Mentiras a conciencia. Humor sociopolítico y percepción de inseguridad

Armando Vargas

Después de las elecciones, la percepción de inseguridad en las ciudades a nivel nacional registró una reducción de 1.6 puntos porcentuales en comparación del trimestre anterior y de 2.9 frente al año pasado. Desde principios de 2018 comenzó la tendencia a la baja y durante el sexenio de López Obrador alcanzamos el nivel más bajo desde que Inegi reporta dicho indicador . Existen multitud de factores por los cuales el temor al delito entre la población disminuye; en el régimen político que inició en 2018 y se consolidó recientemente con la victoria de Claudia Sheinbaum, me parece que uno de esos factores es el humor sociopolítico.

Lo primero que hay que dejar muy claro es que la percepción de inseguridad no siempre se correlaciona con la victimización. Hablamos de una realidad construida con base en experiencias, creencias o condiciones de todo tipo que no siempre es congruente con la frecuencia e intensidad del crimen en determinados espacios. Bajo esta premisa, los factores asociados a la reducción de la percepción de inseguridad se amplían considerablemente y, por supuesto, muchas veces no tienen nada que ver con la intervención de los gobiernos.

Claro que existen casos de éxito en donde parece que la política pública explica la reducción del crimen. Por ejemplo, en ciudades como Mérida o la CDMX, la reducción de la percepción de inseguridad va de la mano con la disminución de ciertos delitos, lo que puede explicarse, asimismo, por la implementación de políticas públicas robustas en materia de prevención del crimen y esfuerzos importantes por mejorar los procesos de procuración y administración de justicia. Pero estos casos son más la excepción que la regla.

En otras ciudades en donde también se redujo la percepción de inseguridad en el último trimestre se caracterizan por experimentar profundos problemas de inseguridad y violencia de alto impacto asociada al crimen organizado, como Acapulco, Chilpancingo, Tijuana, Colima, León, Tlajomulco, Cuernavaca o Zacatecas. ¿Por qué a pesar de la violencia la población se siente más segura? No sorprendería que, de manera paradójica, en estas ciudades exista un autosilenciamiento debido al miedo a represalias por parte del crimen organizado. Incluso, es posible que dicha percepción responda a la seguridad proporcionada por dichas organizaciones.

De manera paralela, me parece que existe otro factor que puede estar abonando a la reducción de la percepción de inseguridad a nivel nacional y en particular en ciertas ciudades, allende a la intervención de los gobiernos en materia de seguridad pública o el control social que ejerce el crimen organizado: el humor sociopolítico. Me refiero a las emociones de la población asociadas con sus preferencias políticas o con acciones del gobierno que les permiten cubrir necesidades de manera inmediata, como los programas sociales.

¿Cuál es la relación entre el humor social y la percepción de inseguridad? Por supuesto, planteo esto como una hipótesis muy preliminar, pero como una vía que vale la pena explorar en estudios futuros para comprender los efectos del nuevo régimen sobre los fenómenos sociales. Pienso que el vínculo entre ambos factores es el siguiente: el humor social se convierte en una expresión de la ideología política de la población que en un contexto de polarización, como el que se ha cultivado durante el último sexenio desde palacio nacional, termina neutralizando las crisis de violencia y el miedo asociado con tal de apoyar al proyecto de preferencia.

Por ejemplo, una persona feliz, contenta, satisfecha con los programas sociales, megaproyectos, discursos o posturas de Morena puede decir que todo marcha bien, que está segura a pesar del crimen que la rodea e incluso que la afecta directamente, para favorecer al movimiento y, desde luego, a sus intereses, como contar con liquidez inmediata. De modo contrario, alguien descontento con los triunfos del oficialismo puede decir que todo marcha peor, aunque nunca ha sufrido un crimen, o que está en paz para apoyar la continuidad de los partidos políticos de oposición en lo local. Esto puede estar ocurriendo en el campo de la seguridad pública, pero también en otros indicadores de percepción que en apariencia dan cuenta de un país que mejora notablemente en los últimos años aunque no sea el caso.

Lo que es un hecho es que el nuevo régimen desafía la capacidad de análisis y la agenda de investigación. Las variables explicativas tradicionales ya son anacrónicas en el campo de la seguridad pública. No basta explicar el comportamiento de la incidencia delictiva o la percepción de inseguridad desde la política pública, la condicione socioeconómicas o en entorno físico, hay que considerar la impunidad, la expansión de los regímenes criminales o el humor social. El cambio político amerita una relectura de nuestros propios lentes analíticos. Esto contribuirá, eso sí, a producir mejor evidencia para las políticas públicas y salir de la polarización que como sociedad nos puede estar destruyendo.

Con información de Expansión Política

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