El rol crucial de los sistemas de almacenamiento de energía

Isabel Studer

La Estrategia de Transición Energética para Promover el Uso de Tecnologías y Combustibles más Limpios, publicada recientemente, representa un avance significativo al reconocer la importancia de los sistemas de almacenamiento de energía. Sin embargo, revela una realidad preocupante: México ha desaprovechado el desarrollo de estos sistemas durante los últimos cinco años. Esta omisión ha significado una oportunidad perdida frente al desafío de la variabilidad de las energías renovables. A pesar de identificar la fluctuación de las energías solar y eólica como un obstáculo principal, el gobierno actual ha hecho poco para traducir este reconocimiento en acciones concretas, perpetuando así la dependencia en el gas como combustible para la generación de electricidad.

Es más preocupante aún que la Estrategia considere al almacenamiento energético como un concepto remoto, destinado a ‘mercados eléctricos del futuro’, en vez de incorporarlo como una solución inmediata y necesaria en la transición energética actual. La Estrategia resalta la extensa labor pendiente: desde actualizar el Código de Red para integrar los sistemas de almacenamiento en la infraestructura eléctrica existente, hasta establecer un marco regulatorio coherente para su implementación y fomentar el desarrollo de modelos de negocio innovadores que impulsen la tecnología y servicios para la cadena de valor de estos sistemas, así como las inversiones en capacitación de recursos humanos y en investigación y desarrollo tecnológico.

La situación en México refleja un desafío global que afecta la transición energética. De los 700,000 millones de dólares (mdd) invertidos en transición energética en economías emergentes y países en desarrollo, solo una quinta parte se ha destinado a optimizar redes eléctricas. Aunque la capacidad renovable crece a niveles récord, la falta de un sistema de almacenamiento adecuado limita este potencial. La Agencia Internacional de Energía indica que cerca de 1,500 GW de proyectos eólicos y solares en desarrollo avanzado buscan integrarse a las redes en países desarrollados. Para limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 °C, conforme al Acuerdo de París, se debe modernizar aproximadamente 80 millones de kilómetros de infraestructura eléctrica. Las inversiones en modernización deben incrementarse significativamente en los próximos 15 años para alinearse con objetivos de emisiones netas cero.

Varias economías emergentes y países en desarrollo, incluyendo Colombia, Haití, Honduras, Brasil, India, Indonesia y Bangladesh, están aprovechando oportunidades para movilizar recursos climáticos internacionales. Hace un año, Brasil recibió 70 mdd de financiamiento concesional del Fondo de Inversiones Climáticas para mejorar la flexibilidad de su red eléctrica e integrar energías renovables. Esta inversión potenciará la capacidad de energías limpias y la producción de hidrógeno verde, con el potencial de movilizar más de 9,000 mdd en inversiones.

México podría aprovechar las oportunidades estratégicas que surgen de la manufactura y el despliegue de sistemas de almacenamiento energético, en vez de resistirse a la expansión de energías renovables por su variabilidad. Tales sistemas, particularmente las baterías de iones de litio, no solo atienden a las necesidades técnicas de las redes eléctricas sino que también son catalizadores de nuevos modelos de negocio. La fusión de la tecnología de almacenamiento con la industria de vehículos eléctricos brinda oportunidades para desarrollar economías de escala y fomentar la innovación. Estas baterías pueden servir como sistemas de respaldo en hogares, creando sinergias entre la movilidad y la gestión energética residencial. Además, los sistemas de almacenamiento a gran escala mejoran la flexibilidad y eficiencia de la red, reducen pérdidas y contribuyen a combatir la pobreza energética, al ofrecer soluciones para la expansión de redes de transmisión de larga distancia y en zonas remotas.

México también podría posicionarse como un centro líder en el reciclaje de baterías para la región de América del Norte y explorar sinergias en la producción de hidrógeno verde como forma de almacenamiento en zonas óptimas para tal fin. Al hacerlo, el país no solo avanzaría en términos de sostenibilidad y tecnología energética, sino que también fortalecería su economía y su posición en el mercado internacional de energías renovables.

La inversión en infraestructura eléctrica moderna y en tecnologías de almacenamiento de energía es esencial no solo para cumplir con los compromisos internacionales de reducción de emisiones, sino también para disminuir la dependencia de los combustibles fósiles tal como se acordó en la COP28 de Dubái. Lamentablemente, la oportunidad para establecer las bases de un sistema de almacenamiento energético eficiente durante el actual gobierno se ha desvanecido, dejando a México y a la próxima administración con el reto de actualizar la red eléctrica para manejar adecuadamente la variabilidad de las energías renovables. Si no se toman medidas decisivas para desarrollar los sistemas de almacenamiento energético como área prioritaria, el país seguirá justificando la dependencia del gas importado, subutilizando su potencial de energías renovables y comprometiendo aún más su independencia energética.

Al adoptar un enfoque proactivo, México puede superar los desafíos actuales y convertirse en un líder en la transición energética global, garantizando un futuro más sostenible y próspero para las generaciones presentes y las venideras.

Con información de Expansión

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