El populismo autoritario y sus partidarios
Raúl Trejo Delarbre
La erosión de la democracia puede provenir de ella misma. En circunstancias de polarización intensa, populismo codicioso, desinformación y confusión, los ciudadanos pueden votar por opciones autoritarias. Además, disgustados con los partidos políticos tradicionales y deslumbrados por liderazgos autoritarios, viran hacia posturas antidemocráticas. La decisión del 2 de junio mostró el talante autoritario de la sociedad mexicana. La concentración de poder, el rechazo a los contrapesos, la afición por el militarismo, o la intolerancia a favor de un pensamiento único, son rasgos que no quisimos advertir en las convicciones de esa mayoría.
Votantes de todas las edades, todas las condiciones sociales, de todo el país y todos los niveles de escolaridad, respaldaron al presidente López Obrador, a sus propuestas y su candidata y, de tal forma, avalaron un populismo autoritario. Había variadas señales de ese viraje hacia el autoritarismo. El Latinobarómetro hace cada año la pregunta clásica: “¿cree que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno?”. En 2020, el 43% de los mexicanos entrevistados dijo que la democracia es preferible. En 2023, esa fue la respuesta de solamente el 35%. Casi dos tercios de nuestros compatriotas no se consideran comprometidos con la democracia.
El mismo sondeo pregunta si “un gobierno autoritario podría ser preferible”. En 2020, esa era la inclinación del 22% de los mexicanos. En 2023, ascendió al 33%
La encuesta GEA-ISA, a la pregunta “¿usted cree que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, o que en ocasiones un gobierno autoritario pudiera ser preferible?”, encontró a fines de mayo pasado que el 42% se decanta por el autoritarismo. La democracia, menos mal, pero apenitas, fue preferida por el 44%.
En febrero pasado, el Pew Research Center publicó los resultados de un estudio sobre actitudes políticas en 24 países. Su hallazgo más relevante fue el apoyo que han alcanzado los gobiernos autoritarios.
Esa investigación ha preguntado, en distintos años, si un sistema en donde un líder fuerte pueda tomar decisiones sin interferencia del parlamento, o los tribunales, es buena o mala forma de gobernar al país. Los mexicanos que respaldaron un liderazgo fuerte, que no tenga contrapesos legislativos ni judiciales, fueron el 27% en 2017. En 2023, habían aumentado al 50%.
Tan sólo en seis años, la mayor parte de ellos en el transcurso del gobierno de López Obrador, la preferencia por un gobierno fuerte, en donde no haya obstáculos a las decisiones del líder, casi se duplicó hasta ser compartida por la mitad de los mexicanos. Ese 50% fue la cuarta respuesta más alta en el sondeo realizado en 24 países, después de India (67%), Kenya (52%) e Indonesia (51%). Esa proclividad de al menos la mitad de los mexicanos coincide con una oleada autoritaria en el mundo. El apoyo a líderes populistas (como Modi en India, o Trump en Estados Unidos) se entremezcla con posiciones antidemocráticas.
El Pew Center preguntó también si el gobierno a cargo de “un líder fuerte, o del ejército, sería una buena manera de gobernar el país”. El 71% de los mexicanos, de acuerdo con esa encuesta, apoyó tal posibilidad.
Luego se planteó un escenario más específico: “un sistema en donde el ejército gobernara, ¿sería una buena o mala manera de gobernar al país?”. En contra de las tradiciones civiles y de nuestra experiencia histórica, el 58% de los mexicanos aprobó la posibilidad de un gobierno militar. Solamente 40% respondió que sería una mala forma de gobierno. Esa preferencia militar de los mexicanos fue la más alta en los países latinoamericanos que formaron parte del estudio (en Brasil fue apoyada por 42% y en Argentina 36%) y la tercera más elevada entre todas las naciones encuestadas.
En los casi 6 de cada 10 mexicanos que respaldan un gobierno militar es inevitable reconocer la influencia, inducida por la propaganda oficial, de la militarización que propició López Obrador. Esa militarización ha sido exitosa en el ánimo de los ciudadanos, pero sus cuotas de abusos, corrupción, opacidad e ineficiencia, junto con el riesgo de que los generales ocupen cada vez más posiciones de poder, allí están.
Los rasgos populistas de López Obrador y su movimiento han sido insistentemente señalados. Su vasto capital político lo utiliza, cada vez más, para consolidar un gobierno autoritario. Los ciudadanos le han dado a Claudia Sheinbaum una descomunal capacidad para tomar decisiones. Pero a ella, y al actual presidente, no les basta con todo lo que ganaron. Ahora quieren que, en el Congreso, Morena y sus socios tengan mayoría calificada violentando la decisión de los ciudadanos con una sobrerrepresentación anticonstitucional que no obtuvieron en las urnas. Con ello, quieren devastar dos pilares institucionales que hasta ahora son contrapesos del presidencialismo e impiden que se vuelva absolutista: los órganos constitucionales autónomos, entre ellos destacadamente el INE, y el Poder Judicial cuyos jueces, ahora, estarían sujetos a intereses clientelares y políticos al ser designados por votación popular.
Muchos de quienes nos oponemos al populismo y los excesos de López Obrador no supimos, o no quisimos, leer y comprender la propensión caudillista de los ciudadanos. En datos como los anteriores se anunciaba la idiosincracia autoritaria que se ha extendido en la sociedad mexicana, propalada por el grupo gobernante. Desmontar y comprender ese autoritarismo, así como señalarlo y enfrentarlo, son tareas del análisis crítico que, ahora más que nunca, tendrá que ir a contracorriente del ánimo mayoritario para articular una auténtica deliberación pública.
Esta es mi última colaboración en Crónica. Cuando Francisco Báez Rodríguez, mi amigo de toda la vida, fue designado Director Editorial y me invitó a regresar al periódico en enero de 2015, acepté con enorme gusto y le dije que escribiría aquí mientras él desempeñara esa responsabilidad. Ahora que deja esa tarea, que ha cumplido con talento y ánimo, termina mi compromiso. Agradezco la generosa hospitalidad de don Jorge Kahwagi Gastine y les deseo al diario, y a quienes lo hacen, el mejor de los éxitos.
Con información de Crónica