi Gerli (@maria_devecchi) es Oficiala de Verdad y Memoria en ARTICLE 19 México y Centroamérica (@article19mex).

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