El tercer hombre en el juego electoral de Turquía

Carlos Martínez Assad

Sinan Ogan es el candidato ultranacionalista de la Alianza (ATA) que puso en jaque, en los comicios del domingo 14, la reelección de Recep Tayyin Erdogan para seguir en la presidencia de Turquía otros cinco años, de los veinte que lleva en el cargo.

El 5.2% de los votos que Ogan obtuvo impidieron a Erdogan que cruzara el umbral de 49.5% para alcanzar 50% que necesitaba para superar a su más fuerte contrincante, Kemal Kiliçdaroglu, que sumó 44.9%.

Fue Sinan quien causó que el proceso se fuera a una segunda vuelta, algo paradójico por su ideología más que de derecha porque se pronunció por una política antinmigrante que exige el regreso a su país de los tres millones 500 mil sirios refugiados en su territorio, y también es definitiva su posición antikurda.

Su personalidad resulta controvertida si se sabe que es de origen azerbayano, nacido en Igdir, con una importante población que comparte esa raíz, situada en el este de Anatolia. Lo cual contradice su discurso de la preservación de una sola identidad turca, desconociendo la diversidad que caracteriza a ese país.

Ahora se espera que ofrezca sus votos a uno de los dos contendientes que deben comprometerse con sus propósitos nacionalistas. Para obtener los sufragios necesarios hay que sumar entre 10 y 13% que se atribuye a la población kurda que, en principio, se opone a la continuidad de Erdogan. Pero, además, éste se considera próximo al régimen de Bachar al-Asad de Siria como para pugnar por una política que se le oponga. Y no hay que olvidar que Kurdistán se distribuye fuertemente también por Irán e Irak, aunque el dirigente de la república autónoma, Nechirvan Barzani, de una influyente familia, aparece más cercano a Erdogan.

Por otra parte se ve a Sinan próximo a Kiliçdaroglu por su perfil nacionalista, kemalista y antimigrante para apoyarlo en la segunda vuelta. Kiliçdaroglu, a su vez, ha sido presentado como el “Gandhi turco”, con 74 años, y larga trayectoria en la política; aunque se le critican sus expresiones de apoyo a las operaciones militares de Erdogan contra las regiones kurdas en Irak y Siria, así como la invasión de Artsaj y Armenia por parte de Azerbaiyan.

El proceso electoral adquiere un tono más interesante con la propuesta que ha tomado forma al llamar a los votantes a pronunciarse por un Parlamento que reste importancia al presidencialismo, tan reforzado por el presidente actual. Esa es la apuesta del Partido Republicano del Pueblo (CHP), que integra la Alianza Nacional, una organización de centro derecha islamista que busca derrotar a Erdogan y resolver los problemas por medio del Parlamento, donde destaca principalmente la cuestión kurda y posibles negociaciones de paz con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK).

La jugada táctica es que el CHP y el HDP, unidos en la Alianza Trabajo y Libertad, así como el Partido de Izquierda Verde (YSP) logren 100 escaños en el Parlamento de los 600 electos cada cinco años, y que el Estado turco permita los plenos derechos de la población kurda que se calcula en más de 20 millones.

Para formar parte de ese poder legislativo el partido que los postule tiene que alcanzar 10% de los votos en las listas de los 85 distritos, algo difícil de alcanzar y que ha sido criticado internacionalmente. Sin embargo, la presencia de varios partidos y la posibilidad de que alcancen los requisitos de ley puede llevar a la diversidad que se pretende para disminuir el presidencialismo.

Se mantiene como problema no resuelto el del PKK y su líder, Obdullah Öcalam, con amplias simpatías entre la población kurda y algunos turcos, quien se encuentra en prisión desde hace 25 años y actualmente en la de Imraeli, donde él mismo ha denunciado que se busca desgastar a los reclusos mental y físicamente, como lo han confirmado varios organismos internacionales de defensa de los derechos humanos. Y desde varios meses previos a las elecciones ha sido aislado. Y, pese a todo, se trata de un personaje clave para abrir un diálogo por la paz y la democratización del país, como se demostró en los procesos de paz de 2013 y 2015.

El Movimiento de Liberación de Kurdistán está enfocado a derrocar a Erdogan; y la copresidenta del Consejo Ejecutivo  de la Unión Comunitaria de Kurdistán (KCK), Besê Hozat, convocó a un alto al fuego a los grupos guerrilleros desde el temblor de febrero –otro factor contra Erdogan por considerarse ineficaz su acción, luego de los primeros temblores y por la falta de prevención–, y propuso continuarla durante el proceso electoral; y de paso alertó para evitar la “institucionalización del fascismo”. Criticó, además, la Alianza Nacional por carecer de una política democrática, por lo que piensa que lo importante es que el YSP llegue con fuerza al Parlamento.

Se ha dicho que, si Erdogan alcanza la victoria en la segunda vuelta electoral este domingo 28, conlleva el riesgo de precipitar a Turquía en la inestabilidad política. Según el universitario Kamel Omar, “el ejército turco puede incrementar su influencia militar en Kurdistán y penetrar aún más en las regiones autónomas”. Algo semejante sucedería en el nordeste de Siria, que se mantiene en favor de la guerra. Además, estaría el endurecimiento contra el PKK que su gobierno ha clasificado como grupo terrorista, que han compartido sus aliados occidentales y llevado a la muerte a miles de sus partidarios.

Sinan, el tercer hombre, ha dado su brazo a torcer, dando su apoyo a Erdogan, quien, como le exigió, se ha comprometido a legalizar el HDP y al regreso de los refugiados en Turquía a Siria, pero ¿podrá romper su compromiso con Europa? Ya se verá si esto resulta como se ha planeado, o la segunda vuelta depara otra sorpresa cuando los votantes se reagrupen frente a las dos opciones más fuertes y se compruebe que nunca hay que cantar vísperas. 

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