La polémica del perdón México-España: muerto el rey, jaque mate
Luis Barjau
A Pedro Sánchez le pareció incomprensible que no se invitara al rey a la toma de posesión de nuestra presidenta. “Incomprensible” en su caso denota lejana y torpemente la ignorancia sobre la resolución nuestra. Es una apreciación mañosa. ¿Qué no sabe el primer ministro “de izquierda” que los mexicanos no somos súbditos de su rey?
Estamos en contra de esa monarquía que no se dignó pedir perdón al lado de nuestro gobierno, aunque seamos en parte descendientes de los conquistadores. No aprobamos la monarquía parasitaria e insolente porque recordamos el genocidio perpetrado por ella sobre nuestra población indígena desde el siglo XVI. Recordamos la catástrofe demográfica sobre nuestros antepasados indígenas que por las enfermedades traídas por los invasores en dos siglos causó una mortalidad en proporción de 90%. Recordamos las toneladas de oro y plata, maderas, bienes naturales y fuerza de trabajo que se robaron.
Recordamos también que la monarquía solapó el ascenso social de Franco, que aplastó a los republicanos de la guerra civil española.
Así que a los mexicanos no nos gustan las monarquías. Si para la superficial inspiración de izquierda de Sánchez, borrada tan sólo por la idea del buen gusto aristocrático y de su codificada elegancia conque el rey lo arrodilla, bastó para oponerse a nuestras justas demandas, “que con su pan se lo coma”.
Los significados metafísicos de la conservación de la monarquía española a nosotros no nos tocan. Que la monarquía española se conserve como un resabio de la airosa cultura occidental a nosotros nos viene guango. Su conservación atañe a la voluntad del pueblo español. Lo que nos toca de occidente, a nosotros, lo apreciamos tan sólo allí donde sus significados son justos. Rechazamos el colonialismo, las marrullerías del trato diplomático y las trampas solapadas en los procesos de inversión económica de sus empresarios. Ahora somos un país que propone una reorganización social y política decente. No queremos más trampas solapadas en “la historia de la civilización occidental”.
Aquí tuvimos milenios sin contacto con ningún otro continente. Lo que nos permitió reflexionar fuera de la mentalidad del progreso de la cultura occidental. Para bien y para mal. Para bien porque profundizamos en la idea de la independencia política y cultural. Para mal porque no nos dio tiempo de desarrollar técnica armamentística suficiente para expulsar a los invasores. Aun así, los aztecas les dieron suficiente batalla en 1520 como para conmemorar su “Noche Triste.”
Así que no aceptamos la presencia de su rey. Y esperamos que el desarrollo social de la mentalidad española representada por sus autoridades se ponga de acuerdo con nosotros. Y no al revés.