Los desafíos y tensiones de la comunicación desde la mitad del mundo
Alejandro Cárdenas López*
A mediados de octubre participé en el Primer Congreso de Comunicación Latinoamericana en Quito, donde durante tres días se debatieron los retos del pensamiento del subcontinente y las rebuscadas prácticas mediáticas e informacionales contemporáneas.
El 21 de octubre, al finalizar, se presentó la llamada Declaración de Quito con 14 puntos, entre los cuales destaca un pronunciamiento a unos días de la escalada de violencia en Israel y la Franja de Gaza y año y medio del conflicto entre Rusia y Ucrania: que los conflictos bélicos ponen de relieve la ausencia de diálogos y la necesidad de trabajar, renovar y reforzar la comunicación para la paz.
Pero ese no fue el único tema. El grupo de 300 pensadores y pensadoras participantes propusimos replantear el “antropocentrismo” para considerar la mirada biocéntrica, sin la cual no se garantiza el derecho a vivir la vida, es decir, a reconocer algo que parecería obvio: que el ser humano comparte el mundo con la naturaleza y otros seres vivos.
El encuentro organizado por del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina (CIESPAL) y la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS), nos recuerda que no sólo Ecuador está en el centro del mundo, sino que esa la línea imaginaria que cruza el globo terráqueo, así comunicación y todas sus extensiones en dispositivos y gadgets son cada vez más centrales y abarcan los procesos de mediación modernos, tanto informativos, como sociales, económicos, de salud y de ocio.
Con la participación de representantes de 20 países del continente americano, en la cede de CIESPAL, dicha declaración reconoce aún al capitalismo y auge del neoliberalismo como los principales desafíos de la comunicación, y llaman a intervenir a favor de la justicia social, de género y climática.
¿Cómo intervenir? Bueno, por ejemplo, proponen enfoques y miradas más incluyentes, con nuevas políticas y metodologías propias de investigación superar las métricas mercantilistas. Llaman además a las casas de estudio vinculadas a programas de comunicación a revisar sus planes académicos y proveerlos de un perfil más crítico; sobre todo se reiteró contemplar la equidad y el respeto de género en todas sus expresiones, trasladándose a las narrativas y prácticas mediáticas.
En cuanto a la enseñanza, llaman a dialogar con diversas disciplinas, la investigación de demandas sociales con especial preocupación en desarrollar y producir contenidos que disputen el control en el mercado de las imágenes y los regímenes dominantes de visualidad con objetivos decoloniales y anti imperialistas.
Ojalá hubieran asistido miembros de organismos públicos autónomos o legisladores de México o representantes de nuestra partidocracia pintarrajeada y anunciada en las paredes del país en momentos en que inician las precampañas y los tambores de guerra electorales. Eso sí, seguro les zumbaron los oídos, porque otro punto de la declaración fue instar a los gobiernos de la región a generar políticas públicas de comunicación que den garantías para el ejercicio digno, seguro y ético de la labor periodística; la redistribución equitativa de frecuencias del espectro radioeléctrico y facilitar, incluida la financiación, de los medios de comunicación comunitarios, populares, ciudadanos y alternativos.
Tantos temas, tantas preocupaciones. Vaya desafío al que se convoca con esos 14 puntos donde implícitamente se reconoce la proyección y expansión de la palabra comunicación como elemento integrador o desintegrador de los grandes problemas que enfrenta el mundo, y ante la irresponsabilidad y la irrupción de los gigantes tecnológicos que lograron cautivar a las audiencias a través de las redes socio digitales y los dispositivos móviles.
En la conferencia inicial César Bolaño habló sobre el horizonte para el 2030 de la Economía Política de la Comunicación y la Cultura, y mencionó que hoy, con un internet cada vez más privado, las plataformas digitales son elementos mediadores de las relaciones del capitalismo. El académico de la Universidad Federal de Sergipe, Brasil, economista político y periodista, explicó que son los oligopolios big tech que se sobreponen a los antiguos oligopolios y están insertos en un momento de transición de poderes mediáticos y económicos, y reconoce el reto de saber qué elementos implica esa transición y los detalles de la misma.
Fue grato también escuchar, entre los ponentes principales, a la académica de la Universidad Nacional de La Plata en Argentina, Claudia Villamayor, quien habló sobre la comunicación popular en el subcontinente, sus desafíos y perspectivas desde un enfoque de género; también al investigador del ITESO en México, Raúl Fuentes Navarro, quien cerró con una conferencia sobre nuevas perspectivas teóricas de la comunicación en América Latina en relación a dinámicas formativas y de poder.
Casi todas las mesas de trabajo en las que participé en Quito mostraban a mayor o menor escala una preocupación por el crecimiento político como Tik Tok, Instagram, Facebook, YouTube, Twitter (X) y YouTube, y empresas como Meta, Microsoft, Apple, Amazon, Google y otras. Son inquietudes aún que sabemos que han sido integradoras y facilitadores de dinámicas culturales y sociales, y han permitido la comunicación horizontal de la vida cotidiana.
Todos y todas llaman a pensar que fracasó el potencial democrático y horizontal que se predijo de estas herramientas, y quizás debimos haber escuchado a las posturas escépticas de pensadores críticos que no confiaban en su capacidad de ecualizar el mundo y dar verdadera voz a las audiencias, dado que hoy facilitan el consumo masivo, porque las audiencias cautivadas tienen poca autonomía al usarlas.
En mi caso, yo identifico en los últimos años como periodista y profesor en temas sobre comunicación y tecnología, cierto optimismo sobre internet y las redes socio digitales como ecualizadoras de la realidad. Por ejemplo, cuando se aprovecharon algunos movimientos sociales, protestas e internet como la Primavera Árabe o el #YoSoy132 o #InternetNecesario y #OccupyWallStreet, funcionó como espacio de pluralismo y libertad de expresión en algunos países y seguirá funcionando en contextos locales, pero poco a poco en cada caso terminaba supeditado a dinámicas de control y censura locales. Como dijo el filósofo francés Paul Virilio: frente al objeto técnico, sea el que sea, hay que distanciarse de nuevo. Hay que volverse crítico.
Es un genuino distanciamiento sobre si ese optimismo pudo permitir que ahora estos monstruos corporativos digitales dominen hábitos cotidianos en una gran parte del mundo, y hayan afectado a los medios impresos, nos tengan en vilo al cooperar amable e ilegalmente con gobiernos en la vigilancia masiva, violando la privacidad e imponiendo políticas de uso supranacionales.
Es momento de tomar estas ideas como una selfie de referencia quizás un poco elaborada, o quizás como ancla. Es tal vez una mirada teórica, científica y académica necesaria en medio de una crisis bélica en Medio Oriente y un golpe climático a nuestro querido Acapulco. En ambos casos hay preocupación, solidaridad y llamados a una verdadera comunicación para la paz y coberturas que nos ayuden a solidarizarnos con las tragedias, pero también a enfrentarnos a nuevas dinámicas en momentos de la hiperdigitalización de la vida. La pausa necesaria de tres días en Ecuador fue un ejercicio para reconocer qué sucederá en el futuro próximo y desempantanar un poco la dinámica contemporánea saturada de contenido corto y pantallas de empresas globales que controlan cada vez más a las audiencias.
Toca como profesorado, medios y ciudadanía, al regresar a nuestras realidades, difundirlo, debatirlo, cuestionarlo y después encontrar soluciones locales, adaptaciones particulares colectivas y sobre todo muy creativas.
________________
*Académico de tiempo completo de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. @alcarlop@coletivos.org (Mastodon)