Delfina Gómez, la némesis del grupo Atlacomulco

Bernardo Barranco V.

La precandidata de Morena a la gubernatura del Estado de México Delfina Gómez Álvarez declaró que de no haber un voto masivo, con un margen contundente en los resultados a su favor, existe el riesgo de que haya fraude en el proceso electoral. Tiene razón, enfrenta al grupo político más poderoso del país, el llamado grupo Atlacomulco. Su oponente cuenta con una experimentada maquinaria electoral que emana del propio gobierno priista, además de tener el control del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM), de los tribunales electorales y de los medios de comunicación.

La memoria es corta. El espectro del fraude sistémico es una realidad dura como Delfina misma lo experimentó en las elecciones de 2017. Con una diferencia de menos de 3%, el proceso estuvo marcado por numerosas irregularidades.

El debate nacional sobre el Plan B de la reforma electoral y los jaloneos propios de la sucesión presidencial que ya están en puerta, han venido opacando las elecciones del Edomex y Coahuila. Sin embargo, por segunda ocasión Delfina enfrenta a la nomenclatura mexiquense, convirtiéndose en una némesis de corte apocalíptico que amenaza el control casi centenario de una dinastía política que acaparó el control, ejerció la corrupción y busca perpetuar sus privilegios. Hay mucho en juego, no sólo la “maestra Delfina” pretende quitarle su principal bastión al PRI, que siempre ha gobernado al Estado de México, sino que está sobre el tablero político la propia viabilidad del PRI como un partido político protagónico.

Delfina tiene el apoyo decidido del presidente López Obrador, quien sale a su rescate frente a embates de guerra sucia. A diferencia de hace seis años, Delfina tiene un movimiento político más consolidado y el apoyo de importantes bastiones municipales. A diferencia del proceso electoral pasado, los programas sociales federales y estatales están equilibrados. Cada bloque cuenta con cerca de 3 millones de usuarios; lamentablemente podrán hacer un uso electoral de los apoyos. Si hace seis años hubo cerca de 100 visitas políticas de altos funcionarios peñistas para apoyar a Del Mazo, ahora doña Delfina demanda el acompañamiento y apoyo de las corcholatas presidenciales.

Diversos sondeos de opinión revelan que una ligera mayoría de mexiquenses (62%) apunta por el cambio político. Hay un cierto hartazgo de un proyecto político que se ha anquilosado y no oferta nada nuevo. Se inclinan por un cambio de partido en el gobierno de la entidad. Por ello, la estrategia de la maestra, ahora en precampaña, ha sido apelar a “la esperanza del cambio”, erradicar la corrupción y poner fin a casi una centuria de abusos. Se entiende que la maestra guarde un perfil popular de una mujer que entiende las necesidades y los apremios de la mayoría de los mexiquenses pobres.

Sin embargo, la guerra sucia es una práctica recurrente en el suelo del Edomex. Se recuerdan los balconeos a los candidatos Josefina Vázquez Mota, ­Yeidckol Polevnsky y Rubén Mendoza Ayala. Para la candidata Delfina, los reproches de diezmos en Texcoco, el reporte de la ASF sobre irregularidades en la SEP por 830 millones de pesos cuando Delfina Gómez era su secretaria. Y los que seguramente saldrán, pues la campaña apenas empieza.

La 4T en el Edomex cuenta con los malos resultados de las últimas gestiones priistas. Las administraciones de Alfredo del Mazo Maza y Eruviel Ávila han sido mediocres. Peor aún para Del Mazo, el Inegi reporta que la economía creció apenas 1.3% en cinco años. El efecto de la pandemia se ha dejado sentir.

Pero habría que mirar el rostro geopolítico del Estado de México para calibrar las fuerzas de las contendientes. Tras los comicios de 2021, Morena y sus aliados pasaron de gobernar 57 a 30 municipios, mientras que la coalición PAN, PRI y PRD subió de 53 a 78. Con el nuevo escenario electoral del Edomex, el PRI gobierna 48 de los 125 municipios, mientras Morena tiene 27, Acción Nacional 20 y el PRD 10. Sin embargo, a pesar de esta distribución, Morena tiene los municipios con la mayor parte de la población, como Ecatepec, Nezahualcóyotl, Chalco, Valle de Chalco, Valle de Bravo, Tultitlán, Nicolás Romero, Tultepec e Ixtapan de la Sal, entre otros. Ahora gobierna unos 7.8 millones de habitantes, seguido del PRI con 4.7 millones y el PAN con más de 3 millones de mexiquenses.

Finalmente, no podemos dejar de lado la guerra de encuestas. Horacio Duarte, coordinador de la campaña de Morena, asegura que Delfina va arriba con 20 puntos. Mientras Éric Sevilla, presidente del PRI, sostiene que en esta precampaña Alejandra del Moral se ha acercado a siete puntos de diferencia. Algunas de las encuestas más reconocidas, como la de El Financiero, han registrado un crecimiento de la aspirante Alejandra del Moral, lo que ha provocado que la ventaja en esta serie se cierre a ocho puntos y ha motivado a sus seguidores a pensar en un cruce de preferencias hacia la mitad o final de la campaña, o al menos un empate técnico que fluctúa en más menos cuatro puntos.

En enero, más de 20 encuestas en promedio han publicado resultados. Bajo metodologías híbridas y algunas dudosas, casi todas dan como puntera a Delfina Gómez con un promedio de 14 puntos.

Las elecciones no se ganan en las encuestas. Es claro que se triunfa en las urnas con el voto popular. Se percibe cierto triunfalismo en el equipo morenista, no así en Delfina. Ella espera un triunfo amplio y contundente a prueba de toda rapacería priista. Pese a los buenos deseos, la contienda es de pronósticos reservados. Acecha la sombra de la maquinaria electoral del PRI que es tan eficiente como tramposa.

A cuatro meses de la elección en el Estado de México, queda claro que una mujer será por primera vez gobernadora en la entidad. Es una nueva circunstancia relevante dada la cultura patriarcal que ha predominado en el estado. Una mujer en el poder revolucionaría las propensiones arcaicas y machistas que han prevalecido en el ejercicio de la política.

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