Elecciones 2024

Ulises Lara López

El Proceso Electoral del próximo año 2024 será registrado como el más grande que ha tenido el país, en el que se celebrarán elecciones federales además en 30 de las 32 entidades federativas tendrán elección a alguno de sus poderes estatales o municipales. Esto hace un total de 629 cargos de elección federal a 19, 746 cargos de elección local, dando un total de 20,375 funcionarios elegidos democráticamente para la operación de nuestro país.

Ante un padrón electoral de noventa y nueve millones cuatrocientos ochenta y cinco mil seiscientos ochenta votantes, en los que hoy en número es superado por mujeres con 51.90% frente al 48.09% de hombres.

En cuanto al financiamiento público a los partidos políticos de diez mil cuatrocientos cuarenta y cuatro millones ciento cincuenta y siete mil trescientos pesos más sesenta y seis millones noventa y siete mil ochocientos setenta a los gastos de campaña para el conjunto de candidaturas independientes.

Las elecciones son organizadas por los Organismos Públicos Locales de Elecciones de cada entidad. En las próximas elecciones federales 2024 se elegirá: una presidenta o presidente de la república; 64 senadurías por el principio de mayoría relativa; 32 senadurías por el principio de representación proporcional; 32 senadurías de primera minoría; 300 diputaciones por el principio de mayoría relativa; 200 diputaciones por representación proporcional. Un total de 629 cargos de elección popular.

Además de la relevancia que tiene el número de cargos de representación que habremos de elegir el próximo año, estamos entrando por primera vez a una etapa donde la democracia esta terminando por desterrar las viejas formas de hacer política. Me refiero al voto corporativo, el fraude y la manipulación de la ciudadanía mediante ofrecimientos irresponsables como promover la pena de muerte para algunos delitos cuando esta proscrita ese tipo de pena desde la constitución o aquellas ofertas de tarjetas con depósitos a cobrar después de las elecciones (MONEX).

Sin duda, el momento de las redes y los mensajes por Instagram o Tik Tok esta en su apogeo, al igual de las llamadas fake news y la infomedia. Siguen pesando más los atributos personales de los postulantes, sean reales o ficticios, que sus propuestas programáticas, pero a diferencia de las elecciones recientemente realizadas en otras latitudes, en México ha ocurrido un paulatino proceso de maduración del electorado que no cree en todo lo que ve, le dice o le ofrecen.

Se puede observar el voto diferenciado de los ciudadanos, de acuerdo a sus intereses e impacto de su voto según el cargo. Así pudimos observar desde 2018 como se votaba de manera diferenciada por Presidente y Gobernador, por presidentes municipales y alcaldes respecto al titular del ejecutivo, algo similar ocurre con los votos para diputados federales y locales. Es verdad que también se ha dado el voto integral en todas las boletas por un mismo partido, pero a diferencia del pasado reciente no se trata de una forma de fraude sino de una decisión colectiva de un importante número de ciudadanos que otorgan su confianza completa en el legislativo como el ejecutivo en sus diferentes órdenes de gobierno y representación.

Si dejamos de ver a la ciudadanía como una masa que debe ser tutelada para “elegir correctamente” seguimos anclados a la visión anterior donde la democracia es una forma de gobierno imperfecta que debe ser inducida y manipulada para que funcione.

En mi opinión debemos fortalecer la democracia que estamos construyendo en este siglo haciendo más política, es decir, señalando con argumentos lo que debe hacerse desde la ciudadanía y el gobierno para alcanzar los objetivos generales que hemos construido como humanidad y que son parte de casi todas las plataformas programáticas, me refiero a debatir ideas, por ejemplo de cómo alcanzar un desarrollo económico en armonía con la naturaleza sin exclusiones ni discriminaciones con las comunidades tratándose de los recursos naturales.

Es decir, elevemos y profundicemos la participación política dónde las elecciones sean un punto de partida, un espacio de reflexión y evaluación de lo que hemos avanzado y lo que falta por hacer. De escucharnos y reconocernos en nuestras preocupaciones e intereses y saber en lo que estamos de acuerdo y en lo que no, sin que signifique tener que disminuir o enaltecer el derecho de unos sobre otros. La democracia ha dado la generosa oportunidad de hacer cambios profundos sin usar la violencia. Sigamos haciendo de la democracia un instrumento para las decisiones, pero sobre todo una forma de vida en la que cabemos todos con mayorías y minorías, sin que unos derechos opriman los de otros. Estoy convencido que el 2024 será el gran salto cualitativo de nuestra sociedad a la anhelada normalidad democrática.

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