Josefina, la secretaria disruptiva
Juan Manuel Asai
El turismo representa casi el 9 por ciento del PIB nacional. Es la actividad económica que más empleo genera entre mujeres y jóvenes y es un factor clave para conservar la estabilidad social en diversas plazas del país. A pesar de esto, circuló la versión de que la Secretaría de Turismo podría desaparecer del organigrama del gobierno federal en la administración que arranca el primero de octubre, la del segundo piso.
Por fortuna no sucedió. La Sectur se queda. La doctora Sheinbaum, en una decisión que tomó por sorpresa a casi todos, anunció que Josefina Rodríguez Zamora, actual secretaría de Turismo de Tlaxcala y que no estaba en radar de quienes presumen estar más informados que los propios funcionarios que toman las decisiones, sería la nueva inquilina de la oficina principal del edificio de presidente Mazarik.
Josefina tiene un perfil interesante. A pesar de ser joven tiene experiencia en ambos lados del escritorio. Ha sido empresaria turística y funcionaria del sector. En ambos casos con éxito sobresaliente. Que sea empresaria es un buen antecedente porque muestra que para conseguir sus objetivos está dispuesta a tomar riesgos, a aventurarse, porque los negocios a veces salen bien, pero otras no. A Josefina, está claro, no les gusta guarecerse en su zona de confort. Siempre va por más. Le entró incluso a la competencia política, una actividad sin antecedentes en su familia.
La semilla del servicio público quedó sembrada y floreció como secretaria de Turismo de un estado como Tlaxcala que en cuestión de turismo partió prácticamente de cero. Su trabajo, su creatividad, su empuje para hacer más con menos llamó la atención de sus propios colegas, los secretarios de Turismo de otros estados. Su desempeño fue, para decirlo en una palabra, disruptivo. Comprendió que la innovación es una aliada para alcanzar metas importantes. En esas andaba, tratando de que todos recordáramos que Tlaxcala existe, cuando recibió la invitación de la virtual presidenta electa de sumarse al gabinete y tomar las riendas de la Sectur a nivel federal.
Josefina ya comienza a librar sus primeras batallas, comenzando por el presupuesto de la dependencia que suele ser la que menos recibe a pesar de que el turismo es de los que más da. No se trata de tener recursos para inflar un aparato burocrático, sino para cumplir objetivos tan elementales, básicos, como la promoción. En un mercado mundial tan competido, en el que ningún país da tregua, la promoción hace la diferencia y requiere dinero. No se olvidan vicios del pasado en los que el dinero de la promoción era usado de manera mafiosa por una camarilla cínica para enriquecerse. Pero la primera regla para estar en la jugada es, como ella descubrió en Tlaxcala, mostrar a todos que existimos y que nuestra oferta para los turistas es la mejor. En el caso de México tiene una ventaja, en efecto es la mejor oferta porque conjuga, como ningún otro país, una densidad cultural milenaria, con encantos naturales insuperables y gente cálida a la que le gusta recibir visitantes.
Josefina también tendrá que recomponer la relación del gobierno con los empresarios del sector que hoy día está plagada de agravios reales o imaginarios, pero que repercuten de manera negativa.
Hay posibilidades de que sea en efecto el viento fresco, renovador, que requiere el turismo en México. Es una actividad noble pero que no hace milagros. Exige, para dar respuesta positiva, de trabajo diario, de sol a sol. La magia en el turismo es de quien la trabaja, como lo sabe Josefina que batalló para conseguir la denominación de Pueblo Mágico para Ixtenco.
Con información de Crónica