El individuo en la educación

Gilberto Guevara Niebla

En educación hay una tendencia extendida que se opone al individualismo. En esta línea, contra el individuo, se ubica la Nueva Escuela Mexicana (NEM) que pregona una “educación “comunitaria” y una “didáctica colectivista”.

Este colectivismo se opone, desde luego, a las tendencias teórico-pedagógicas más modernas que proponen, al contrario, orientar las prácticas educativas, con mayor énfasis, en el individuo. Los alumnos son muy diferentes entre sí, los son en género, antecedentes étnicos, religión, clase social, estatura, peso, hábitos, atractivo, etc.

La escuela, sin embargo, trata de disminuir a los individuos agrupando a los alumnos por edad y, en otros casos, por su rendimiento académico. La escuela “masifica” al alumnado, los estandariza, cuando hay infinitas evidencias de diferencias entre los individuos. Las diferencias individuales son bien conocidas por los maestros. No bien se impone una tarea concreta al grupo de clase, el maestro observa que unos niños progresan más que otros, no hay resultados idénticos.

El docente también advierte las diferencias psicológicas entre los pequeños: los hay más atentos y más distraídos, hay más dóciles y más rebeldes, hay rápidos y lentos, etc. La pregunta que todos los pedagogos actuales se hacen es: ¿Cuál enfoque se necesita para que el docente consiga la atención de determinados alumnos y para imprimir en ellos la dinámica interna de desarrollo en el aprendizaje?

La diversidad es más amplia: no hay profesores iguales, no hay grupos iguales, no hay escuelas iguales, etc. Pero el centro de nuestra atención debe ser el alumno individual. La igualdad de tratamiento para todos, como propone la NEM, producirá desigualdades necesariamente, lo que se necesita es una educación, no única, sino diversificada, que se acomode a los rasgos particulares de cada uno de los estudiantes.

Una respuesta a estos problemas fue ofrecida por quienes juzgaban que la selección de alumnos a través de un examen de conocimientos era algo “justo” puesto que las diferencias en inteligencia eran producto de la herencia. Sin embargo, esta tesis fue refutada rápidamente desde la genética, la biología, la antropología y las ciencias sociales. Los “innatistas” fueron rápidamente derrotados por los “culturalistas”.

Esa demostración no niega las diferencias genéticas que existen entre los seres humanos. Lo que niega es la idea de que la “inteligencia” existe y tiene un origen natural. En realidad, la inteligencia es un producto social, algo que se construye con la experiencia vital, las influencias de la familia, de los padres, de los maestros, del medio cultural de donde se proviene, etc. El entorno social forma gradualmente la capacidad de aprendizaje.

En otras palabras: la primera premisa para la práctica educativa es que los maestros enfrentan en el aula a seres humanos diversos (y, tendríamos que agregar, autónomos, dado que la autonomía es, al mismo tiempo, dignidad de la persona desde el nacimiento y, objetivo principal de la formación educativa).

La segunda premisa es que la educación debe enfocarse sobre cada alumno, es decir, debe ser una educación no para la uniformidad sino para la diversidad. La “pedagogía diferencial” o “pedagogía de la diferencia” es una nueva y poderosa corriente pedagógica que parte del postulado que la educación debe sustentarse en el reconocimiento inicial de las diferencias entre los alumnos.

En este punto surge otro debate entre quienes ven al alumno como un ser autónomo que aprende por sí mismo y quienes defienden la posición de que el aprendizaje es producto del alumno y su contexto (escolar y social). Uno de los objetivos de la educación debe ser el desarrollo personal y social, por tanto, es razonable pensar que los estudios psicológicos sobre la personalidad puedan servir de base para la mencionada pedagogía diferencial. Sobre este tema hay una bibliografía extensa, solo citaré la obra Diferencias individuales en el aprendizaje. Personalidad y rendimiento escolar del Dr. W. Ray Crozier de la Universidad de Wales (Narcea, 2001)

Con información de Crónica

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