La migración de cara al 2024
César González Madruga
El reciente éxodo masivo de migrantes, la tragedia de los 40 migrantes incendiados y las terribles imágenes de migrantes brutalmente atropellados, obligan a la sociedad a poner como eje a la exigencia de cara a las elecciones de 2024, la urgente atención y solución al conflicto migratorio en México. Se trata del “elefante en la habitación”, un tema que pocos analistas profundizan con seriedad, una verdad evidente que es ignorada, un problema y riesgo obvio que pocos quieren discutir a fondo o más allá de las coyunturas.
Puede que nos duela aceptar la terrible verdad de que Trump tenía razón y que el problema de Estados Unidos, y por supuesto que también el nuestro, es la migración. Una vez que millones de personas cruzan la frontera del sur de México, en ese momento comienza nuestro problema, ya que en el mejor de los casos, aunque lamentablemente el menor, logran llegar a lugares como Cancún, Playa del Carmen o Coatzacoalcos para incorporarse al ámbito laboral, otros tantos vienen no buscando el sueño americano, sino incorporarse al sueño del narco mexicano y otros simplemente son forzados a incorporarse, tratados con los más viles propósitos y deshumanizados, algunos otros entran a las autodefensas o se ponen un pasamontañas para incorporarse a las fuerzas de la guerrilla, los menos llegan a la frontera norte.
Hoy, lo que hasta hace algunos años era una realidad constante, pero exclusiva para las regiones de cruce de migrantes desde Tenosique, Escárcega o las regiones por donde cruza el tren “La Bestia”, lejano de las ciudades, ahora los migrantes ya son parte de la limosna diaria (coordinada por el crimen organizado) en las calles de la CDMX, Cuernavaca o Puebla, una realidad que nos grita a diario que debe ser atendida.
El discurso en torno a la problemática migrante ha sido poco comprendido por los políticos mexicanos que, junto a la inmensa mayoría de la opinión pública, ha tenido un enfoque desde un romanticismo irracional. Si bien son loables los esfuerzos de organizaciones y grupos sociales que protegen a los migrantes, los atienden de enfermedades, les dan atención médica a los que sufren accidentes (muchos de ellos en el tren) y quedan lisiados o con extremidades amputadas, son una muy pequeña realidad del conflicto, ya que el problema no se va a solucionar bajo la ingenua premisa de que sólo van de paso y en el camino hay que cuidarlos.
De hecho, esta idea romántica fue lo que llevó al Presidente a declarar al inicio de su sexenio que les daría trabajo en el Tren Maya y en el Programa Sembrando Vida, promesa que ha sido simplemente frustrada. Paradójicamente, lo que sin darnos cuenta sucedió, es que los mexicanos sí pagamos, de alguna manera, el muro que exigía Trump, al cual llamamos Tren Maya, en particular, el tramo que va desde Palenque-Tenosique-Chetumal.
Me explico, la última frontera con Guatemala antes de llegar al municipio de Calakmul, se encuentra en Tenosique, llamada el Ceibo, de allí hasta Chetumal no hay fronteras, lo que divide a Centroamérica de México son obeliscos masónicos distribuidos aproximadamente a 200 metros entre una franja barbechada de la misma selva. A su vez, Calakmul es el único municipio del país que colinda con dos países: Guatemala y Belice, y en toda esa franja entran miles de migrantes.
Turísticamente, no tiene sentido un tren que conecte estos puntos, Xpujil (Cabecera Municipal de Calakmul) cuenta con tan sólo 8 mil habitantes y son contadas las habitaciones de hotel con los que puede recibir turistas, de Tenosique ni se diga, ya que cuenta con tan sólo 100 habitaciones de hotel, es decir, no es un tramo económicamente rentable, como sí lo sería el de Cancún-Tulum, por ejemplo; ni socialmente necesario, pero fue el único tramo que, desde el inicio de la obra, fue encargado al Ejército, ya que los otros tramos les fueron encargados 3 años después. ¿Porqué? Precisamente como una estrategia de contención migratoria. No omito mencionar que, del otro lado, es decir, del Ceibo hasta Chiapas, el conflicto sigue siendo el mismo de siempre.
En síntesis, este es un problema que ya no puede ser analizado desde el romanticismo, confrontándonos con Estados Unidos, o con demagogia política. El próximo Presidente deberá tener como eje claro la necesidad de enfrentar este problema de manera tajante, pensando en la realidad que nos está dejando vulnerables.