Inteligencia Artificial: un nuevo reto en el combate a la corrupción

Arturo Serrano Meneses

La utilización de recursos tecnológicos puestos al día para generar y para combatir la corrupción deberá también ponerse al día. A veinte años de la convención de las Naciones Unidas en contra de la corrupción, la agenda debe incluir el tema, la integridad no puede estar ausente de la discusión y la reflexión sobre el desarrollo de la inteligencia artificial (IA). O lo hacemos ahora o no tendremos los medios para atenderlo cuando la realidad nos haya superado.

Los problemas éticos que plantea el desarrollo de la IA constituyen sólo una de las caras de la moneda, la otra es su impacto en el comportamiento íntegro de las personas.

Existe consenso en torno a que con la IA el mundo ya no será nunca igual al que hemos conocido hasta ahora. Los cambios que está generando y los que habrá de generar sin que seamos capaces de anticiparlos, nos colocarán ante situaciones colectivas de una enorme complejidad, pero serán también el origen de una enorme brecha, permanentemente creciente, entre los grupos con capacidad para acceder a ella y quienes no la tienen y no la tendrán, al menos en el corto plazo. Corto plazo que en la materia del desarrollo tecnológico representa una enorme cantidad de sucesos y actualizaciones que antes de reducir, incrementan el tamaño de la deuda, profundizan las brechas y siguen avanzando en la construcción de al menos dos universos cada vez menos comunicados y, por supuesto, disfuncionales.

Los alfabetos en la materia se colocarán a distancias crecientes de quienes carecen no sólo de la capacidad de su traducción, sino sobre todo del propio acceso a los códigos de ese nuevo lenguaje, cada vez más extendido y cada vez más propio de los iniciados.

A mi modo de ver, los intentos por democratizar el lenguaje de la IA serán materia de largas jornadas y propuestas variopintas, creo más bien que su penetración equilibrada entre las personas será parte de las nuevas utopías. Lo que planteo es que, desde la avanzada de la IA, el mundo seguirá dividiéndose entre poseedores y desposeídos de los códigos y, señaladamente, de sus beneficios.

Sam Altman, padre de ChatGPT. Foto: @sama.

Creo entonces que el combate a la corrupción en este escenario incrementará, mucho antes de solucionar, la desigual aplicación de medidas y las sanciones correspondientes entre países con accesos y dominio del lenguaje y aquellos en donde la falta de integridad será parte importante para mantenerlos sin acceso y por tanto sin dominio de estos nuevos lenguajes.

Una respuesta previsible será la pretendida vuelta de muchas naciones a esquemas de aislamiento y fractura de los bloques, al menos como hoy los conocemos. Postura que poco beneficiaría a esas naciones, aun en el supuesto de una integración entre ellas. La vuelta a modelos cerrados de desarrollo poco modificará la avanzada de las acciones de corrupción a nivel internacional propiciadas por la utilización, sin integridad, de la IA en esas naciones.

La normatividad que los países irán construyendo para sancionar estas conductas habrá de transitar la ruta del retraso y de la inequidad. El retraso por cuanto que vendrán siempre detrás de las acciones indebidas, la inequidad porque habrán de sancionar una vez más a las generadoras de dichas acciones desde los lugares en donde tienen su sede o sus grandes filiales y no desde los sitios en donde se realizan las conductas sancionables, en donde causan su mayor impacto. Ejemplos de ello se presentan de manera cotidiana.

El tiempo también está siendo sometido a una transformación que no se presentaba en la vida durante muchas generaciones. Habíamos abandonado, por suponerla superada, toda reflexión sobre la dimensión, el impacto y la trascendencia cotidiana del tiempo.

Anticipar será cada vez más difícil. Ello, sin embargo, habrá de obligarnos, como lo propone la UNESCO, a realizar una reflexión sistemática permanente, multicultural y evolutiva de los principios, los valores y las acciones que deberán dar sentido a un comportamiento integral y a una ética en el desarrollo, manejo y convivencia con la IA.

Es ahora el momento de los acuerdos, de la construcción de nuevas formas. La Declaración de Bletchley de los 28 países que asistieron a la cumbre de seguridad sobre IA a inicios del pasado mes de noviembre en Gran Bretaña, constituye la síntesis de una mirada colectiva sobre el fenómeno que sin duda habrá de servir de plataforma a otras nuevas y más específicas.

Su valor, sin embargo, no puede ser soslayado, pues habiendo establecido que la IA es ya una realidad en diversas materias sociales, reconocieron que se debe actuar ahora para garantizar que tanto su desarrollo como utilización corran por vías de seguridad e inclusión para todos en todo el mundo, particularmente en materias como los derechos humanos, la transparencia, la rendición de cuentas, la mitigación de prejuicios y la ética, entre otros.

Si bien muchas figuras de la industria han señalado la contribución potencial de la IA para frenar la corrupción, haciendo referencia a su capacidad para detectar fraudes y predecir riesgos de corrupción, también puede tener consecuencias negativas, ya sean de manera intencional o no.

Preocupación ante el futuro. Foto: Especial.

Una de esas consecuencias es el sesgo racista que generan hasta hoy los algoritmos utilizados para anticipar conductas y ofrecer respuestas por parte de la IA. Los estereotipos sexistas siguen presentes como elementos de exclusión.

El sentido de la preocupación parece claro. Se trata, como se dijo arriba, del impacto que puede tener la IA en actos de corrupción, pues la propia reunión de Bletchley estableció que una materia particularmente sensible es la información, que para nosotros es la base misma de la transparencia, de la rendición de cuentas y del comportamiento ético e íntegro. El potencial de riesgos imprevistos derivados de la capacidad de manipular contenido o generar contenido engañoso debieran ocuparnos a todos.

Por lo pronto, en materia de control interno y administración de riesgos como estrategias institucionales de combate a la corrupción, tenemos la obligación de actuar de manera colectiva, reflexiva y urgente para cancelar tentaciones contrarias al derecho y al bienestar de todos.

Poner en común el respeto a la dignidad humana, la protección sobre los datos de las personas, la sustentabilidad como garantía mínima de futuro, la atención a todas las etapas de la IA desde la investigación, la puesta en práctica y el desarrollo hasta el mantenimiento, la venta, la distribución, el financiamiento y la caducidad.

Finalmente, sólo quiero apuntar que la reflexión debe emprenderse en todos los rincones geográficos, del conocimiento y de las temáticas y abrir el diálogo más allá de espacios en donde éste ya es parte de las agendas, como el G7, la Casa Blanca o incluso en el grupo reunido en Bletchley, Gran Bretaña.

*Titular del Órgano Interno de Control de la FGR

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