Los demonios andan sueltos y van ganando

Juan Manuel Asai

México se transforma en un país monstruo. La transformación ocurre frente a nuestros propios ojos. Un día sí y otro también se registran atrocidades. No hay adjetivos que las describan con justicia. Factor central de la descomposición es que mucha gente los deja pasar como si nada, con una indiferencia inadmisible sobre todo porque las próximas víctimas podrían ser ellos mismos.

Hechos como el hallazgo en Poza Rica de restos humanos preservados en congeladores, listos para el consumo de fieras, de cuatro o de dos patas, o el caso de los jóvenes de Lagos de Moreno obligados a matarse entre ellos, en cualquier país del mundo generarían movilizaciones que harían tambalear al gobierno omiso e incompetente, pero no aquí, aquí millones de personas andan en otras cosas, como si la espada de Damocles no se balanceara sobre ellos también. La indiferencia es un boomerang que termina lastimando a los que piensan que a ellos no les pasará

El Estado existe para proteger a la gente, es su razón de ser. El contrato social, lo que hace que vivamos en comunidad, es la frase: yo te obedezco a cambio de protección para mi persona y mis bienes. Todo lo demás es accesorio. Si no hay protección, el ciudadano queda en libertad de no obedecer dando lugar al imperio del caos.

México es un círculo del infierno, donde el gobernador de Veracruz explica la carne humana empaquetada como una muestra del éxito de su gobierno en materia de seguridad, y el presidente de la República argumenta que no ve ni oye a quienes le preguntan sobre los jóvenes de Lagos de Moreno. Son para ellos asuntos menores, cosméticos, que no ocultan sus respectivas epopeyas personales. De locos.

Poco antes de que el presidente saliera corriendo a desayunar sin haber escuchado, dice él, la pregunta sobre Lagos de Moreno, el palero mayor de las mañaneras, que responde al nombre de Lord Molécula, le dijo al presidente que él lo considera un gigante, solo comparable con Miguel Hidalgo o Benito Juárez. Casi sobra decir que el presidente sí lo escuchó y sonrió complacido.

Las bandas criminales operan con cinismo diabólico. Los ejemplos abundan. Saben que quedarán impunes. Las policías municipales están su nómina y las fuerzas federales, comenzando por la Guardia Nacional, siempre llegan tarde, como si su trabajo fuera cuidar la escena del crimen, no prevenir los asesinatos. A Poza Rica llegaron refuerzos de la Guardia Nacional y pronto otros llegarán a Lagos de Moreno, lo cual está muy bien, estaría mejor que capturaran los carniceros para evitar la impunidad y desalentar la repetición.

¿Qué podemos hacer los ciudadanos se preguntará usted? Lo primero, me parece, es presionar para que el tema de la seguridad sea el central de las campañas políticas que están comenzando. La lucha contra la violencia y la impunidad tiene que ser el centro de la campaña porque es el principal problema de este país – monstruo.

La verdad hasta ahora entre las corcholatas solo Marcelo Ebrard ha puesto sobre la mesa algunas ideas para combatir la delincuencia con más tecnología. La doctora Sheinbaum nada dice porque hacerlo supondría deslizar una crítica, así sea ligera, a lo hecho por López Obrador y eso nunca. No se conoce la opinión real de Claudia sobre los Abrazos no balazos, sobre la militarización de la vida nacional, algo en lo que ella no podría estar de acuerdo por sus antecedentes de activista universitaria. ¿Claudia quiere que los soldados tengan líneas aéreas, hoteles, trenes, aeropuertos, aduanas, mientras que el país se sume en un espiral de violencia? Se reactiva aquella frase escalofriante de los demonios andan sueltos y van ganando.

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