Incertidumbre democrática

Héctor Tajonar

El caos provocado por Andrés Manuel López Obrador en el proceso de sucesión presidencial se ha salido de control y podría tener consecuencias desastrosas para la democracia y la estabilidad del país. Es necesario evitarlo.

El jefe único de Morena decidió adelantar el proceso sucesorio hace dos años, a mitad del sexenio. El 5 de julio de 2021, tres años antes de las elecciones, dio a conocer una lista de posibles candidatos a quienes llamó corcholatas.

#EsClaudia fue una decisión unipersonal; sin consultar a nadie, sin “auscultación”, ni “futurismo”, ni “voto de calidad”, ni “fiel de la balanza”, ni siquiera “destape”; tampoco “cargada” (el apoyo de gobernadores se dio durante las giras de su elegida y mediante una carta machote para contrarrestar la protesta de Ebrard).

Autoritarismo presidencial corregido y aumentado. Una sola voluntad y un solo criterio: lealtad absoluta. Del dedazo al bastonazo.

En abierto desafío a la autoridad del Instituto Nacional Electoral (INE) y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), la estratagema del déspota condujo a la violación flagrante de la Constitución y las leyes electorales.

El ostentoso derroche de las corcholatas, en especial de la favorita; en bardas, espectaculares y acarreos exhibió la complacencia de autoridades administrativas y jurisdiccionales intimidadas ante el abuso del poder presidencial. Frente a la avalancha morenista, la oposición se vio obligada a desatender las normas electorales para no ser borrada de la contienda.

Mediante una estrategia tramposa, el mandatario logró imponer a Claudia Sheinbaum como su sucesora a fin de prolongar su poder a través de un Maximato. La deslucida entrega del bastón de AMLO selló el dedazo disfrazado. Pero no pudo evitar la ruptura interna de Morena.

Marcelo Ebrard se ha inconformado. Presentó una denuncia de “inconsistencias” ante la Comisión de Honestidad y Justicia de Morena, entre ellas la del uso de recursos públicos con fines electorales a través de la Secretaría del Bienestar, lo cual constituye un delito grave que se sanciona con prisión preventiva oficiosa.

Esas y muchas otras irregularidades son prueba fehaciente de que el cambio de régimen ofrecido por la quimérica cuarta transformación es regresivo. Morena ha sido un movimiento de regresión nacional. Se ha gestado una autocracia plebiscitaria (Carl Schmitt).

Ebrard dio a conocer que formará un “Movimiento Progresista”. Se niega a romper con López Obrador por temor a represalias mayores, pero asegura que estará en la boleta. Si el dubitativo Marcelo tomara la decisión de presentar un proyecto socialdemócrata y lograra ser candidato de Movimiento Ciudadano, podría atraer a personajes inconformes del PRI, Morena o del Verde, así como a ciudadanos sin partido con trayectoria y prestigio. Lo sabremos el 18 de septiembre.

Dicha posibilidad podría afectar a Xóchitl Gálvez y prestarse a un acuerdo secreto con López Obrador, como el pacto que éste hizo con Peña Nieto; lo cual sería deleznable. O bien podría enfocar su estrategia de campaña y los debates contra Claudia Sheinbaum para enviarla al segundo o tercer lugar de la votación. No olvidemos que los debates fueron prohibidos en la contienda interna de Morena por el dueño vitalicio de ese partido para evitar que Ebrard hiciera pedazos a su protegida.

En la coyuntura actual ningún escenario puede descartarse. El acuerdo entre Ebrard y Dante Delgado puede incidir en la elección presidencial, pero también, y sobre todo, en la las elecciones legislativas para evitar que Morena obtenga la mayoría calificada en las dos Cámaras del Congreso.

El inesperado y espectacular surgimiento de Xóchitl Gálvez como (pre)candidata presidencial del Frente Amplio por México también enfureció al autócrata y desató su agresividad contra la senadora; todavía no contra el ex canciller rebelde.

El Tlatoani y su pepenada (el verbo pepenar proviene del vocablo náhuatl tlapepenaliztli, que significa escoger), deben estar muy nerviosos debido a que Xóchitl Gálvez es a todas luces superior a Claudia Sheinbaum, no sólo por su indiscutible carisma que contrasta con la personalidad adusta de la morenista.

Xóchitl brilla por su autenticidad, inteligencia y simpatía; por su magnanimidad, fortaleza y perseverancia; así como por su compromiso con los sectores más desfavorecidos de la sociedad aunado a su visión emprendedora, vinculada a los avances tecnológicos y el desarrollo económico incluyente del país.

Como ingeniera, Xóchitl busca resultados prácticos y palpables, para lo cual se rodeará de prestigiados expertos en diversas ramas de la política pública. Ya se muestra como una estadista en potencia.

La candidata del Frente mira al futuro y aspira a un México realmente democrático sustentado en un auténtico Estado de derecho, en el que la ley es la ley. No está atada a prejuicios ideológicos anacrónicos. En contraste, su adversaria, al igual que su mentor y jefe vitalicio, es proclive al clientelismo y la opacidad.

Adicionalmente, Xóchitl utiliza la inteligencia artificial como herramienta de comunicación política; en lugar del trasnochado e invasivo derroche en bardas, espectaculares, acarreos y bots.

En consecuencia, la victoria electoral de la abanderada del Frente Amplio por México no es sólo posible sino muy probable; a pesar de que Xóchitl no se enfrentará sólo a la candidata de Morena, sino al presidente de la República y a una elección de Estado.

Ello nos conduce al gran peligro vislumbrado por muchos analistas, observadores y ciudadanos bien informados: Andrés López Obrador jamás reconocería el triunfo de la oposición. Nunca lo ha hecho en su vida política.

Su persistente ataque contra el INE, la Suprema Corte, el INAI, así como contra los organismos autónomos y la institucionalidad democrática del país acometido de manera subrepticia y pausada desde el inicio de su gobierno tiene ese propósito.

Erosionar, ir asfixiando poco a poco a las instituciones democráticas al ritmo de una creciente radicalización autoritaria para, llegado el momento, imponer de modo arbitrario y tajante una determinación autocrática contraria a la democracia y al derecho para desconocer la victoria electoral de un partido o coalición opositora.

Hay indicios claros de que el desafío abierto contra la Constitución y las leyes electorales, así como el acoso contra el INE, el TEPJF y todo el Poder Judicial pudiera tener el cometido de crear un caos, antes y después de los comicios, que propiciara la imposición forzosa de decisiones autoritarias contrarias a la integridad electoral.

La militarización impuesta por López Obrador, sin precedente desde hace setenta años, tiene el propósito central de ejercer un control total de la fuerza coercitiva del Estado.
Se ha especulado mucho acerca de la posibilidad de que López Obrador quisiera prolongar su mandato por sí o por terceros. La primera opción es casi imposible por el principio de No reelección, mandato constitucional y mandamiento político inamovible.

Sin embargo, la posibilidad de extender su poder a través de la imposición de un Maximato sería el desenlace natural de la estratagema para que Claudia Sheinbaum sea presidenta de la República.

Todo apunta a que Andrés Manuel I utilizará toda la fuerza del Estado, incluida la militar si fuera necesario, para que su codicia de poder se prolongue “hasta que el Creador y el pueblo lo permitan”. La pregunta es si en un caso extremo como ese las fuerzas armadas apoyarían a su promotor o respetarían su responsabilidad constitucional.

De los ciudadanos y las instituciones democráticas del país depende impedir que ese ominoso atropello, producto de la megalomanía autoritaria, se convierta en realidad.

Por supuesto, también existe la posibilidad de que los comicios del año próximo se realicen dentro de un marco razonable de integridad electoral. Es indispensable estimular el voto juvenil y regularizar las credenciales de elector de una cuarta parte del padrón.

Sería de gran utilidad que López Obrador fuera congruente con el compromiso que hizo al recibir la constancia de Presidente Electo en Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el 8 de agosto de 2018: Respetar cabalmente la institucionalidad democrática del país.

El que sean dos mujeres quienes tienen mayores posibilidades de ocupar la silla presidencial es una muy buena noticia, aunque ello no sea garantía de buen gobierno. La presencia de Ebrard en la boleta podría elevar el nivel de las campañas y los debates y quizá contribuir a la gobernabilidad del país en el próximo sexenio.

La incertidumbre democrática es sana, no así el caos al que conduce la ilegalidad electoral.

Apostilla para cinéfilos

“Yo soy el destapador, pero mi corcholata favorita será la que decida el pueblo de México.” Dicha joya retórica del inventor de la 4T me remitió a un parlamento de la película El mago (1949), protagonizada por Cantinflas:

Majestad, ¿cómo quieres que se arreglen las elecciones del próximo período de gobierno?
Me extraña la pregunta. Las elecciones se harán como se han hecho siempre, respetando el voto del pueblo para que gane el que yo quiera.

(La secuencia puede verse en: https://www.dailymotion.com/video/x6sx8n6 Minuto 23:34)

Nunca sobra el sentido del humor.

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