2025, un año de retos y complejidades

Don Porfirio Salinas

A nivel nacional, son muchos los retos que estarán en la agenda, tanto de corte económico como político y social. Retos que pondrán a prueba a un gobierno que lleva tres meses en el poder y que obligarán a la presidenta a mostrar sus capacidades y verdaderas convicciones.

Uno de los mayores desafíos será el de las finanzas públicas. Hacía tiempo que México no tenía el nivel de déficit que López Obrador heredó en su último año. El compromiso de la presidenta de bajarlo a 3.5% no solo parece poco factible, sino contraintuitivo con sus compromisos de campaña.

El nivel de gasto comprometido que se tiene, particularmente en el ramo social, deja poco margen de maniobra a un erario que, además, ya no cuenta con los fondos de estabilización que por décadas se construyeron, y que en solo sus primeros tres años vació el ex presidente.

La cantidad de recursos públicos desperdiciados en obras faraónicas innecesarias de infraestructura y en pagar los costos de malas decisiones de gobierno, supera por mucho los supuestos ahorros por austeridad republicana y el invisible combate a la corrupción del sexenio anterior.

Al incorporar a la Constitución una serie de programas sociales, expandiendo incluso la cobertura de algunos, la presidenta Sheinbaum genera para su naciente sexenio presiones importantes que le impiden mayores recortes, que no sigan desdibujando las capacidades del gobierno federal.

Esto, adicional a problemas estructurales que hereda de la administración anterior en rubros como el energético, particularmente las dinamitadas finanzas de Pemex, así como la nula inversión en infraestructura de transmisión y distribución eléctrica, básica para atraer inversión. Ambas requerirán importantes recursos públicos.

La preocupante situación de la infraestructura logística del país, desatendida por las obras faraónicas que no solo no se terminaron, sino que poco o nada contribuyen al país, será otro rubro en el que tendrá que invertir fuertemente este gobierno para seguir atrayendo inversión.

En el ámbito político, se viene el grandísimo e innecesario reto de la primera elección popular del Poder Judicial. Más allá de los recursos que implica, este es un reto que impactará directamente en la capacidad, ya de por sí limitada, de tener justicia en nuestro país.

Además, es un proceso que, de llevarse como hasta ahora parece, será un actor de gran incertidumbre jurídica que afectará también a la capacidad de México no solo de atraer inversiones, sino de retener las actuales.

También, está el gran reto de gobernar con las estructuras tan debilitadas de todas las dependencias de la Administración Pública Federal. El nivel de descomposición generado por AMLO ha hecho que todos los nuevos miembros del gabinete enfrenten una cruda realidad de grandes rezagos y pocas herramientas para arrancar trabajos de manera ágil, con la urgencia necesaria.

Otro desafío de grandes proporciones para el nuevo gobierno será la evidente lucha interna de poder que vive la 4T. Una lucha que amenaza directamente la capacidad de acción de la presidenta. Es un tema que va mucho más allá de si AMLO sigue dando o no las instrucciones.

Ya estos tres meses hemos visto la imposición de agendas por diversos actores de poder de la 4T, las luchas de estos actores por incrementar su influencia, y el poco margen de la presidenta de controlar esas agendas y que prevalezcan las propias.

Esto, para la casi invisible oposición política, implica el desafío monumental de no volverse más irrelevante de lo que ya es, y de buscar la manera de recomponerse, dejando atrás todos sus errores, y viendo si logran construir capacidad para recuperar competitividad en las elecciones intermedias de 2027.

En el ámbito regional, en tan solo dos semanas tomará posesión Trump como presidente de Estados Unidos, con una agenda claramente retadora para México tanto en materia de migración y seguridad como económica y comercial.

Las agendas de Trump requerirán de mucha habilidad política de la presidenta y su gabinete, y de mucha capacidad técnica para identificar y neutralizar los temas de mayor controversia entre ambos países, en un contexto en el que el gobierno anterior dejó muchas bombas de tiempo.

Adicionalmente, a más tardar en octubre de este año cambia el gobierno federal canadiense, vislumbrándose la victoria del ala conservadora de aquel país, que será mucho más cercana a las ideas de Trump que a la fraternidad con México.

Esta composición política de América del Norte hará del proceso de revisión del T-MEC, que inicia este verano, el reto más grande que deberá enfrentar la presidenta Sheinbaum en materia internacional no solo este año, sino en todo su sexenio.

El T-MEC se ha convertido en el principal pilar de crecimiento y desarrollo económico de México, demostrado así, por ejemplo, por la consolidación de la industria automotriz como motor de nuestra economía, o por el crecimiento del agro como fuente de ingresos para nuestro país.

Todos estos retos, entre muchos más que enfrentaremos durante 2025, implican un reto adicional para la presidenta: mostrar su estilo propio de gobernar y de hacer política; así como mostrar sus agendas propias y sus prioridades de gobierno.

En este contexto convulso, el sector empresarial tendrá el gran reto de tomar determinaciones y acciones importantes para cuidar el ambiente de negocios, y protegerlo de posibles impactos políticos e internacionales. Tarea nada fácil que hasta el momento no han sabido afrontar.

En resumen, en este 2025 se requerirá de convicciones firmes, capacidades claras y determinación en todos los sectores (público, privado y social) para sortear éste y los años venideros, que se vislumbran como algunos de los más complejos que ha tenido que enfrentar México.

2025 mostrará el talante de cada quien, y será definitorio en el futuro de México.

Con información de Expansión Política

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