Recuperar el territorio, el reto más grande del próximo gobierno
Jacques Coste
Durante esta época electoral he conversado con personal de los equipos de campaña de varias figuras que buscan cargos de elección popular y todos ellos me cuentan las mismas historias: hay zonas de sus respectivos estados a las que no pueden pasar sin “permiso” o “autorización” de los grupos criminales, hay carreteras en las que es impensable transitar de noche y hay poblados a los que de plano no pueden entrar.
Además, durante esta campaña, han muerto decenas de candidatos a manos de los grupos criminales, quienes aprovechan la coyuntura electoral para construir, reafirmar o extender su autoridad sobre determinados territorios. Para lograrlo, se valen de distintos mecanismos, entre los que destaca la violencia política, pero también el financiamiento de campañas, la cooptación de candidaturas o la movilización del voto. Por eso, en palabras de Armando Vargas, la democracia mexicana está cautiva.
Por tanto, al seguir los debates de las candidaturas a las gubernaturas de los distintos estados que se disputan en estas elecciones, sorprende lo poco que hablan de uno de los retos esenciales que enfrentarán si llegan al gobierno: recuperar el territorio de sus estados, pues actualmente el crimen organizado domina amplias regiones del país.
Es muy alarmante. Las candidatas y los candidatos a las gubernaturas presentan sus propuestas de desarrollo económico, de servicios públicos y de política social como si realmente controlaran el territorio en donde las aplicarían en caso de llegar al gobierno.
Todavía más preocupante: en materia de seguridad, los candidatos y las candidatas presentan propuestas como si viviesen en otro país: o bien, en uno donde los programas sociales de Morena están funcionando para reducir la inseguridad, lo cual es empíricamente falso; o bien, en uno donde el crimen organizado sólo se dedica al narcotráfico, por lo que hay que enfrentarlo “con toda la fuerza del Estado”.
Ninguno de estos dos enfoques trata el problema de manera realista. Ninguno de los dos se hace cargo de la cruda verdad de muchas regiones del país, en las que quienes dictan las reglas de la convivencia social y quienes regulan las actividades económicas son las organizaciones criminales.
No basta con entregar programas sociales para que “los jóvenes se porten bien” y tampoco es suficiente “combatir al narcotráfico”, pues muchos grupos criminales no se dedican al tráfico de drogas —o al menos no únicamente—, sino a la extracción de economías locales por medio de distintos esquemas de extorsión.
Es aún más aterrador que las dos candidatas presidenciales punteras repliquen estos discursos: Sheinbaum insiste en que los programas sociales son la vía para terminar con la violencia, mientras que Gálvez recupera el discurso de la guerra contra el narcotráfico.
Finalmente, es alarmante que las candidaturas locales y federales enlistan una serie de propuestas genéricas (colocar cámaras de seguridad, capacitar policías y pagarles mejor, etc.), pese a que nada de eso serviría para que el Estado recupere el dominio de su territorio, que será una tarea urgente para el próximo gobierno.
Ya vimos que el presidente López Obrador no reconoce el problema. Siempre lo minimiza y da a entender que hay una conspiración mediática para presentar el control territorial del crimen organizado como algo mucho más grave de lo que en realidad es. Sin embargo, ojalá que los equipos de las candidatas y los candidatos a puestos federales y locales reconozcan este problema, al menos internamente; ojalá que sus propuestas simplistas sean sólo eso: discursos huecos de campaña.
Insisto, recuperar el control territorial debe ser una de las prioridades de la próxima administración y es una tarea que requerirá la coordinación de los distintos niveles de gobierno. ¿Estarán listos para trabajar juntos los próximos gobiernos locales, la administración federal y los próximos integrantes del Congreso? Hoy, parece poco viable.
Un primer paso para lograrlo sería que la clase política hable del problema en términos realistas. Para que esto ocurra, debemos presionar a nuestras candidaturas locales y federales a que contesten las siguientes preguntas: ¿Qué tienen planeado hacer para recuperar el control de los territorios? ¿Proponen enviar a las Fuerzas Armadas a disputar abiertamente el dominio territorial? ¿Prefieren pactar con un grupo criminal para que establezca un dominio hegemónico —más o menos pacífico y ordenado— en determinada región, a cambio de que mantenga a raya a los otros grupos criminales y reduzca la violencia? ¿Van a pactar con distintos grupos en distintas zonas? ¿O proponen desarrollar policías y fuerzas de seguridad poderosas a nivel local, con todo el tiempo y los recursos que eso implica?
Todas estas opciones han ocurrido —y están ocurriendo— en distintos estados en diferentes momentos. Todas las alternativas implican consecuencias negativas e inesperadas. Todas ellas se pueden visualizar desde la lógica del “menor de los males”. Y todas ellas, insisto, requieren la coordinación federal y local. Si no hablamos seriamente de ellas, seremos incapaces de enfrentar el reto más urgente para el Estado mexicano: recuperar el control del territorio. Los programas sociales y “todo el peso de la ley” no alcanzan para resolver estos problemas, por más que nuestros políticos repitan estas fórmulas una y otra vez.
Con información de Expansión